Si el sindicato de trabajadores de los supermercados hace paro, como pasó el lunes, los ciudadanos se quedan sin hacer las compras. Si para el sindicato del taxi, alguno se tendrá que apretar en un ómnibus, tomarse un Uber o caminar bajo la lluvia de esos días. Cuando hay paro en la educación, habrá que quedarse en la casa a cuidar a los niños. Pero cuando para sus actividades el Sindicato Único de Empleados de Empresas Fúnebres y Previsoras del Uruguay, las consecuencias son bastante menos simpáticas.
Desde octubre, los trabajadores fúnebres están en conflicto con la empresa Martinelli por lo que consideran persecución sindical, pero ahora se suman desacuerdos con la patronal por los Consejos de Salarios. “El diálogo con ellos es nulo”, dice Nelson Vera, presidente del sindicato, que además se ha manifestado frente a otras empresas como Salhón y Forestier Pose. Ellos también son trabajadores, dice Vera, aunque a la gente le cueste aceptarlo, y sus herramientas de lucha se meten con la muerte, ese tema delicado y tabú que se recuerda el día de hoy.
“Que la gente nos sepa disculpar si en algún momento herimos sus sentimientos”, se excusa el sindicalista. En estos meses, el sindicato cortó algunos cortejos fúnebres con carteles y pasacalles durante 15 minutos. “Este trabajo me ha enseñado el respeto ante el dolor, pero no nos queda otra”, dice Vera. La gente que va entrando a los velatorios, cuenta, les hace preguntas. “No pueden creer que tengamos este problema con las grandes empresas que hay en Montevideo. Martinelli es una potencia y todo el mundo piensa que cobramos sueldos enormes; pero ganan buena plata los encargados, los gerentes, pero el personal que está todo categorizado no gana como debería”, explica.
Son 1.600 trabajadores, incluyendo los de las previsoras. Se dividen en las categorías vendedores, encargados de sucursal, encargados de mantenimiento, choferes, personal de servicio. Un paro nacional, como el que tienen en mente -y que podría votarse el 9 de noviembre, en una asamblea en el local de la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios, de la que forman parte- implicaría que no se levanten los cuerpos y se acumulen en las morgues, o que se suspendan los sepelios en todo el país.
Entre los reclamos del sindicato está el rechazo del 4,5% de ajuste semestral que ofrece la patronal y la exigencia de un 10% como mínimo. Las funerarias y previsoras, explica Vera, se colocaron en la franja baja en los Consejos de Salarios, una decisión que los trabajadores no comparten y que, tras presiones y manifestaciones, lograron revertir: hoy están en la franja media. “Estaría bueno que el gobierno, como pone franjas para que los empresarios se ubiquen según cómo les vaya, los haga poner los papeles de las ganancias sobre la mesa, para justificarse”, dice el dirigente. Otros reclamos: el pasaje de ocho a seis horas de trabajo y que los funcionarios que tengan un mínimo de diez años de antigüedad se puedan jubilar con el 100% de su último recibo de sueldo. El 10 de noviembre, en la próxima tripartita del Consejo de Salarios, van a llevar los planteos. El fundamento: la insalubridad del trabajo.
“No es nada lindo. Las empresas aducen que no es insalubre porque te dan los elementos para levantar un cuerpo en descomposición o que tuvo un accidente, como guantes, mascarilla, alguna túnica, pero la insalubridad no pasa solamente por ahí, pasa por lo psicológico. Estamos constantemente en contacto con ese tema, y es un tema delicado. Vos vas a tu casa y, por ejemplo, comentás con tu familia o con tu señora: ‘Hoy le hice una entrevista a fulano de tal’. Nosotros no tenemos ese diálogo. No es nada lindo de compartir”, cuenta Vera. El sindicato planteó el tema ante la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados. “Se han asustado”, recuerda.
En primera persona
Vera tiene 50 años y trabaja en el rubro desde hace 22, cuando la televisión por cable llegó y lo obligó a cerrar el videoclub que manejaba en Paysandú. En ese momento, trabajar en una empresa fúnebre fue la oportunidad laboral que pudo encontrar, y cuenta su experiencia de primera mano.
¿Cómo es el estrés de trabajar con la muerte al lado?
-Yo he pasado por todas las categorías. Soy vendedor, pero cuando hay que ir a buscar cuerpos también vamos -en Montevideo, en cambio, el que es vendedor, es vendedor; el funebrero va a buscar los cuerpos, y cada uno tiene su tarea específica-. El trabajo que hacemos es estresante, tanto para los compañeros que van a buscar cuerpos como para nosotros, que damos servicios. La gente viene mal y te cuenta situaciones puntuales, y vos tenés que actuar de contenedor también. Estás siempre tensionado.
¿Qué experiencias fuertes recordás?
-Te encontrás con gente ahogada en el río, gente que se ha suicidado. Y no hablemos de cuando fallece un niño; ahí la cosa es más complicada. Es el extremo. Es dificilísimo. Estás viendo a los padres, los abuelos, los hermanos, y tu estado anímico no es el mejor, porque vos también tenés sentimientos; estás viendo sufrir a esos familiares y vos sufrís también. Algunas veces hasta se me han caído algunas lágrimas, porque ver eso es terrible. Acá, en Paysandú, somos todos conocidos.
¿Cómo es el rol del que va a buscar los cuerpos a la morgue?
-Se va a los sanatorios, al hospital o a la morgue judicial. Yo no he trabajado de eso, pero cuando ves que el personal es poco, le das una mano al forense, que a veces está solo, y para cierto tipo de caso es medio complicado. Eso lo hacemos de onda, porque al médico forense lo conocemos también, nos vemos en la calle, te lo encontrás en el juzgado.