En la sede del PIT-CNT hay una conferencia de prensa, a la entrada, sobre el conflicto de la basura. Afuera, un sindicalista ojea un afiche que promociona un viaje a Cuba financiado. Uno de los porteros de la central sube al primer piso para avisarle al presidente, Fernando Pereira, que lo espera los periodistas de la diaria. El clima es tenso y hay más de una película corriendo al mismo tiempo. Ya en su despacho, Pereira comienza a presentar algunos conceptos. Dice que esta negociación colectiva es “la más difícil de los últimos 12 años”, y aclara que sin un gobierno “dispuesto a escuchar” no se estarían logrando algunos avances que, si bien no son “sustanciales”, suman. A los de la Asociación Rural del Uruguay los tildó de “trogloditas”, mientras que a Edgardo Novick, líder del Partido de la Gente, lo invitó a debatir.
¿En qué se diferencia esta negociación colectiva de las anteriores?
-La negociación colectiva es diferente cuando hay un período de crecimiento que en un contexto de desaceleración económica. Es distinta porque, naturalmente, se discute sobre reglas de juego diferentes, sobre situaciones económicas de los sectores que son bien diferentes. Entramos en la ronda salarial más difícil de los últimos 12 años; esto implicaba, en cierta medida, intentar que los lineamientos no maniataran la negociación. Esto destrabó varios conflictos. Es una serie de cambios metodológicos en las pautas; supuso mucha lucha del movimiento sindical, mucho diálogo con el presidente Tabaré Vázquez, el director de la OPP [Oficina de Planeamiento y Presupuesto], el ministro de Economía [y Finanzas] y el de Trabajo [y Seguridad Social]. Si me preguntás cómo comenzó la negociación y cómo terminó, te digo que terminó muy diferente, más positiva que lo que veníamos viendo. Pensábamos que iba a haber una conflictividad gigantesca, y no era parte de un discurso efusivo, era parte de la realidad si se mantenían los lineamientos. Es importante que haya un movimiento sindical dispuesto a luchar, pero también un gobierno dispuesto a escuchar. No es sustancial el cambio, pero se logró que casi ningún sector -por no decir ninguno- pierda salario, en un contexto de caídas salariales abruptas en Argentina y Brasil, y de situaciones graves de explotación en Paraguay.
Hay sectores, como el de los supermercados, que siguen complicados.
-De hecho, ahora se está cerrando la negociación de los supermercados y del sector rural. En el sector rural, los empresarios que van a negociar son lo más parecido a trogloditas; tienen una posición prehistórica que no nos sorprende para nada. En el caso de los supermercados, si uno mira la evolución salarial del sector, ha sido gigantesco el crecimiento. Lo que pasa es que lo que pagaban hace una década era tan absolutamente miserable, que, a pesar de que se registraran aumentos que van por encima de 70% del crecimiento real, los trabajadores siguen cobrando salarios bajos. Mirá que hay pocos casos en el mundo en que un salario crezca a ese volumen; el problema es que el piso del que se partió fue muy bajo. ¿Vos podrías creer hace diez años que iba a haber al mismo tiempo 70 supermercados parados? Si te lo hubiera dicho hace diez años me habrías contestado que era una película de Steven Spielberg. Esa medida táctica tiene efecto positivo si la sociedad la acompaña. Hay que hablar con los vecinos, pero no polemizar con la gente sino explicar, no hay que levantar muros. Es necesario ver cuándo se aplica esa medida y siempre colocarla a análisis del sindicato. Todas las medidas son tácticas, algunas son mejores para una etapa. No todo se resuelve con un paro de 24 horas o con un paro parcial.
¿Cómo se logran estos avances?
-Con un movimiento sindical compacto, con una perspectiva general que va en una dirección. Con movilizaciones potentes pero, al mismo tiempo, con sensibilidad de las otras partes; de lo contrario, es imposible. La negociación tripartita es el ámbito más valido: a pesar de las dificultades, se logran conquistas. Y ojo con devaluar un ámbito que es trascendente para la vida de cualquier trabajador, del que estuvo y del que no estuvo en la negociación. Son ámbitos que hay que enriquecer. Ya hay discusiones que hay que poner sobre la mesa: la productividad y cómo puede impactar en mejorar los sueldos. Otra cosa es que no hay que confundir productividad con intensidad de trabajo, y que es necesario estudiar buenas prácticas de cómo fueron los procesos más eficaces en beneficio de los sectores con menores ingresos. Esto supone tener una perspectiva más de mediano plazo. Hay que agregarle el Sistema Nacional de Cuidados, para que los trabajadores no se preocupen porque no tienen dónde dejar a sus hijos mientras trabajan. La formación continua para el mundo del trabajo. Ir pensando cuál va a ser el trabajo del futuro, porque hoy ya se está construyendo el movimiento sindical del futuro. Hoy ya hay otros sectores de actividad, vinculados a las nuevas tecnologías, que el movimiento sindical tiene que atender, en los que no hay organización sindical. Se van a generar miles de puestos de trabajo, pero no en los sectores tradicionales, y tenemos que tener una elasticidad que permita aglutinar a todos los trabajadores; no se nos puede escapar ningún trabajador del comercio ni del sistema financiero. Antes estaban en los bancos, y ahora están en diferentes sucursales. La nueva organización no puede ocultar que tiene que aggiornarse, porque el mundo del trabajo cambia sustancialmente. No hay que renunciar a que allí haya un sindicato potente. La cobertura está porque el sindicato potente existe y se llama AEBU [Asociación de Bancarios del Uruguay]. Hay que tener una política concreta para ir a afiliar a esos sectores; hay que ir a más. De lo contrario, tenemos el peligro de quedarnos con lo fácilmente organizable y dejar a un sector con mayores dificultades sin organización.
Y si hay una contraparte, como en el caso del sector rural, que no está dispuesta a ceder en las básicas, ¿cómo se continúa la negociación?
-Esos trabajadores no están solos. En algún momento tenemos que pensar metodologías solidarias para contribuir con el sector rural, contribuir desde otros sindicatos. Esto no significa cobrar al grito ni entrometerse, sino tener solidaridad con sindicatos que no tienen la fortaleza adecuada. La posición de la ARU fue terriblemente negativa en esta negociación colectiva. El convenio va a salir por decreto y va a significar una mejora para los trabajadores, pero resulta que 100 años después de que se votó la Ley de las 8 Horas en el sector urbano, todavía los patrones del sector rural no quieren dar ropa de trabajo ni garantizar condiciones mínimas de trabajo, en un país donde el campo creció por varias veces el valor de la tierra en una década, y donde la rentabilidad del sector fue altísima. Claro que da rabia que después te digan que es la familia rural, cuando un miembro de esa familia tiene todo y el peón nada; el peón tiene un salario mínimo de 13.000 pesos y un capataz general tiene un salario mínimo de 19.000. Hay que decírselo a la sociedad, para que no crea que en el campo se vive de maravilla.
En la ciudad también hay trabajadores que viven mal.
-Citaron a Edgardo Novick al Parlamento, pero no fue. Y no fue él, que dice que es del Partido de la Gente. ¿Por qué no le explica al Parlamento cuáles son los salarios que se pagan en el comercio? Si es verdad lo que él dice de su preocupación por la gente, por lo menos deberíamos tener salarios adecuados en esa rama de actividad, que es muy rentable. Porque yo te admito que haya otros sectores de actividad con dificultades, porque no hay exportaciones o porque hay problemas internos, pero en un sector en el que claramente no ha habido dificultades es en el de los shopping. Ahí todos nos damos cuenta, no precisamos un estudio económico para saber. ¿Por qué no lo explica? Lo invitamos a debatir, porque él propone cosas grandilocuentes, adjetiviza al movimiento sindical, como el grillo. Nos dice que nos tenemos que preocupar del trabajo. Hace ocho meses le planteamos a [el presidente, Tabaré] Vázquez y a [el ministro de Trabajo y Seguridad Social] Ernesto Murro la necesidad de construir un sistema para discutir el tema del trabajo. Un Consejo Superior del Trabajo, para ver cuáles son las inversiones extranjeras, las nacionales, cuál va a ser la inversión pública, qué mano de obra se necesita. El gobierno nos contestó que sí inmediatamente; las cámaras empresariales, siete meses después; y Novick nos dice que nos tenemos que preocupar nosotros. Nosotros somos los más preocupados, porque cuando uno pierde el trabajo pierde todo su ingreso, pierde la posibilidad de tener una vida decente. Ahora: no nos pueden plantear que para mantener el trabajo tenemos que cobrar 13.000 pesos.
Una persona que se queda sin empleo, o que tiene uno en el gana poco, decide trabajar en aplicaciones de transporte porque tiene un auto a disposición. ¿Cuál es la valoración que hace el movimiento sindical?
-Lo que pasa es que Uber desregula. Vos tenés tu autito, que compraste con mucho esfuerzo, y te quedaste sin empleo, entonces salís a buscar el pan. ¿Yo te tengo que condenar a vos? No. Yo tengo que condenar al dueño de la aplicación, que gana una fortuna. A veces lo interpretamos mal; no lo resolvemos con el compañero que sale a buscarse el manguito, lo resolvemos si podemos atacar a la aplicación. Esto no es sencillo, pero hay que tener una posición clara. Mientras que el taximetrista tiene que hacer el aporte, tiene que pagar al BPS [Banco de Previsión Social], el otro sale sin regulación. Una persona que haya manejado su autito por 40 años va a tener jubilación cero. Ese no es el valor que Uruguay debe tener. Debe tener un valor que la seguridad social sea esencial para la vida. Si nos damos cuenta, los jubilados que va a tener Chile, que parece que hubiera inventado la pólvora, y en realidad se jubilan con dos pesos. Incluso las jubilaciones mínimas uruguayas multiplican por tres a las jubilaciones mínimas chilenas. A veces compramos paradigmas que son equivocados. Yo no me puedo pelear con el avance tecnológico, pero ¿puedo decir que no existe? No. Tengo que poder mirarlo desde un punto de vista humano: la persona que hay detrás de cada uno de los problemas. Si le saco esa mirada, nos vamos a transformar en administrativistas. Y nosotros somos sindicalistas. A esa persona que trabaja en Uber la tengo que ver como un compañero de clase, la tengo que sacar de ese lugar porque, de lo contrario, no va a tener perspectiva para construir un trabajo que le permita desarrollarse.
¿El movimiento sindical está abierto para todos?
-Esta es la casa sindical del mundo con más puertas abiertas. La idea es que la gente entre en su casa sin golpear. Después que entra, además, hay que consolidar principios que nos han hecho solidarios y luchadores. No se trata de imponer lógicas, pero los jóvenes están construyendo su propia revolución, que será o no la de Cuatro Pesos de Propina, pero están construyendo alternativas: se los ve el 20 de mayo, el 14 de agosto en el Día de los Mártires Estudiantiles, en la Marcha de la Diversidad. Están peleando; capaz que no lo hacen con mi cabeza o con la del Pepe D'Elía, pero sí con sus propias cabezas. No es la unidad de los veteranos; es la unidad de los jóvenes que van forjando un movimiento sindical.
¿Se busca integrar a gremios radicales, como el del taxímetro?
-Puede haber casos en que no se compartan algunas tácticas, que de hecho los hay. Siempre han existido en la historia del movimiento sindical. ¿Es aislándose o es aislando al sindicato del taxi? Parto de la base de que los taxistas eligen su modo de luchar; yo lo puedo compartir o no, pero no puedo dejar de hablar. No es que estemos en contra de Uber porque son nuevas tecnologías, sino porque desregula el transporte. Tenemos una posición común; el problema es cómo lo combatimos. Parar los taxis no es la mejor táctica, porque en ese caso estamos favoreciendo a la aplicación. Esto lo tenemos que discutir. Hay compañeros del taxi que me cuentan, cuando me subo a un taxi, que cuando están parados en una cola en el boliche, ven cómo se les lleva el pasajero un Uber. Lo que se está llevando es tu pan flauta, tu botella de agua, tu pago de alquiler. Está destrozando el mercado formal. Necesitamos tener una charla con el sindicato del transporte, y este, a su vez, con el sindicato del taxi, para juntar una metodología que logre mitigar los daños que pueden generar Uber y otras aplicaciones en Uruguay.
También está el caso de las empresas públicas que se retiran de algunos lugares, como ocurre con el Banco República.
-Creo que hay una medición sólo de rentabilidad. La inclusión financiera no puede ser vista como el achicamiento de plazas, donde el banco es importante por pequeña que sea la ciudad. Tenemos la impresión de que no hay una medición social de los efectos. Esto en política de empresa pública es clave; claro que un privado no va a mirarlo. UTE electrificó todas las escuelas rurales del país. Si uno lo mirara en términos de rentabilidad, es imposible hacer la obra, pero el factor que primó fue llevar luz y agua a cada escuela rural. O llevar fibra óptica. Achicar la brecha digital. Son políticas sociales que en una parte del gobierno se hacen y en otras partes se dejan de hacer. Se da una señal negativa con esto. AEBU lo está expresando con mucha tranquilidad.