A raíz de un asesinato en Carrasco Norte, producto de una rapiña, Roberto Canessa, apoyado por vecinos de la zona, propuso, como posible solución a la inseguridad, fichar a todos los vecinos de los asentamientos cercanos. Sí, eso mismo. Parece evidente que las palabras claves en el planteo son: fichaje, todos, asentamiento. Después dice, con violenta ironía: “Acá la línea está entre los chorros y la gente honesta, no es un tema de ricos y pobres”. Entonces cabe la primerísima pregunta: ¿por qué se propone fichar a todos los vecinos del asentamiento y a nadie más, si la condición económica no pareciera ser la división entre “chorros y gente honesta”?

Quizá con esa frase buscó suavizar el contenido fascista de su propuesta. Fracasó en el intento. Sigue siendo una propuesta totalmente fascista. ¿Qué tan lejos estamos de exigirles que lleven su marca en el brazo, su número de pobre, su código de barras?

Surge una nueva pregunta: ¿cuál sería el objetivo del fichaje? Hasta no tener una respuesta a esto, da para pensar que es simplemente para cortar las libertades individuales, inherentes a todos los hombres y mujeres, bajo el supuesto de que son todos culpables hasta que demuestren lo contrario (¿no era al revés?). Culpables de pobres, culpables de marginales, culpables de vivir demasiado cerca de nosotros. Queremos que los fichen para poder vivir más tranquilos, porque vaya a saber quiénes son esos otros. Decimos que los tenemos bien identificados, pero que igual queremos que los identifiquen a todos. De nuevo, por las dudas.

A ver si entendimos bien: queremos privarlos de sus más básicos derechos para que nosotros (los correctos, los intachables, los del bien sobre la espalda) podamos hacer uso de los nuestros. Parece que el versito de “tus derechos terminan cuando empiezan los míos” nos hizo mal. Los derechos no terminan. Ni tu derecho hace peligrar al mío. Siempre son nuestros y conviven, que de eso se trata: de convivir.

A todo esto, es imposible evitar que surja otra pregunta. ¿Qué pasa con los delincuentes que no viven en asentamientos? A esta altura ya todos sabemos que existen, es innegable. ¡Pero qué tanto más fácil es olvidarlo y culpar siempre a los culpabilizados! Qué papa tener plata. Duele el espíritu cuando los vecinos concentrados en Arocena y Schroeder se indignan ante la impunidad. ¿Impunidad? La impunidad es otra cosa, vecino, vecina. La impunidad es matar a alguien por ir demasiado rápido en el auto de papá y que no me pase nada. Es tener en mi propia casa trabajo esclavo y que no me pase nada. Es robar millones y salir al poco tiempo… sin antecedentes penales. Eso no les pasa a los pobres.

Es lógico. La indignación y la rabia explotan porque era un conocido. Pero qué sucio usar su muerte como un hecho político, para aprovechar minutos de cámara en una interpelación que calza divino. ¡Cómo nos falta empatía en lo humano! Para entender que deberíamos ser parte de una sociedad que convive y que no sólo reacciona cuando es el de enfrente el que sufre.

¿Quieren seguridad? ¿De verdad? Entonces busquemos soluciones reales. Porque con cacerías de brujas nadie vive tranquilo. Mientras sigamos culpabilizando al otro, al diferente, al pobre, sin poder nunca ver los complejos entramados que operan o lo profundo que llegan algunas raíces, no vamos a vivir nunca en una sociedad segura.

Julia Irisity y Martina Sanguinetti, Colectivo Catalejo