“Dejame analizarlo”, dijo a la diaria el intendente de Canelones sobre la viabilidad o no de prohibir la plantación de soja transgénica en el departamento, en una improvisada rueda de prensa casi gritada por el sonar de los tambores en la puerta de la Intendencia y los cantos de los manifestantes que llenaron la explanada. El jerarca acababa de recibir las carpetas que contienen las cerca de 12.500 firmas con la petición, y de comprometerse a reunirse con representantes de la Comisión por un Canelones libre de soja transgénica y en defensa del agua esta semana, o como mucho en diez días. “Queremos que a nivel departamental no se plante más soja transgénica, y no hay vuelta”, le había dicho minutos antes Álvaro Jaume, uno de los impulsores de la movida. La campaña de recolección fue lanzada el 19 de junio, y en aquel momento pretendían juntar 10.000 firmas. El 26 de agosto se reunieron en la Casa de la Cultura de Sauce, 68 días después, y ya tenían 6.500. Eso les dio el empujón que necesitaban para llegar a superar lo que se habían propuesto.
Es viernes de tarde, y la escena es, toda, atípica. Las caras de sorpresa tras las ventanas se intercalaban a veces con aplausos, viendo pasar la caravana de más de 60 autos que recorrió algunos trechos de la ciudad de Canelones hasta llegar al escenario montado en la plaza principal.
“Queremos un departamento sin cultivos que responda al agronegocio y a los grandes capitales que no generan mano de obra digna para nuestra gente, no queremos este modelo que nos contamina, que mata nuestras abejas, contamina a nuestros hijos y nuestros ríos”, dice la presentadora.
Pilar y Lucía están sentadas en el piso. Pilar, que tiene 17 años y va al liceo de San Ramón, tiene en la espalda una bandera del “Colectivo por el medio ambiente San Ramón”. Lucía, que tiene un año más que Pilar pero va al mismo liceo, cuenta que se juntaron a principios del año pasado porque estaban preocupadas por la situación del río Santa Lucía, al que veían muy sucio y contaminado. Entonces volvieron parque un basural al costado del río, y empezaron a recorrer liceos y escuelas, para hablar de contaminación, soberanía alimentaria, entre otras cosas, porque creen que la llave para empezar a cambiar está en los niños y en los adolescentes. “En San Ramón sabemos que hay plantaciones de soja muy cercanas al río, y sabemos que contaminan muchísimo nuestro río, y el agua que estamos tomando todos nosotros”, dice Lucía, y Pilar pregunta: “la soja transgénica bien sabemos que es la mayoría de lo que se produce en el país y se exporta casi en su totalidad. Si nos ponemos a reflexionar estamos exportando lo que plantamos, ¿para qué?, ¿qué vamos a comer?”. A Lilián la tiene chocha eso. La juventud. Hace 50 años que se fue de Canelones, que para ella siempre fue una ciudad muy quieta, con cierta actitud pasmosa. Cuenta que era muy difícil pensar distinto en aquella época, y que hoy ve a cualquier cantidad de gente que piensa distinto, mientras señala hacia la plaza. Para ella, esto es “el comienzo de algo muy importante”.
En la misma conferencia, improvisada y ruidosa, Orsi dijo que están analizando “si hay incompatibilidad” entre la producción familiar y “el modelo de negocios dentro del que se encuentra la soja”. Y dijo: “hasta hora hemos tratado de que coexistir no genere problemas, pero no ha dado todos los resultados que esperábamos, y a la vista está que hay multas y denuncias. Capaz que termina siendo incompatible”. Además, que estas firmas son 12.000 personas que piensan una cosa para su departamento, y eso “no puede pasar desapercibido”. Un poco más alejado del ruido, Matías Carámbula, director general de la Agencia de Desarrollo Rural de la Intendencia, dijo a la diaria que Canelones “tiene problemas de coexistencia entre la agricultura familiar y el agronegocio”, y que la línea es consolidar que Canelones es el territorio de la producción familiar “como modo de producción que genera trabajo, promueve cultura, identidad y desarrollo económico a escala local”, y como departamento con un rol clave en la soberanía alimentaria del país. Según Carámbula, lo que está pasando en Canelones, y que entre otras razones explica que hoy haya gente organizada haciendo un planteo como este, es que “van emergiendo esos problemas de coexistencia”.