Casi una década después de empezar a planificarla, el Banco de Previsión Social (BPS) divulgó ayer los resultados de la primera “ola” de la Encuesta Longitudinal de Protección Social, una iniciativa que el Banco Interamericano de Desarrollo financió y está realizando en otros cinco países de la región: Chile, Paraguay, Brasil, Colombia y El Salvador.

Entre octubre de 2012 y mayo de 2013, los encuestadores realizaron entrevistas personales cara a cara a poco más de 18.400 individuos mayores de 14 años (7.600 hombres y cerca de 10.800 mujeres), para que brinden tanto información de sí mismos como de las personas con las que viven. Haber realizado la encuesta mediante el método “panel” permitirá “visualizar la evolución de cada individuo a medida que envejecen él y su entorno familiar, así como evaluar sus decisiones y su impacto en la malla de protección social del país”, afirma el documento distribuido ayer.

Un primer capítulo indaga sobre el conocimiento de los usuarios acerca de los programas y planes sociales a los que, bajo ciertas condiciones, puede acceder la población. Los resultados concluyen que la familiarización con los programas va asociada a la antigüedad de éstos, y que ésta no varía en forma importante entre los distintos grupos etarios.

Las ganas

La recolección de información acerca de la trayectorias educativas da cuenta del nivel de asistencia a la educación inicial, el abandono en la primaria y la permanencia de los jóvenes en la educación media. Se puede decir que la introducción de los Centros de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF) ha modificado los hábitos de concurrencia a la educación inicial, siendo que hoy reciben a un tercio de los niños de entre uno y cuatro años que concurren a centros educativos (51%). Le siguen de cerca los preescolares privados, donde va 29%, y los preescolares de primaria, 27,8%. En este sentido, casi un cuarto de los niños no concurren debido a que sus familias piensan que “no es útil” y cerca de 35% de los padres argumenta que el niño “no tiene edad suficiente”.

Si bien 90,1% de la población entrevistada expresó haber culminado la primaria, se les consultó a los que la abandonaron (8%) la principal razón para hacerlo. En casi la mitad de los casos fue “tener que salir a trabajar”, con menor frecuencia (16%) se respondió que “no le gustaba estudiar” y en 14,8% de los casos que no contaba con apoyo familiar. La desvinculación temprana se da en mayor medida en el interior del país (siete de cada diez) y entre las personas de 70 años y más (29,6%).

La educación media se organiza en dos niveles: el básico y el superior. El 9,7% de los entrevistados de entre 15 y 20 años indicó que nunca había cursado el primer nivel, cifra que asciende a 47,1% en el superior, reflejando una importante disminución de la participación en el pasaje entre ambos niveles. La razón principal del abandono también obedece en este caso a que al entrevistado no le gustaba estudiar (52,4% lo argumentaron en el básico y 32,9% en el superior), seguido por la obligación de trabajar (16,3% y 17,2%).

Sano

El Sistema Nacional Integrado de Salud, que rige a partir de 2008, ha favorecido el acceso universal a los derechos de salud; 97% de los encuestados está cubierto por un prestador de salud integral, mayoritariamente en mutualistas (58%), mientras que 35% lo hacen en la Administración de los Servicios de Salud del Estado.

A la interna de cada prestador de salud, existen diferentes grados de coberturas por el Fondo Nacional de Salud; el Ministerio de Salud Pública cubre 13%, las mutualistas 86%, y los seguros privados integrales 57%. La cobertura de emergencia móvil sólo alcanza a poco menos de una cuarta parte de los entrevistados (23%), mayoritariamente a aquellos que cuentan con derechos de salud vigentes privados en mutualistas (82%) y en menor medida los que tienen seguro privado integral (4%).

En cuanto a las concurrencias a la consulta médica, 69,5% de los entrevistados realizó una en el último año, cifra que aumenta cuando se trata de mujeres. Dejando a un lado el sexo, la mayor frecuencia de visitas médicas se da en la población de entre 45 y 64 años, y conforme aumenta la edad, lo hacen en mayor proporción.

Consultados los que declaran no concurrir al médico (30%), manifiestan como principal razón (97% de los casos) que “no tuvo necesidad” de hacerlo. Es de destacar que 37% de los entrevistados tiene al menos una enfermedad diagnosticada, siendo las mujeres quienes registran mayores niveles. Como es de esperarse, la tendencia aumenta a mayor edad: se pasa de 13% de los jóvenes a 72% en los de mayor edad. Hipertensión, problemas de columna y artrosis son las enfermedades más comunes entre los diagnosticados.

Cuidado

Las mujeres realizan principalmente las tareas de cuidados a personas del hogar (71,2%), aunque en la franja etaria de 30 a 39 años de edad se puede ver una mayor equidad en su distribución entre hombres y mujeres, que realizan tareas de cuidados en casi igual proporción.

Se observó, por otro lado, que una proporción equivalente al 6,1% de los encuestados, en su mayoría mujeres, presenta al menos alguna discapacidad. Dentro de las limitaciones, la más frecuente es el uso de lentes para mejorar la visión (18,9%), le siguen las dificultades de aprendizaje (14,5%), desplazamiento (18,9% fuera de la casa y 11,6% dentro) y de movilidad de brazos y manos (14,5%). Cerca de la mitad (44,8%) de las discapacidades responde a enfermedades y poco más de la cuarta parte (26,5%) tiene un origen congénito o connatal.

Del 14% de las mujeres que declaran haber estado embarazadas en los últimos dos años, menos de la mitad (45%) hicieron uso del subsidio por maternidad. Quienes no lo usaron, argumentaron no conocerlo y no haber realizado los aportes correspondientes para hacer uso del derecho. Llama la atención que de las mujeres que sí tomaron la licencia maternal, dos quintos (41%) no se reintegraron a su trabajo después de ésta; los cuidados de sus hijos concentran casi 80% de los motivos.

Al atardecer

Históricamente, el momento de la jubilación simbolizó una frontera de distinción entre actividad-pasividad, pero en la actualidad este límite no se encuentra tan claramente marcado; cada vez es más frecuente encontrar múltiples situaciones en la etapa prevista como retiro. Según los resultados, la preferencia por postergar la edad de retiro se expresa con mayor fuerza entre quienes se desempeñan como independientes, aunque con matices por edad y sexo. Las mujeres suelen proyectar edades de retiro más bien bajas, mientras los hombres lo hacen en sentido contrario; sucede algo parecido entre jóvenes y adultos mayores.

Además, la posibilidad de retirarse a tiempo parcial resulta también atractiva, más aún bajo el formato de reducción de horas que de jornadas. En cualquier caso, la opción de combinar trabajo y retiro nuclea a una de cada tres personas.

Entre quienes deciden no jubilarse, se evidencia la importancia del trabajo como sustento económico de sus hogares, pero no es menor la centralidad del trabajo como espacio de interacción, valoración y reconocimiento social, situación que entre los hombres se expresa más claramente. Se constató, además, que 27% de los hombres y 16% de las mujeres han seguido trabajando luego de su jubilación.