Colocar el futuro en el análisis y en la reflexión de una temática requiere de un abordaje teórico, metodologías e instrumentos adecuados al objeto de estudio. La naturaleza del tema o problema cambia, ya que incorporamos no sólo un marco dinámico-evolutivo sino emergente, generativo, que incluye la naturaleza de la creatividad y del cambio inmanentes.

Pensar en el futuro del trabajo tiene la amplitud de sus interrelaciones e interdependencias; pueden estar referidas a profesiones o especialidades que demandarían los trabajos del futuro o, puesto de otra forma, a tipos de competencias, habilidades y conocimientos en los cuales formarse hoy, y que habiliten adecuación para la sociedad del mañana. Esto nos lleva también a plantearnos qué educación y modos del aprendizaje, posibles cambios en responsabilidades y roles –como por ejemplo, el del educador, el de Estado, de las instituciones educativas tal como las conocemos y heredamos-, la agencia personal en el proceso de formación, trayectorias abiertas, nuevo sentido del conocimiento, creación, circulación y validación, nuevos modos de acreditación y legitimación, etcétera.También implica pensar el tema en relación a los cambios en las empresas, su organización y modelos de negocios, o colocando de manera diferente la pregunta y la reflexión: hay que explorar posibles nuevos modos de generar y distribuir valor socialmente, ¿qué nuevas regulaciones para nuevos modos de organizar y desempeñar trabajos? A todo esto, también se abre y vincula otra muy importante pregunta, ¿para qué sociedad? o ¿para qué desarrollo colectivo y personal?

Otra intersección clave es con el fenómeno demográfico, en especial con el aging o envejecimiento (aunque prefiero el vocablo anglosajón, que podría tomarse como gerundio de edad , ir “generando edad” y no la definición cuasi determinante de “vejez” cargada de ciertas connotaciones biológicas, psicológicas y sociales asociadas a deterioro y pasividad), que pulsa a considerar nuevas prácticas y sentido individual y sociales, y que nos abre a nuevas posibilidades que llevarían a interpretar y vivir de forma muy diferente el proceso de aging. Vinculado a todo lo anterior, se vuelve necesario pensar ¿qué nuevo sistema de seguridad social incorporaría estas transformaciones?

Podríamos seguir con interrelaciones y nuevos – y no tan nuevos- cuestionamientos, hasta llegar a la propia categoría de trabajo, ¿qué nuevos modos de entender el trabajo? La categoría que usamos está llena de contenido –principalmente- de un modo particular de entender el trabajo: en sociedades capitalistas industriales, de acuerdo a estructuras generadas hace más de un siglo, que cimentaron los parámetros en torno a los cuales se fueron modelando diversidad de especificidades, y que vienen dando señales de agotamiento o desacoples. Aún no mencionamos el rol y lugar de las tecnologías en estos nuevos entramados. La robótica, inteligencia artificial, las plataformas de convergencia tecnológicas que abren posibilidades ni siquiera imaginadas hoy. Los temidos desplazamientos –sustitución, obsolescencia- y las imaginadas nuevas oportunidades.

Un análisis del contexto de presente que incluya el futuro tiene necesariamente que ir más allá de los actuales límites sistémicos para pasar a imaginar futuros posibles y descubrir otras maneras de ver y entender el presente.Y es para ese giro epistémico -el usar el futuro para entender de manera diferente el presente hoy-, que necesitamos marcos teóricos, metodológicos e instrumentos específicos. No se trata únicamente de pensar el fenómeno en sus trayectorias conocidas (re-construcción de pasados) y aspectos de contexto (manifiestos o encubiertos), ni viendo solo tendencias (proyecciones) y/o causalidades lineales que se extienden hacia adelante en el tiempo; sino que la clave está en profundizar en los sistemas de anticipación que se usan para imaginar el futuro y poner foco en el uso de enfoques e instrumentos que nos permitan “ver” -entender- el presente como espacio amplio de posibilidades -alternativas-. Al decir de Bergson, no es lo “real” que se hace posible, sino lo posible que se vuelve real. Por lo tanto, lo posible está antes de su “real-ización”. Los futuros posibles no están en el 2030, 2040, o 2050. Están hoy y requieren ser descubiertos y /o creados. Y esto no es fácilmente intuitivo y menos espontáneo.

Estudiar un fenómeno desde un encuadre de futuro como anticipación permite ver el presente de otra manera; es una alternativa a seguir viendo “un más de lo mismo” que se proyecta y/o repite en el tiempo.El futuro deja así de ser únicamente concebido como un target-objetivo-hecho a alcanzar– o evitar-, que tanto el pronóstico (forecasting), las proyectivas, como las modalidades voluntaristas lo transforman en un fin último (fijándolo y determinándolo), para adoptar un enfoque de permanente exploración de la actualización de posibles nuevas condiciones y posibilidades, una actitud a la vez más humilde y de respeto hacia la libertad de elección futuras, y de apropiación y empoderamiento en el presente, y por otra parte, de reconocimiento de las capacidades creadoras tanto del universo en general, como de las personas, colectivos y sociedades.

Esto no es una postura ingenua que desconozca aspectos estructurales y estructurantes, sino, por el contrario, apela al derecho y garantías del uso efectivo de capacidades de libre elección (en el sentido seniano), de agencia personal y colectiva, fortaleciendo esas capacidades al devolverle el futuro como espacio para la acción reflexiva presente. ■

Lydia Garrido Luzardo, laboratorio de futuros (FLACSO Uruguay)