La carta de Virginia Cardozo publicada el lunes 3 de octubre respecto de la vacuna contra el HPV tiene inexactitudes muy graves. Esto es un problema serio, porque el resultado podría ser que algunas niñas no se den la vacuna y a causa de eso la incidencia de algunos tipos de cáncer no disminuya todo lo que debería.

Para empezar, la carta se pregunta si el uso de la vacuna disminuirá la prevalencia de la enfermedad y afirma que “aún no lo sabemos a ciencia cierta”. No es así. La evidencia indica que la vacuna es efectiva. Un estudio publicado hace más de tres años en Journal of Infectious Diseases muestra que la prevalencia de infecciones de los virus prevenidos por la vacuna disminuyó a menos de la mitad en Estados Unidos, en adolescentes de entre 14 y 19 años, luego de que empezara el uso de la vacuna en 2006. Es más, el éxito de la vacuna en términos de salud pública se produjo a pesar de que poco menos de un tercio de las adolescentes de entre 13 y 17 años recibió las tres dosis recomendadas.

La carta dice que “se ha reportado a nivel global un aumento de embolias”. En países con prensa libre cualquier ciudadano tiene derecho a “reportar” lo que quiera, pero eso no quiere decir mucho. Un estudio publicado hace más de dos años en Journal of the American Medical Association refuta esa afirmación. El estudio examinó una población de más de 1,6 millones de mujeres en Dinamarca, de las cuales poco más de medio millón había recibido la vacuna. Los investigadores detectaron 4.375 casos de embolia, de los cuales 3.486 fueron en mujeres que no habían recibido la vacuna y 889 en mujeres que sí la habían recibido. Sacando las cuentas, resulta que la tasa de incidencia de embolias fue 23% menor (no mayor) en el grupo de mujeres vacunadas.

También se afirma en la carta que “la frecuencia de los efectos adversos graves y la vinculación directa de estos a la vacuna aún no los sabemos”, pero ya se han publicado varios estudios serios sobre cientos de miles (a veces millones) de mujeres que recibieron la vacuna. Sin ir más lejos, el estudio de revisión sistemática citado en la carta concluye, luego de examinar toda la evidencia disponible, que “los excelentes resultados de los estudios clínicos apoyan el potencial de las vacunas como intervenciones de salud pública de gran valor, y justifican su aplicación a gran escala para prevenir infecciones anogenitales de HPV y los cánceres asociados”. Una revisión sistemática aún más reciente que examina todos los artículos publicados de enero de 2007 a febrero de 2016 concluye que, “en la última década, el impacto de la vacunación HPV [...] se ha vuelto cada vez más evidente, especialmente entre las niñas vacunadas antes de su exposición al virus en países con altas tasas de vacunación”. Agrega que ya se han verificado importantes reducciones en la prevalencia de infecciones de HPV, verrugas genitales y anormalidades de las células del cuello uterino.

Si bien no hace al centro del asunto, también vale la pena mencionar que la carta está llena de falsas oposiciones. Mejorar la cobertura del PAP, que la gente tenga trabajo decente, vivienda digna y espacios de recreación y que se redistribuya la riqueza son todas ideas excelentes. Ninguna de esas ideas es contradictoria con el uso de la vacuna. Uno se podría preguntar, ya que la vacuna es tan efectiva y segura, por qué hay gente que se opone. La oposición más fuerte a nivel mundial viene de los sectores religiosos más reaccionarios, particularmente en Estados Unidos. Les preocupa que la vacuna prevenga una infección que se transmite por vía sexual y alegan que es preferible promover la abstinencia a hacer que la vacuna sea obligatoria. El problema es que, a diferencia de la vacuna, los programas de abstinencia no funcionan. Otra vertiente de oposición está formada por quienes se oponen a la vacunación infantil en general, en base a anécdotas irrelevantes, estudios fraudulentos y leyendas urbanas.

Es una pena que en Uruguay se escuchen voces pretendidamente progresistas (tanto en la carta en cuestión como en declaraciones recientes del ex subsecretario del Ministerio de Salud Pública Leonel Briozzo) en oposición a la obligatoriedad de la vacuna. La pobreza de los argumentos presentados es preocupante. El tema es grave y la salud de las mujeres (y también de los hombres) de Uruguay está en juego. El Ministerio de Salud ha tomado la decisión correcta y merece todo nuestro apoyo.

Mario A Svirsky, PhD