Juan Carlos Monedero es profesor de la Universidad Complutense de Madrid, fue coordinador del programa de Podemos y es columnista político en Público. El viernes estuvo en la presentación de nuestro suplemento Dínamo, en el salón Azul de la Intendencia de Montevideo; seleccionamos algunas frases de sus intervenciones.
• ¿Dónde está la izquierda? Llorando por las esquinas, como un payaso derrotado, triste, con demasiado maquillaje y con una bailarina recién caída del trapecio que yace muerta en sus brazos. Esa es la izquierda. ¿Y sabéis por qué? Porque la miramos con nostalgia, y la nostalgia es una mirada doliente, llorosa, del pasado que miente, porque ningún pasado fue tan hermoso como decimos. La pregunta sobre dónde está la izquierda es una pregunta llena de equívocos, porque nos hace no ver cosas y nos obliga a ver otras que no son tan productivas. La izquierda en el siglo XX fue muy exigente, en Rusia o en China, donde fue capaz que sacar esos países que estaban en el feudalismo y traerlos a la modernidad. La izquierda fue también confusa, en la medida en que tuvo sus gulags y sus muros, y porque tuvo que usar la violencia, muchas veces por no confiar en sus pueblos.
• Además de heroica y terrible, la izquierda también fue ingenua. ¿Por qué? Porque creyó en el partido único, creyó que un solo partido iba a responder a todas las necesidades del pueblo, creyó que sólo la clase obrera iba a ser el sujeto revolucionario. La Komintern [Internacional Comunista] fue a Perú y habló con [José Carlos] Mariátegui, el secretario general del Partido Comunista. Y le preguntaron: “¿Dónde dice Marx que la revolución se hace con indígenas?” Y Mariátegui les respondió: “Es que en mi país 80% de la población es indígena”. Y le insistieron: “¿Dónde dice Marx eso?”. Expulsado Mariátegui. Eso de que la clase obrera era el sujeto revolucionario dejaba fuera de la lista a muchas personas y sensibilidades, que también eran capaces de apostar a la emancipación.
• Si Marx levantara la cabeza, patearía los traseros de buena parte de los que se declaran marxistas; si Lenin levantara la cabeza, patearía los traseros de buena parte de la gente que se proclama como leninista. Podría también especular con la posibilidad de que la levante Perón, pero mejor no, no vaya a ser que ocurra.
• La izquierda durante el siglo XX cometió hechos terribles, como intercambiar la justicia por la libertad, o aceptar que el fin justificaba los medios. Hay otra cosa que ya va siendo hora que dejemos de lado: ese presupuesto marxista torpe de que la historia es una flecha en el tiempo, donde siempre avanzamos por una idea de progreso absurda: esclavos contra señores, siervos contra amos, burgueses contra proletarios, y al final viene la emancipación. Pero ahí viene Walter Benjamin, un marxista heterodoxo que se atrevió a decirnos: ¿Cómo puede ser que revolución sea acelerar el mal que implica el capitalismo? Decía Ludovico Silva, un filósofo venezolano (y perdón por citar a Venezuela), que si los loros fueran marxistas, serían marxistas ortodoxos.
• En la Segunda Guerra Mundial había un soldado soviético y un soldado polaco que peleaban hombro con hombro contra los nazis; en un momento aparece un tesoro y lo recogen. En ese momento el soldado soviético le dice “ahora vamos a repartir esto como buenos camaradas”. Y el soldado polaco le dice: “¿y si mejor lo repartimos a partes iguales?”. Hemos abusado del lenguaje, y cuando utilizamos determinados conceptos ya no sabemos qué demonios significan, porque de izquierda son Pepe Mujica, [José Luis Rodríguez] Zapatero, Pol Pot, el Che Guevara y hasta el papa Francisco.
• Para la reconstrucción del aire de familia de la izquierda siempre me gusta pensar en Prince, o, mejor, en la etapa del “artista que antes se llamaba Prince”. Creo que tenemos que reconstruir el espacio antaño llamado izquierda, pero sin todas esas nostalgias. No existe futuro para la emancipación si seguimos mirando hacia atrás.
• El modelo neoliberal tiene su idea de utopía, su idea de salvación y su modelo de felicidad, y no hemos sido capaces, hasta el día de hoy, de encontrar qué contraponemos a esa idea. Los canallas andan en nuestros países envalentonados y la gente decente anda perpleja, y por eso Bill Gates puede decir “trabajen conmigo porque mis empleados son multimillonarios”, ignorando que hay dos tercios de la humanidad que pasa hambre.
• El día que llegue el momento en el que pensemos que no hay alternativas, entonces sí, habremos sido derrotados. Porque como decía [Fernando] Pessoa -ya es hora de que la izquierda piense en términos de poesía-: “Si ya no puedo creer que nada sea verdadero, ¿por qué sigue la luz de la luna viniendo cada noche a batir la hierba?”. Si ustedes quieren pensar en la izquierda, hagan aquello que decía Antoine de Saint-Exupéry, que si quieres navegar, no empieces cortando maderas, clavando clavos o reclutando tripulación; si quieres navegar, construye en la gente anhelo de mar.
• La socialdemocracia ha traicionado su vocación emancipadora. La socialdemocracia, para que nos entendamos, es la que gobierna en Alemania con Angela Merkel, que es la principal responsable de las políticas de austeridad. Ya me explicarán ustedes qué significa eso de decirse de izquierda y terminar gobernando como Angela Merkel. La socialdemocracia tiene que implosionar y quebrarse; es la que le está dando el golpe de Estado a Dilma Rousseff. Fernando Henrique Cardoso, el amigo de Felipe González, es el responsable del golpe contra Dilma. ¿Qué persona comprometida con la emancipación puede reivindicar ese tipo de socialdemocracia?
• Hay mucha gente que sigue apoyando electoralmente a la socialdemocracia porque cree que forma parte del cambio. Eso es una mentira; una vez que se aclare eso, la derecha tendrá que demostrar realmente quién es, y tendrá enfrente a una formación política que ya incorporó la convicción de que las políticas de [Michel] Temer, [Mauricio] Macri y [Mariano] Rajoy son políticas contra las mayorías; y esa fuerza política no negociará, porque no forma parte de ese bipartidismo, con dos elementos que nuestras democracias han jugado, en una suerte de tongo, para hacernos creer que había una alternancia, cuando en realidad no había ninguna alternancia, porque eran dos formas similares de hacer lo mismo. Y la alternativa, una vez que esto ocurra, es tener que hacer algo que llevamos más de 100 años sin hacer: confiar en el pueblo. Y eso implica poner en marcha procesos constituyentes.
• Cuidado porque ellos hacen su tarea muy bien y tienen todas las herramientas. Recordemos a los clásicos, recordemos a la Comuna de París de 1871 y lo que aprendimos de aquella experiencia: si tienes el poder y dejas intactos los instrumentos de los anteriores, te van a machacar en tres semanas. Eso no significa actualizar ningún tipo de postura autoritaria, significa romper con la ingenuidad y generar nuevas herramientas.
• Cuando vengo a lugares como estos [la Feria del Libro] me estremezco, porque estamos leyendo los mismos libros que se leían hace 50 años. ¿Leyendo libros de hace 50 años vamos a encontrar soluciones a problemas como Uber? Con esta pereza intelectual no vamos a ser capaces de enfrentar los problemas actuales.
• Nos estamos colando por sus rendijas, por aquello que decía Marx, por las propias contradicciones del sistema. Nosotros, la gente de Podemos, nos colamos en los medios de comunicación y mucha gente no lo comprende. Es que los medios son empresas, y como subíamos la audiencia cada vez que aparecíamos, y no porque seamos guapos, de repente se encontraron con esa contradicción, de ver cómo nos colábamos por las rendijas.
• Veo aquí, en primera fila, a un compañero que viene con su ropa de trabajo. En los años 60, en Italia, era muy común, en las plazas, que los trabajadores salieran de las fábricas y concurrieran a las plazas a escuchar ópera. Algo hemos perdido, y tiene que ver con lo que decía Pier Paolo Passolini en los 70, en cuanto a que el consumismo había acabado con los afanes de transformación de la clase obrera y del pueblo en general. La caída de la URSS en 1991 significó, de alguna manera, el final de la política. Las ideologías de derecha e izquierda parecía que dejaban de tener sentido; [Francis] Fukuyama escribía El fin de la Historia y cómo al terminarse el conflicto se terminaba la política. ¿Y quién empezó a ocupar ese lugar? Los técnicos. Y para que los técnicos ocuparan el lugar de los políticos sin conflicto, era necesario que la ciudadanía estuviera desmoralizada. Estar despolitizado, en realidad, significa estar desmoralizado. Cuando los técnicos empiezan a ser los encargados de determinar cuáles son los límites de las transformaciones, entonces tú te empiezas a refugiar en tu nicho privado y ya no sales de ahí. No es extraño que cuando vengo a Montevideo o voy a Buenos Aires o a Nueva York, veo en las librerías que hay una sección que crece incesantemente: la de los libros de autoayuda. La gente empieza a tener la sensación de que algo no termina de funcionar, ¿y cuál es la oferta? Léete un libro de autoayuda. Lo que tenemos que empezar a entender es que la única autoyuda que funciona es la autoayuda colectiva. Y la autoayuda colectiva se llama política.
Continuará
En la actividad también participaron el francés Christophe Aguiton, coordinador del Comité Científico de ATTAC; la uruguaya Lilián Celiberti, coordinadora de Cotidiano Mujer; el croata Tomislav Tomasevic, director del Área de Investigación del Instituto de Ecología Política, y Daniel Chávez, coordinador del Proyecto New Politics, del Transnational Institute de Holanda. En los próximos días vamos a publicar una síntesis de sus intervenciones.