Fue intendenta de Montevideo durante el período de gobierno anterior, y actualmente ocupa la subsecretaría del Ministerio de Desarrollo Social. Ana Olivera hizo un balance del proceso de descentralización en Montevideo, iniciado en 1990, y reflexionó sobre la segmentación territorial en la ciudad. Sostuvo que hay una división “que va más allá del espacio, y que tiene que ver con nuestras cabezas”.
¿Qué evaluación hacés del proceso de descentralización en Montevideo?
-Fue un proceso deseado y planificado, hasta donde podía ser planificado en su momento. Yo conservo el documento 6 del Frente Amplio (FA), que son las bases del gobierno departamental de 1989. Allí se define qué significa la descentralización, porque la descentralización no es ni buena ni mala en sí misma, tenés que ponerle muchos condimentos, muchos apellidos, tenés que explicar qué pretendés con esa descentralización. Y la descentralización se establece en ese documento como una herramienta adecuada para promover un proceso de participación ciudadana o de protagonismo popular en la gestión de políticas públicas. Se pauta esta idea de transferencia de poder hacia lo local. En segundo lugar, se establece por qué la necesidad de que los ciudadanos sean ciudadanos, y no contribuyentes, es decir, que sean parte de la construcción de la política pública. Y tiene un tercer condimento, que a mí me gusta mucho, y que cada tanto lo recuerdo, porque en ese documento está planteado el rol de las políticas sociales como un elemento nucleador de la ciudadanía en torno a la participación. Se establece la descentralización como un elemento sustantivo para ir contra la estrategia neoliberal, y se lo pauta de esa manera. La estrategia neoliberal implicó un proceso de desestructuración de la sociedad, y lo que se plantea con el proceso de descentralización que instalamos en la década del 90 es fortalecer el tejido social.
De todo eso que soñamos, después la realidad dijo que tenías acotamientos legales, confrontación política... Y logramos algo que no era totalmente lo que queríamos, pero se instaló un proceso de participación ciudadana. Hemos necesitado, quinquenio tras quinquenio, airear ese proceso, porque muchas veces se da un proceso de cercamiento del espacio de participación. Más allá de que se planteó la existencia de concejos abiertos, la obligatoriedad del municipio de consultar para hacer su plan quinquenal, se necesita algo que motive la participación. Por eso con los propios vecinos hemos hablado de las participaciones. Eso me parece sustantivo ponerlo sobre la mesa una vez más. Hablamos, sí, del rol del concejal vecinal, pero hablamos también de las políticas de género, que nuclean a cientos de mujeres que participan activamente, hablamos de los 5.000 jóvenes que participan en la Movida Joven, los cientos de adultos mayores que se mueven en torno a sus organizaciones, los discapacitados organizados. Nos cuesta reconocer que hay variadas participaciones. La pregunta es: ¿han participado los vecinos en la definición de políticas públicas, o es todo verso? Uno tiene ejemplos muy fuertes, que no quiere decir que sean todas ganadas. Goes. Es una propuesta que nace del seno de los propios vecinos organizados, cuando ven que el barrio se va degradando, se va vaciando, se llenan las pensiones, la plaza de deportes se deteriora. Allí el gobierno local es facilitador de un proceso en el que los vecinos insisten, hacen relevamientos, tienen una comisión específica de vivienda. Se crea el consejo de Goes, que es la articulación de lo nacional, lo departamental, lo local y los vecinos organizados, y que va delineando un plan de revitalización del barrio que tiene como eje el Mercado Agrícola, pero también las cooperativas, los préstamos para la recuperación de viviendas, la recuperación de la estación Goes, la instalación de un centro cultural.
La segmentación territorial en Montevideo se ha acentuado. ¿Cómo se hace para revertir esa situación?
-Nosotros hace poco tuvimos un debate internamente sobre ese tema. Porque yo creo que hay poco conocimiento de lo que pasa de Avenida Italia al norte. Escuchaba el otro día a un sociólogo hablar de por qué no existen espacios públicos de calidad en las zonas de la periferia. Y yo decía: “¿Y quién te dijo que no existen espacios públicos de calidad?”. Hice un ejercicio con los que estaban presentes y les pregunté: “¿Ustedes conocen el Monte de la Francesa?”. El Monte de la Francesa hoy es un teatro de barrio que ha ganado tres presupuestos participativos, con una comisión administradora de vecinos que tiene todas las noches de Carnaval con actividad, pero que a su vez tiene equipamientos para niños, equipamientos integradores en los que pueden jugar discapacitados con no discapacitados, elementos de ejercicio. Es un espacio precioso para disfrutar. O andá a la plaza Rodolfo Rincón, en Nuevo París norte, o a la plaza Casavalle. Entonces, hay espacios de calidad. Eso no quiere decir que no haya segmentación espacial. Y además hay una segmentación que va más allá del espacio y que tiene que ver con nuestras cabezas. Algunos dicen: “Lo que pasa en esos barrios”. Lo vivimos con una muerte reciente en el asentamiento Acosta y Lara. Los vecinos del asentamiento Acosta y Lara son trabajadores, que hace muchos años formaron la asociación civil La Esperanza y, apoyados por muchísimos vecinos, lograron incorporarse en el PIAI [Programa de Integración de Asentamientos Irregulares] con una cantidad enorme de realojos, y realizan los realojos construyendo infraestructura y espacio público. El problema es que muchas veces nos quedamos encerrados en nuestra propia realidad; no cruzamos de Avenida Italia al norte y, por lo tanto, nos impedimos a nosotros mismos disfrutar de ir al castillo Idiarte Borda, de mirar todo lo que está pasando en Lezica con las nuevas construcciones. Hay un Montevideo que trata de construirse democráticamente, pero para eso hay debates que deben plantearse en el centro de la sociedad. El debate de si es democrática la rambla, por ejemplo. 60% de los montevideanos veranea en las playas de Montevideo; de algún lado vienen, no son sólo de la costa. ¿Y cuántos van al otro lado? ¿Cuántos van a disfrutar del Carnaval en Manga, en el barrio Lavalleja, en Paso de la Arena? Hay un sinnúmero de actividades que se hacen. Necesitamos la movilidad, la circulación en la interna de la ciudad, mirar de otra manera las realidades. Eso es fundamental.
Además de la construcción de espacios públicos, ¿qué otras políticas públicas pueden llevarse adelante para combatir la segmentación?
- El proceso de construcción de las periferias está vinculado con la expulsión de esas personas de la centralidad a la periferia. Nosotros teníamos zonas que se habían vaciado y se habían tugurizado, pero hoy Goes está llenándose otra vez de gente, la Ciudad Vieja también, Barrio Sur también. Se trata con un criterio de derecho a la ciudad; construir ciudad en aquellos lugares de donde la gente se fue expulsada. ¿Qué quiere decir “construir ciudad”? Que tiene que haber saneamiento, calles, alumbrado, acceso al transporte público. También fue enorme la inversión que la ciudad tuvo que hacer en función de esas políticas. Creo que nosotros tenemos que debatir que no solamente hay que construir y realojar, sino que además hay que aprovechar la vivienda usada existente. En el realojo de Las Duranas, 60 familias eligieron ir a vivienda usada, y están en distintos puntos de Montevideo. Es decir, es una oportunidad de no seguir poblando la periferia y seguir produciendo procesos de integración social. Pero, además, es generar actividades para que la gente sepa qué es lo que pasa allí. Nosotros tuvimos hace poquitos días la “primavera de Casavalle”. Hubo una actividad en Marconi, una actividad en Casavalle y otra actividad en el complejo Sacude. En el Sacude tocó una orquesta, había gente de otras partes del barrio que nunca había ido a Sacude y que hizo comentarios, porque es un lugar de calidad. Están las policlínicas, hay canchas, ahí la gente hace coro, hip hop, teatro, hay más de 300 talleres. Es un lugar visitable. Y nosotros necesitamos eso: que se produzca circulación, para sacar estigmas que tienen un componente cultural importante. Tienen un componente vinculado con el tema de clase: ahí están los pobres. Y ahí están los trabajadores. Tenemos que tener como sociedad la posibilidad de mirarnos en el espejo y pensar que somos iguales. La batalla por la igualdad es una batalla muy importante que tiene la sociedad uruguaya.
Tomando partido
Olivera consideró que en la última elección de los concejos vecinales hubo movilización y una “partidización mayor” que en consultas anteriores, pero remarcó que no le molesta. “Son vecinos del barrio organizados, que lo que van a tener que hacer es pelear por su barrio. Le puso un poquito de sal [a la elección], porque generó una especie de pelea que no estaba planteada de esa manera. Pero ya en aquel documento 6 de 1989 se planteaba que esto era un tema convocante de toda la sociedad uruguaya. Y debe seguir siéndolo, más allá de la afinidad política de quienes participen en estas actividades”, consideró.