El hecho de implementar en la región, por primera vez, una Semana de Acción contra los Mosquitos, ¿está relacionado con la situación que se dio el verano pasado con la declaración de alarma global de la Organización Mundial de la Salud por la asociación entre casos de zika y microcefalia en Brasil?

-Sí. En realidad tenemos un problema creciente con el mosquito urbano Aedes aegypti y eso motiva, con la emergencia de nivel global que significó la epidemia de zika y la comprobación de las secuelas y problemas que ha traído la microcefalia, destacar el eslabón frágil de la cadena de transmisión, que es justamente la lucha contra el insecto vector.

¿Frágil por qué?

-Porque es el punto más vulnerable. Tenemos enfermedades que no tienen una medicación específica, los casos se tratan de una manera sintomática o fisiopatológica, y entonces lo que podemos hacer, al no tener una vacuna, es luchar contra el vector, evitar la transmisión y la aparición de nuevos casos.

¿Cuál es la situación regional respecto del Aedes aegypti?

-El mosquito es de origen ancestral africano, durante siglos se diseminó globalmente con preponderancia en el área tropical. En América, entre 1947 y 1956, y aun más, hasta 1963, hubo un plan de erradicación continental. Uruguay lo erradicó en 1956. Ese mosquito desapareció completamente, pero a finales de la década del 80 comienza a reaparecer paulatinamente en América (en las zonas del Caribe nunca se pudo controlar). En nuestro territorio está ese antecedente de erradicación, pero en un mundo completamente diferente. Era un mundo donde no existían los plásticos, donde el parque automotor era mínimo y los neumáticos no se desechaban con el primer uso, y las ciudades tenían otras dimensiones. Este es un mosquito que vive paralelamente a los seres humanos, domicilio y peridomicilio, entonces, todo ese mundo que cambió trae aparejado que ya la meta es de control, no de erradicación. Uruguay estuvo libre del mosquito hasta 1997; incluso la detección fue un éxito de la vigilancia epidemiológica que realizó el país en aquel momento; el otro gran éxito fue que de 1997 a febrero de 2016 el país estuvo libre de dengue. La anterior epidemia de dengue había sido en 1916, una onda epidémica mundial que pasó entre 1914 y 1916 por Sudamérica.

¿Cuáles son las principales acciones para el control?

-El control, fundamentalmente, pasa por el autocuidado de los individuos y de las familias de su propio espacio: el domicilio y el espacio que rodea la casa, el peridomicilio. La sumatoria del cuidado de la casa de cada uno es la mejor medida: significa no tener agua estancada, jarrones, macetas, botellas, hasta la tapita de un refresco puede ser un lugar de riesgo para que un mosquito ponga huevos y se desarrolle el ciclo de larva ninfa para dar nuevos adultos. La idea es una responsabilidad comunitaria en el control, que tiene que estar apoyada por la vigilancia y control de las instituciones responsables, que ha cumplido con éxito el Ministerio de Salud Pública.

En Uruguay se han dado casos autóctonos de dengue, pero no de zika y chikungunya.

-Claro. Estamos en el área marginal sur de distribución del mosquito Aedes aegypti; tenemos una ventaja geográfica. Pero también se han hecho las cosas bien: detecciones tempranas del mosquito, acciones de prevención, control constante y, hay que destacarlo, hay cierto compromiso de la población que es efectivo. Se trata siempre de mejorar esta situación. El dengue tardó todo este tiempo que decíamos en llegar al país. La chikungunya, que es otra enfermedad que este mosquito transmite, no ha llegado al país, y del zika hasta el momento no hay una transmisión autóctona. Pero es un mundo globalizado, hay un cambio climático que va modificando las reglas del juego, y hay que estar atento, con vigilancia, con trabajo y sobre todo con participación de la gente.

¿Cómo se mide si se está haciendo bien el control?

-Hay indicadores entomológicos que hacen a la presencia del insecto -sí, no, y en qué cantidad-, y ahí hay indicadores clínicos serológicos, que es estar en vigilancia de casos febriles. Dengue, chikungunya y zika en su etapa aguda tienen en común un cuadro febril con características que, unos más, unos menos, presentan erupción cutánea, dolores musculares, dolores articulares, cada uno con sus características: las grandes epidemias de dengue, con el toque articular severo, y hacia la cronificación, en chikungunya. En zika el enorme problema es el de las malformaciones cuando quien cursa esa infección es una embarazada; [pero] no se da en todos los casos, y es necesario aprender mucho más de esa transmisión de la embarazada al feto, que puede dar los cuadros de microcefalia, que son la alarma sanitaria que llevó a esa alerta mundial con respecto a este tema.

¿Por qué en Brasil aparece el zika asociado a malformaciones fetales y en Colombia aparecen más ligados el zika y el síndrome de Guillain- Barré?

-Ha crecido la evidencia de asociación entre la infección por el virus zika de la embarazada y esas malformaciones congénitas. Pero el conocimiento es acumulativo, porque estamos frente a una genuina enfermedad emergente, una enfermedad prácticamente nueva o con un cambio en su patología y presentación que la hace emergente.

¿Pero qué determina que en esos lugares haya esas consecuencias y en otros no?

-Hay diferente frecuencia de esas presentaciones, pero sí se ha demostrado la fuerza de asociaciones entre las dos cosas: la infección de la gestante y la malformación posterior. Eso está probado ya por un grupo de estudio especial.

Circuló en estos días la noticia de que en varios países puede empezar a aplicarse una vacuna contra el dengue.

-Se precisa mucho camino todavía. Son virus que tienen sus complejidades, situaciones que no son fáciles inmunológicamente de resolver, pero están surgiendo las primeras vacunas con elementos suficientes para ser probadas en terreno.

¿Se podrían importar a Uruguay?

-No, yo diría que tenemos que ver resultados y posteriormente tomar las decisiones, y más en un país que ha tenido un brote focalizado que se ha controlado o autocontrolado; básicamente, no somos un país para ser vanguardia de inmunizaciones en este tema.

Una vacuna que se aplique en Guatemala, o en Brasil, ¿serviría para aplicarse acá?

-En primera instancia los diseños parecen ser certeros para varios serotipos del virus (son cuatro serotipos) y no habría distinción entre ubicación geográfica, pero es todo conocimiento en desarrollo.

¿Se podría penar a quien no cumple con las medidas de prevención?

-Ese sería un enfoque posible; depende de cada país lo que utiliza como forma de estimular u obligar al ordenamiento ambiental. Sería mucho mejor que fuera por convicción, sin lugar a dudas. Dengue, chikungunya o zika pasan todos por el control del Aedes aegypti. Si todos nos hacemos responsables de nuestro propio espacio, del lugar de trabajo o del lugar donde vivimos; esa sumatoria nos va a proteger a todos de estas enfermedades.

Hay sitios, como los vertederos, en que lo que incide no es la acción directa de cada persona sino municipal, por ejemplo.

-No, ahí no es de cada persona. Pero vamos al pequeño brote que tuvimos en febrero: fue en una zona residencial [Pocitos] y lo que falló fue que había agua estancada como para que personas que habían viajado a zonas endémicas pudieran ser picadas por el mosquito.

A veces se asocia más a asentamientos o zonas próximas a vertederos de basura...

-No es tan fácil. Es como una ecuación: tiene que haber oferta de virus por reservorio -que en este caso es netamente humano-, tiene que haber vector suficiente y contacto entre los dos, y las personas tienen que haber ido a un lugar donde circulaba el virus. Si no, no hay forma de tener reservorio.