“Señores y señoras de la Corte, lo que estamos viviendo es un juicio histórico aunque no sea un juicio a la Historia, que ya dio su veredicto. Es un juicio penal de víctimas y carniceros, víctimas en carne y hueso, aunque para la mayor parte de ellas tampoco tengamos los huesos”. Con esas palabras, el abogado Luca Ventrella empezó su requisitoria el viernes 21 en Roma, en la audiencia número 52 del juicio Operación Cóndor ante la Tercera Corte de Asís, presidida por la jueza Evelina Canale. La jornada entera estuvo dedicada a los alegatos finales de los abogados Ventrella y Mauricio Greco, en representación de la Presidencia del Consejo de los Ministros de Italia, y Andrea Speranzoni, en representación de los familiares de las víctimas ítalochilenas José Montiglio, Jaime Donato y Juan Maino; de los uruguayos María Asunción Artigas y Guillermo Manuel Sobrino; del Partido Comunista de Chile y de la Confederación Italiana de Sindicatos de Trabajadores.
Ventrella ofreció a la Corte un perfil paralelo de imputados y víctimas en este juicio: “Los imputados son todas personas que tienen en común haber recubierto un rol de comando y de autonomía decisional, y que habían adherido a las finalidades del Plan Cóndor. Las víctimas son estudiantes, sindicalistas, personas que luchaban por ideales de solidaridad y justicia”. El abogado utilizó algunos casos para demostrar la coordinación en el modus operandi que conecta a los imputados con las acciones; citó el caso Dossetti como ejemplo de operación conjunta entre países y de la responsabilidad de Tróccoli: “Carlos Alberto Dosil refirió en esta aula que Tróccoli lo interrogó en Montevideo sobre Dossetti y que, después de algunos días, le dijo que ya lo habían apresado en Buenos Aires”. También hizo referencia a José Gavazzo, a quien describió como un violento narcisista que se presentaba a sus víctimas con nombre y apellido; aludió al caso de María Asunción Artigas, cuyo hermano Dardo estuvo presente en el aula con una foto de ella colgada al cuello, para subrayar la violencia y el dolor que tuvo que atravesar esa familia. Asimismo, relató el testimonio de Ángel Gallero para decir que “también en el Fusna se moría”. De las declaraciones de Gallero repasó las torturas incalificables a las que fue sometido y el hecho de que haya visto en el Fusna al campeón de ajedrez Carlos Cabezudo y a la joven Célica Gómez. “En las declaraciones de Tróccoli me pareció volver a escuchar la voz de Erich Priebke [militar y criminal de guerra alemán condenado en Italia por la masacre de las Fosas Ardeatinas]”, siguió el abogado, y citó el fallo contra el militar alemán, en el que se habla de violación del principio humanitario de lo ius gentium. “No existe una ideología que permita justificar una barbarie como esa; esos son crímenes de excepcional gravedad, que no merecen ciudadanía”, prosiguió, y alcanzó a decir que haber recibido órdenes no basta para justificar los actos de los imputados, porque ante disposiciones de aquella clase había “el deber de la desobediencia”.
El abogado se dirigió especialmente a los miembros no togados de la Corte y explicó que, más allá de los reconocimientos visuales de los imputados, el juicio ofreció muchos indicios que concurren para definir el cuadro probatorio. Se extendió un buen rato en relatar las circunstancias agravantes, poniéndolas en relación con fallos ya emitidos por cortes italianas e internacionales: “Primero, la premeditación; luego, la sevicia y la crueldad, excesos de impactante perversidad; las razones viles y triviales que animaban a los imputados. Estos crímenes son imprescriptibles: hemos contemplado su actualidad en las palabras de los testigos. Y el tiempo transcurrido no borra esas heridas, que son continuamente revividas por la falta de restitución de los restos. Asimismo, el transcurso del tiempo no ha producido algún arrepentimiento en los reos, algún remordimiento que los llevara a pedir disculpas. Al revés, Tróccoli, a una distancia de años de los hechos, nos repitió siempre las mismas cosas, a pesar de que ha tenido mucho tiempo para reflexionar sobre los crímenes cometidos”.
Ventrella y Greco se sumaron a los pedidos de cadena perpetua ya formulados por la Fiscalía. En nombre de Italia, pidieron una indemnización de cinco millones de euros. “Si existe justicia, esta Corte pronunciará las justas penas para estos hechos. La Presidencia del Consejo de los Ministros representa a toda la comunidad nacional. Lo que ha sucedido insulta los principios de convivencia que están en la base de nuestra Carta Constitucional”, concluyó Ventrella.
El abogado Speranzoni hizo una larga introducción sobre la naturaleza de los crímenes que son parte del juicio, antes de pasar a detallar cada uno de los casos que representa. Relató cómo la doctrina jurídica latinoamericana indicó las violaciones objeto de este juicio como “crímenes de la indiferencia” y “crímenes de deshumanización”. Citó al juez francés Antoine Garapon, que en su libro Crímenes que no es posible castigar ni perdonar habla de la naturaleza de los crímenes de lesa humanidad, a los que define como “crímenes en contra de los indefensos”, en virtud de la condición de indefensión en que se encuentra una persona sometida a tortura. Hizo una lista de los fallos de la Suprema Corte argentina que analizan el tema del terrorismo de Estado y la deshumanización por medio de la sustracción de los niños. “La desfiguración y el ocultamiento de las víctimas representan la conciencia, por parte de los imputados, de la enorme entidad del crimen cometido”, expresó Speranzoni. Al analizar la parte uruguaya, y en particular el caso de Mary Artigas -ya que dejó que la abogada Alicia Mejía se hiciera cargo del análisis del caso Sobrino-, empezó con una referencia fotográfica escalofriante: “Encontré entre las fotos que el testigo fallecido Daniel Rey Piuma puso a disposición de la Corte en octubre de 2016 las fotos de María Asunción Artigas y de su compañero Alfredo Moyano. Se las mostré al hermano de la mujer, Dardo Artigas, que quedó helado. Eran fotos que no veía desde 1977; eran fotos que su hermana y su cuñado llevaban dentro de sus carteras”. Speranzoni quiso recordar a la Corte la figura de Mary Artigas en las palabras de las personas que la acompañaron durante el parto en el centro clandestino de detención Pozo de Banfield, y recordó que la niña nacida en cautiverio, Victoria, fue recuperada en 1987. “Sobre los casos de secuestro y desaparición de uruguayos en 1977 que analizamos en este juicio, es evidente que existe un pacto de silencio entre los imputados”, agregó. “Señores de la Corte, Tróccoli, en su libro La ira del Leviatán, se define como un profesional de la violencia; es tarea de ustedes, analizando el abundante material probatorio que aportamos, decidir si su coartada tiene fundamento”.
El abogado se sumó a los pedidos de condena a prisión perpetua y pidió una indemnización para las partes civiles. Su requisitoria terminó con la dedicatoria, a todas las víctimas y sus familias, de las palabras de una canción de Víctor Jara, cantautor chileno asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet.