Casi todos los ciudadanos del país siguieron con atención el conflicto en la enseñanza durante el año pasado. Misiles con acusaciones lanzaron tanto las autoridades como los gremios.

No voy a entrar en un juicio de valor sobre las distintas reivindicaciones de los docentes ni tampoco sobre las propuestas del gobierno. Sólo quiero detenerme en uno de los puntos: el económico (aclaro que desde mi punto de vista lo más grave son los otros puntos, pero los docentes somos trabajadores y obviamente es de estricta justicia la lucha por el salario).

Luego de muchas idas y venidas en las negociaciones, el gobierno no se movió ni un poquito de su mísera propuesta finalmente firmada, obviamente que de muy mala gana, por los gremios de la enseñanza.

Es elemental que, por menos que sea lo que se consiga, luego de una lucha tan movilizadora, el trabajador debe recibir más que lo que percibía antes de la negociación (o, por lo menos, no perder), y acá viene el tema: ¿cómo es posible cambiar los conceptos matemáticos más elementales y que 5.850 sea más que 11.033?

Uno de los supuestos logros fue el presentismo, algo que desde hace muchos años se nos paga a todos los docentes.

Hasta este año, se liquidaba cada tres meses; si tenías cero falta en ese período, recibías un porcentaje (aproximadamente 17%) del salario mensual. Como en el año se pagan tres trimestres, sumando todo terminaba siendo, al finalizar el año, como un medio aguinaldo más. Por supuesto, con una o dos faltas en el trimestre ese porcentaje bajaba notoriamente, por lo que el pago por ese concepto resultaba casi insignificante. Esa partida en porcentaje no era constante, pero durante varios años resultó ser prácticamente la misma.

El nuevo sistema de cálculo es mensual, aunque se paga cada tres meses, y no es un porcentaje: es un monto fijo según la cantidad de horas de trabajo. Durante el primer trimestre, marzo-abril-mayo, se liquidó por el convenio anterior, y en UTU cobré 11.033 pesos nominales. Durante el segundo trimestre, junio-julio-agosto, se liquidó por el nuevo convenio, y en UTU cobré 5.850 pesos nominales. Por supuesto, en ambos casos con cero falta. Entonces, me surgen varias preguntas: ¿por qué cobré menos?, ¿los negociadores hicieron las cuentas? Por parte del gremio, ¿fueron conscientes del acuerdo? Por parte del gobierno, ¿acordaron esto para que no sea tan duro, “económicamente” hablando, faltar a trabajar?

Seguramente alguien pueda pensar que ahora se reparte más equitativamente ese dinero, pero no hay que perder de vista que esa partida es para incentivar y premiar a quien no falta a trabajar, y resulta que ahora varios docentes cobran menos que antes por el simple hecho de no faltar. Realmente cuesta creer que un gremio trance por un acuerdo de este tipo, que tiene como efecto que en algunos casos se baje a la mitad el ingreso por ese concepto.

Podemos estar de acuerdo en flexibilizar en alguna medida la forma de contabilizar las inasistencias; que en vez de contarlas cada tres meses se haga por mes, como ahora, pero jamás sacrificando el logro económico de un acuerdo conseguido hace varios años.

En definitiva, los mismos trabajadores financian el logro económico del conflicto. Espero que con este acuerdo, por lo menos, se empate con el dinero que se destinaba antes, no sea cosa que ese mísero aumento otorgado en los sueldos por el gobierno sea también financiado con el dinero de esa partida que ya teníamos los trabajadores.

Washington Stebniki