Nisaldo Tejeira vive en el barrio Rampla de la ciudad de Artigas, contra el Cuareim. Suyas son las caballerizas que ahora se ven destruidas y que ocupan buena parte del espacio próximo al Paseo 7 de Setiembre. Tejeira tiene 67 años y hace 65 que vive allí. Su ocupación principal es la de ladrillero, aunque también saca arena y si le sale un viaje para ir a buscar mercadería a Quaraí en carretilla no se niega. Con su casa de dos plantas, probablemente tenga un mejor pasar que el común de los ladrilleros y areneros; gracias a la altura de su vivienda pudo quedarse allí durante las inundaciones, aunque de la ventana del primer piso a una canoa no lo separaba más que un paso. Lo que gana por mes le alcanza para alimentar a su familia y ayudar a su nieta, que estudia medicina en Montevideo. De todos modos, quedó en la lona.

En una recorrida de la diaria por esa ciudad, Tejeira mostró la destrucción. La mayoría de las caballerizas quedaron sin techos y algunas sin paredes. Sus cinco caballos, fundamentales para amasar el barro, pastaban el 6 de enero en el Paseo 7 de Setiembre, cuando ya había comenzado a reparar algunos de los galpones donde duermen. Perdió herramientas de trabajo y cientos de ladrillos que estaban secándose al sol y a los que sólo les faltaban tres días de secado cuando llegó la creciente; perdió también una montaña de leña (cuyo valor estimó en 15.000 pesos) que había cortado a mano para alimentar los hornos de ladrillos durante el verano, que es cuando más se produce porque suele ser la época más seca y de sol más fuerte. Tejeira da trabajo a dos barreros y dos cortadores de ladrillos; ni él ni el resto están en caja, por eso es inviable que haya soluciones como ir al seguro de paro. Hasta el 6 de enero no había podido producir, no sólo por no tener los medios, sino porque los 400 milímetros llovidos en Brasil en los últimos días habían hecho crecer el río a un nivel que no es el que el trabajo requiere; de él extraen la tierra.

Soluciones

Heber Cruz también es ladrillero pero vive en otro barrio de Artigas, en Ayuí. Ayer estaba en el predio ubicado contra el río, conocido como el Polígono, donde producen unos 15 ladrilleros u “oleros”, como se autodenominan. Perdió 15.000 ladrillos que estaban prontos para secar, otro ladrillero los tenía en el horno que no terminó de secar y perdió 12.000, otro 8.000... Dijo que no tienen que arrancar de cero, sino de “cero para atrás”, porque el agua “volteó ranchos, casas”, se llevó herramientas, moldes, medicación de los caballos y hasta un carro. Ayer estaba arreglando la cancha donde se cortan los ladrillos para poder empezar a producir. Tiene 60 años y desde los 12 fabrica ladrillos.

Todavía no tenía muy claro cuál sería la ayuda del Estado a la que podrían acceder. Sabía que la IA había hablado con el Ejército para poder producir en el cuartel. “Eso andaría bien”, comentó. También se mostró interesado en acceder a un préstamo de República Microfinanzas. Esa alternativa fue anunciada por Álvaro García, director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, el 29 de diciembre; tras la reunión de la Comisión Sectorial de Descentralización la mencionó como una ayuda para emprendedores como los ladrilleros, pequeños negocios y almacenes barriales que sufrieron pérdidas durante las inundaciones. La idea es dar un préstamo con un período de gracia de seis meses y un subsidio de 50% en la tasa de interés.

Rossana Apaolaza, directora de Desarrollo Social de la IA, detalló a la diaria que hoy tendrán una reunión para afinar la propuesta de producir ladrillos en el cuartel. Adelantó que el Ejército ofrecerá el lugar, el cuidado de los caballos y la forma de obtener agua; a cambio se quedará con una parte de la producción (5% o 10%, dijo Apaolaza). La IA se encargará de llevar la tierra, puesto que el cuartel queda lejos del río. Dijo, además, que el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional les dará formación “para que conformen una empresa de forma de que puedan tener sus boletas”. “El gobierno [departamental] quiere que legalicen [su producción] para empezar a comprarles de manera directa, porque se han proyectado viviendas y queremos que comprarles a ellos; es una forma de darles la capacidad de generar sus propias empresas, unipersonales o grupales”, comentó Apaolaza. Recordó que “fue un compromiso de campaña” trabajar con los ladrilleros “para que puedan producir de otra forma”, porque el precio del ladrillo sube pero ellos siguen en la parte más baja de la pirámide.

Sin salir a flote

“Tenemos 220 familias, entre areneros y ladrilleros”, contó a la diaria Laura Marcelino, profesora de geografía de Artigas y referente local por Uruguay para el Proyecto piloto demostrativo de la Cuenca del río Cuareim/Quaraí, que desarrolla el Programa Marco Cuenca del Plata. El dato surgió de un censo que realizó el programa con el apoyo de ladrilleros y areneros, que fue presentado en mayo de 2015. Marcelino, que es docente de secundaria, sabe del tema, también, porque es hija de un arenero.

“Artigas tiene 42% de desocupación. Si la gente trabaja en el río es porque no tiene otra alternativa”, planteó. Dijo que muchos son ladrilleros y areneros, pero que “de los dos sectores, los areneros son los más sufridos”: son quienes ingresan al agua en invierno a temperaturas bajo cero, los que trabajan por el día; comentó que ganan de 300 a 500 pesos por día y que ahora, que llevan más de 15 días sin trabajar, no tienen qué comer. Los ladrilleros empezaron a trabajar hace dos o tres días, dijo, pero los areneros se quedan sin trabajo “antes, durante y después” de la inundación, y ahora “están parados sin saber qué hacer”.

Marcelino contó que en Artigas hay 50 olarías, núcleos en los que alrededor de tres ladrilleros fabrican ladrillos. Detalló que la propuesta es trasladar al cuartel entre ocho y diez olarías, es decir, alrededor de 20%. La docente también hizo énfasis en la formalización del trabajo; dijo que los intermediarios han llegado a comprarles 1.000 ladrillos a 1.700 pesos (lo que no cubre los gastos de producción) y a venderlos a más de 6.000. Pero es a los intermediarios a quienes los ladrilleros suelen recurrir cuando hay inundaciones, porque ellos les prestan plata que les permitirá volver a producir.

La docente comentó que si bien la mayoría de los areneros y ladrilleros viven en las márgenes del río, 42% está lejos. Por eso insiste en que el Centro Coordinador de Emergencia Departamental asista no sólo a los inundados, sino a los ladrilleros y areneros en general, porque son afectados vivan o no contra el río. Los préstamos no les llegarían a ese 42% que vive lejos del Cuareim. En la sede artiguense de República Microfinanzas informaron que para recibir el préstamo tendrán prioridad quienes cuenten con carné de inundado.