¿Con qué se van a encontrar los lectores de Los amores equivocados (Casa Editorial Hum)?

-Se encontrarán con 11 cuentos que tienen como tema central las relaciones amorosas. En un momento me di cuenta de que los relatos que estaba escribiendo tenían que ver con relaciones asimétricas o que podrían considerarse “no aceptadas” por la sociedad. Pero si bien estas experiencias amorosas pueden ser equivocadas, amar no es equivocado.

En todas las relaciones -aun en las que terminan con separación- en algún momento hay seducción, y eso es lo que me importa mostrar en varios de estos cuentos. También hay relatos en los que uno de los dos ha amado mucho y no es correspondido, o cuentos en los que el protagonista se imagina que va a ser abandonado y sigue amando. Porque yo no creo que el objetivo del amor sea la felicidad; el objetivo del amor es amar y ser amado, pero es algo que no se da todo el tiempo. Me interesa en estos cuentos, justamente, mostrar lo imprevisto, la seducción que en principio no se podía dar por diferencia de edad o porque uno de los dos estaba comprometido y, sin embargo, de repente sucede.

En estos cuentos la mayoría de los encuentros son ocasionales o fugaces, no abundan las historias de matrimonios o de parejas.

-Las relaciones fugaces se dan mucho hoy en día, por eso considero que es un libro muy actual. Lo que me interesaba era poner en juego la sexualidad y el psiquismo de cada personaje, mostrar cómo vamos con eso a la relación, al encuentro con el otro.

Son cuentos que considero muy contemporáneos y urbanos. En todos los personajes hay una conciencia de soledad muy grande. Parecería que en los tiempos de internet y Facebook seguimos estando solos. Creo que hay tantas posibilidades de comunicación porque nos sentimos muy solos. Pero el hombre feliz no necesita whatsapp, la mujer feliz tampoco.

Algunos cuentos recuerdan el tono de los relatos de Habitaciones privadas (Hum, 2014), porque si bien el tema de este libro es el amor entre líneas, se lee la misma crítica a la sociedad actual.

-En vez de hacer un ensayo sobre las relaciones eróticas de la actualidad, lo que hago son parábolas. Estos cuentos tienen mucha unidad en tanto demuestran el perfil de una sociedad donde la gente está muy sola, y buscan la felicidad en los encuentros fugaces que pueden parecer más fáciles, porque aparentemente no hay compromiso.

Tendría que hacer un ensayo para hacer una crítica al mundo contemporáneo, que también tiene sus cosas buenas. No creo que todo tiempo pasado haya sido mejor... Me gustaría vivir en el siglo próximo, me da mucha curiosidad saber cómo será. Aunque también soy muy crítica con la aceptación de todo lo que viene dado por la ciencia y la técnica.

Sin embargo, a pesar de que no añorás cuestiones del pasado y te alegrás de los avances de la técnica, sos muy nostálgica, ¿de dónde viene eso? ¿Del exilio? ¿Del Río de la Plata?

-Es innato, si no se es melancólica no se puede escribir. Me contaba Cortázar que él, que tenía tantos amigos y que era tan querido, también tenía su parte melancólica. Sin esa parte melancólica no se puede ser un artista.

El otro día, revisando la biblioteca, me encontré con un libro que había editado en 1980 aproximadamente la revista Liberté, y la única pregunta que se le hizo a 100 escritores del mundo fue: ¿por qué escribe usted? Yo respondí que escribo porque el tiempo pasa, escribo contra la fugacidad, para retener lo pasajero.

En el último libro de poesía que publicaste en Uruguay -La noche y su artificio (Civiles Iletrados, 2016)- hay un poema que se refiere a eso: “Detente, instante, eres tan bello”.

-Exactamente, “detente, instante, eres tan bello”, como decía Goethe. ¿Por qué todo el mundo saca tantas fotografías? Porque sabemos que somos fugaces y sabemos que existe el olvido, aunque quizás el olvido sea la manera de sobrevivir. Yo pensaría que es al revés, me crié con la generación del 70 pensando en que no hay que olvidar nada para no repetirlo. Pero sabemos que vamos a olvidar, incluso es necesario, y porque sabemos que vamos a olvidar es que sacamos fotografías y queremos retener los momentos, porque sabemos que somos efímeros.

El personaje del cuento “Ne me quitte pas” dice: “Para seguir viviendo es necesario olvidar que se vivió y para seguir amando es necesario olvidar que se amó”. ¿Para qué ese olvido, para enfrentarse otra vez al amor?

-El último amor siempre es asesino, mata a todos los demás. No quiere decir que uno olvide a los amores que tuvo, pero el amor actual, en la medida en que actualiza el deseo y los sueños, devora a todos los demás. Me parece que cuando uno está enamorado piensa que ese es el gran amor porque no hay otra manera de decirlo, es la actualidad del amor lo que hace que uno piense que ese es más importante que los otros.

Lo amoroso es un tema recurrente en tu obra, y si bien cada novela cuenta una historia distinta, hay muchas constantes, por ejemplo, las reflexiones sobre el amor y el deseo que están en boca de los personajes.

-De las emociones y los sentimientos nunca está todo dicho, porque incluso uno mismo los percibe de distinta manera. Tal vez en el amor no está todo dicho porque no es totalmente abordable por el lenguaje, y si no es totalmente abordable por el lenguaje, no sé por qué podrá ser abordable. Me llaman la atención las historias de amores silenciosos o entre personas que no tienen una lengua en común, pero tienen el tacto y tienen la mirada. En este libro abordo el tema de la seducción, no el momento en el que creíste que compartías y en realidad no compartís, porque es muy difícil salirse de la prisión del yo pero bueno... uno lo intenta.

Los cuentos de este libro más que de amor son de desamor, porque el amor no siempre acude a la cita.

-El amor falta a la cita incluso en los cuentos de amor, como el que se llama “Los amores equivocados”, donde hay una experiencia amorosa que se prolonga en el tiempo y de pronto hay una relación que pone en duda ese amor tan profundo. Es la primera vez que pongo en un mismo cuento -ya lo he hecho en poesía- a las dos ciudades en las que está repartida mi vida: Montevideo y Barcelona. La protagonista hace ese viaje buscando el amor.

La autora también hizo ese viaje, tal vez no en busca del amor...

-¡Salvando el pellejo! Pero uno lo encuentra igual, el amor siempre está. Siempre pensé que uno está adaptado a la ciudad donde vive cuando consigue enamorarse de alguien de allí. Es la forma de entrar en diálogo con lo diferente. Uno tiene la idea, probablemente soñadora, de que en el exilio la gente se une más pero no siempre es así, porque el exilio es una experiencia muy traumática, la gente se une más o se separa más. La manera de abordar lo límite puede ser muy diferente.

Con respecto al deseo, otro de los personajes de Los amores equivocados afirma: “El deseo habla de quien lo siente, no del objeto, como el amor habla de quien ama, no de lo amado”.

-Es cierto, y eso lo dice mejor Platón: “Bello es lo que uno ama”. Y tiene que ser así porque si no todos amaríamos a las mismas personas. Yo tenía un amigo que estaba muy enamorado de su mujer y decía que ella se parecía a Ava Gardner, pero era el único que veía ese parecido y eso valía para él. Montaigne lo dijo muy bien, sufrió mucho cuando murió su pareja. Habían vivido 20 años juntos y alguien le preguntó: “¿Por qué lo querías tanto?”. Y contestó: “Porque él era él y yo era yo”. Esa es la cifra tan imponderable de por qué se ama a uno y no a otro: porque él era él y yo era yo.

En una pareja, uno y otro es más que la suma de cada uno, porque lo que uno cumple son sus fantasías. Ponemos en juego la parte más íntima, los sueños. Lo que falta es corporizarlo. Cuando uno piensa que encontró la piel de sus sueños, lo que encontró son sus fantasmas corporizados, hasta que ese ser ya no responde a ese sueño. Pero el amor puede superar eso y la pasión se transforma en otros sentimientos: el compañerismo, el respeto, el cariño.

En este libro, además de cuentos con momentos de mucho erotismo, hay textos con un tono bastante irónico o humorístico, por ejemplo, “Un maldito pelo”.

-Siempre he hecho una literatura bastante erótica, con muchas descripciones de ese erotismo. A veces la descripción es necesaria para que el lector empatice con lo que se está contando. En un cuento de este libro, una mujer de 48 años hace el amor con una chica de 19; para que eso sea aceptado por el lector o la lectora tengo que describirlo para que no lo rechace. Hay que tratar de que el lector se emocione, porque si no cierra el libro. Incluso es un reto, si lo digo así, explícitamente, seguramente lo rechace, pero si presento la escena de amor tal vez se erotice, porque uno lee con el cuerpo y con la fantasía.

A su vez, es un libro bastante grave, o mejor dicho, hondo y profundo, el lector debe tener momentos de alivio. El amor también tiene momentos cómicos. A veces, haciendo el amor uno se tiene que reír mucho. Hay un personaje que se pregunta por qué el sexo no está puesto en un lugar más cómodo, el codo, por ejemplo. En sí mismas hay situaciones ridículas en el amor, y lo mejor es reírse en común sin que eso rompa el hechizo del momento.

El libro da cuenta de un conjunto de textos que tienen mucha unidad.

-Mis libros de relatos nunca son relatos sueltos. El orden es fundamental. No escribo cuentos sueltos, escribo un libro de cuentos. De la misma manera que no escribo poemas sueltos, escribo un libro de poemas. Por eso los textos se relacionan y entran en diálogo unos con otros. El primer y el último cuento, por ejemplo, pueden ser bastante provocadores para el lector. “Un cuento de Navidad”, el último relato, es el más dramático del libro; casi no hay narrador, todo pasa por el lenguaje y lo que se dicen los personajes es muy duro, tiene una carga muy importante de sentimientos de gran ambivalencia. Como concibo el libro como un todo, en la estructura general hay que empezar y terminar enganchando, porque los lectores de hoy tienen poco tiempo. No podés darte el lujo de que pierdan el interés porque cierran el libro, esa libertad que siempre tiene el lector.

Una vez dijiste en el título de una antología: Mi casa es la escritura (Linardi y Risso, 2006). Siendo una escritora exiliada, ¿tu patria sigue siendo el lenguaje?

-Yo creo que sí, no me gustaría dejar de escribir. En realidad, puedo pasar períodos largos sin escribir, pero hay que distinguir entre el hecho físico de escribir que puede ser muy rápido -a veces escribo un cuento en un par de horas- de la escritura mental, del ángulo del narrador que está en juego casi involuntariamente. Muchas veces estoy mirando una situación y me doy cuenta de que la estoy mirando como escritora, es casi una aptitud psicológica, yo no la fuerzo, sale sola...

También el amor es una posible patria -quizás sea, con el lenguaje, la patria más entrañable-, mientras se viva y sea compartida por dos personas. No hay que olvidarse de que estamos hablando de sentimientos que varían mucho dependiendo de la neurosis que tiene cada uno, porque también depende de la idea que cada uno se hace. Cuando era joven tenía una idea sobre el amor, que probablemente venía de haber leído mucho las revistas Maribel o Para ti, y que sólo mostraban virtudes: el amor era bello, romántico, generoso, compañero. Y no es así, en el amor también hay malos sentimientos, hay crueldad. Freud habla de la ambigüedad de los sentimientos amorosos y por algo el amor en determinado momento se puede transformar en odio, algo que parecería imposible. En todo caso, si uno espera que el amor dure, debe saber que tendrá que trabajarlo mucho tiempo y para tener tiempo hay que ser rico, con lo cual muchas veces digo, bromeando, que el amor solamente es para las clases altas que tienen tiempo para cultivar la pasión.

Se acaba de publicar en España Las replicantes (Cálamo, 2016), un libro de poesía que originalmente llevaba el título Box No 7.

-Es un libro de poesía, no tan lírico como La noche y su artificio, que se refiere a experiencias bastante más duras, como puede ser la enfermedad. Una vez estuve internada en un box No 7 y un poema lleva ese título. Hay varios textos que hacen referencia a esa situación y a otros aspectos de la realidad española o catalana, como por ejemplo, la prostitución, que no aparecen nunca y es necesario decirlos.

Finalmente cambié el título y tiene que ver con el deseo, con el ser amado, con la cadena de replicantes que hay atrás del ser amado. El poema que se llama “Las replicantes” comienza diciendo: “Me pasé cuatro años intentando describir / a quién me recordabas / a quién evocaba / cuando te amaba / cuando te decía te quiero”. Porque muchas veces decimos “te amo” y tenemos la sospecha de si en realidad se lo decimos a esa persona o al recuerdo que esa persona nos despierta, de ella misma o de otra. Una persona nos hace recordar a otra y a otra y a otra. Al final, no sabemos cuál fue la primera ni si existió.

¿Compartís un poema de ese libro con nosotros?

-¡Cómo no! Aquí les dejo el poema “Distancia”.

Néstor Sanguinetti, desde Barcelona