Aquí, además de obras de arte, se suma la farra, diversas propuestas gastronómicas, alcohol y música. La Floresta volvió a apagar las luces del alumbrado público e iluminó la creatividad para encender los sentidos. Las viejas casas señoriales de principios del siglo XX y las de arquitectura art déco; el hotel La Floresta, emblema y patrimonio histórico desde el año pasado, con arquitectura de crucero, como el Yacht Club de Montevideo; los body painting, los origamis, los músicos callejeros, las estatuas vivientes, los acróbatas, los pintores, los pregoneros y romanceros, la música electrónica, la cumbia, el tango y el rock, las intervenciones sonoras. Todo junto, exaltándose. Sin embargo, a pesar de que todo estaba preparado para que la fiesta durara hasta la madrugada, lo de pasar la noche sin dormir se vio obstruido por razones naturales. Llovió, relampagueó, tronó y cayeron rayos, se apagaron la música y las luces, volaron sombrillas y carpas de stands y el público y los turistas se ensoparon. Corrieron, gritaron, rieron y hasta exclamaban al unísono “¡ohhhh!” cada vez que tronaba.

Dimensión conocida

Intentar salir de la ciudad para ir hacia el este por la Avenida de las Américas ya era un problema de tarde. Cerca de las 19.00, era casi inviable. La cantidad de autos y ómnibus en fila tocando bocina ante la imposibilidad de avanzar y el calor omnipresente hicieron poco placentero el viaje de ida. Más de dos horas desde la capital para llegar al kilómetro 53 de la ruta interbalnearia Liber Seregni, al balneario fundado por Miguel Perea a fines de 1909, separado de Parque del Plata por el arroyo Solís Chico. La Floresta, que cada unos 50 metros tiene esculturas en su rambla, recibió este viernes unos 20.000 visitantes, que recorrieron más de 50 puntos de gastronomía y otros 25 puntos en el círculo de degustaciones de vinos, cervezas artesanales, quesos y fiambres, que se instalaron en el salón del edificio del antiguo hotel crucero. Desde la primera edición de la Noche Blanca en La Floresta, se han ido sumando propuestas y personas: en 2012 hubo sólo nueve stands, con comidas típicas uruguayas; esta vez hubo más de 35 artistas participantes y 16 obras, unas 40 cuadras de propuestas artísticas, gratis.

Las calles aledañas a la rambla tenían diversas propuestas. Uno podía encontrarse desde vecinos que sacaron a la vereda cuadros de barcos y caballos tallados en peltre con marco rústico, hasta propuestas de tecnología “de inmersión en una realidad virtual”: unos lentes Oculus Rift por los que se veía una montaña rusa y nieve. También se presentaron dos propuestas sonoras de Brian Mackern, un artista uruguayo especializado en sound art y el arte en red. La primera intervención sonora fue al atardecer y duró media hora; consistió en diversas frecuencias sonoras ancestralmente adjudicadas a los diferentes centros de energía del cuerpo y a los planetas que en ese instante estaban en el cielo. La otra se llamó “Temporal de Santa Rosa”: un concierto audiovisual de 20 minutos basado en las interferencias radioeléctricas ocasionadas por ese temporal el año pasado.

Como ya es costumbre, la fachada del hotel crucero se utilizó como pantalla gigante. Allí se proyectó una animación que comenzó con una imagen de la calavera Garbancera, bautizada por el muralista mexicano Diego Rivera como La Catrina. Después se fueron fusionando colores y animaciones que terminaron con un dragón naranja que se metía y salía a través de las ventanas del hotel, lanzando llamas y prendiendo fuego todo.

Otro de los atractivos más destacados fue la “Nube blanca”, una instalación urbana de lana en forma de nube de la que salían trenzas que simulaban la lluvia. La obra surgió a pedido de la Nuit Blanche de París, que se contactó con los organizadores de La Floresta e invitaron al país a participar en el evento madre con una exposición. Las organizadoras del evento uruguayo eligieron como símbolo de identidad la lana e invitaron a la Facultad de Arquitectura y al colectivo Urban Knitting Uruguay, un movimiento artístico y callejero que se dedica a vestir el mobiliario de las principales ciudades del mundo con tejidos coloridos, a elaborar un proyecto en conjunto. De allí surgió la idea de hacer una nube con lana merino: en las trenzas que representan la lluvia se colgaron los comentarios y las sensaciones del público sobre el clima (tema de la Nuit Blanche en París). La nube viajó y volvió, y este viernes en La Floresta se leyeron cosas como: “¿Quién te besó bajo la lluvia?”.