“Valeu, mano, obrigado mesmo”, dice João después de pitar largo en el vaporizador de uno de los puestos. El humo forma una nube sobre el mostrador, y la platea de curiosos se goza. El aroma es intenso y delicioso. João agradece con las mismas palabras después de que le regalan unos videos de expediciones en busca de cannabis. Tiene 22 años y junto con su novia Camila -que tiene uno menos- y otros amigos vino a Montevideo especialmente para la feria, desde Curitiba, una de las ciudades más grandes del sur de Brasil. Justo entraban de vacaciones en la facultad, e hicieron todo a las corridas para llegar. Dice que sabían que acá “se legalizó y viene saliendo bien”, y querían “conocer un poco la realidad” que se vive acá, tan cerca de su país, y tan lejos: “Allá no hay arreglo, la maconha está criminalizada. Fumar en la calle es crimen”. Cuenta que ha ido preso por estar fumando en una plaza, algo que considera inaceptable. “Incentiven ustedes, que son de los medios. No estén contra la legalización. Miren esta feria, qué maravilla. Es de alto nivel. Lo que más queremos nosotros es que un ejemplo como este pueda tener influencia en Brasil”. Quizá por eso, se escucha portugués por todos lados.

Mercedes Ponce de León, una de las organizadoras, dice que cada año tratan de dar una visión diferente sobre el tema del cannabis, para que en Uruguay “crezca la información en distintos temas, ya que la regulación permite tratar un abanico mucho mayor de aspectos sobre la temática”. Este año el énfasis está puesto en el cáñamo industrial, porque creen que “el futuro de esta industria es el cáñamo”: “Ahí está el real potencial para la innovación y para desarrollar nuevas tecnologías y productos con alto valor agregado, que puede producir Uruguay y exportar en el mundo, incluso en lugares en los que está prohibido [fumar marihuana]”. Hay productos de todo tipo en la feria. Desde implementos básicos para fumar, como hojillas o pipas, hasta semillas, tierra, abonos y los sistemas más complejos para cultivo interior, ya sea de riego o de iluminación. Medicinas, pomadas, aceites. También hay ropas hechas con cáñamo, cafés que de marihuana tienen solamente el nombre, o un hostel. “Este es un hostel con temática cannábica. Decidimos innovar, porque hoy en día la marihuana es el boom en Uruguay, y queremos darle una experiencia cannábica al cliente”, me dice el chico que presenta el THC Hostel& Bar, ubicado en Punta del Este, al que consideran el balneario más atractivo de Uruguay. Al costado tiene un cuadro con unos amigos haciéndose una selfie en una selva de faso y haciendo la V. “Tenemos sponsors para todas las habitaciones. Cada una corresponde a una marca, como World of Seeds, Pakal Seeds, Hortitec, Delicious Seeds, Blimburn y Positronics”. Las sábanas tienen el logotipo de la empresa que decoró la habitación. También se pueden encontrar jabones “hechos a base de manicura fina de marihuana”. En el hostel “se fuma marihuana pero no se vende”. Sí se ofrece, en temporada alta: “En temporada alta tenemos un happy hour en el que se ofrece marihuana, pero en realidad es una invitación a probar. No se vende ni le damos marihuana a la gente”, dice, y me invita a participar por una noche gratis en el hostel; que es en esa ruleta que está ahí, que la chica me ayuda, que participar cuesta 100 pesos y la ruleta es manejada por esa chica con escote pronunciadísimo y actitud exagerada de promotora sexy. Entre los premios hay “grinders”, que, me vengo a enterar en ese momento, son los desmorrugadores.

“Mi padre tiene psoriaris acá”, dice una chica, y se señala el cachete. Milton la mira y le dice que él tiene en las piernas y en los codos. Tiene también dolores crónicos en la espalda. Hace crema de cannabis, vaporiza, hace y usa aceites de cannabis en las comidas. “Los dolores realmente desaparecen. Las pústulas de la psoriasis, la picazón, la carne viva, ya no están. Las puedo controlar con los aceites y las cremas. ¿Cómo no voy a pelear por eso?”, cuenta y se pregunta. Es chileno y está en su stand, el del Centro Social y Cultural Amigos del Cannabis de Iquique, que hace seis años da apoyo jurídico gratis en cannabis medicinal. Te enseñan cómo hacer tu medicina con tus flores, cómo hacer cremas y ungüentos. La idea es apoyar a los cultivadores, defenderlos y “hacerles entender que plantar nuestra propia medicina es un derecho humano consagrado”. Para poder promover el uso del cannabis como medicina están aprovechando un vacío legal: “Si tienes una receta médica puedes cultivar para hacer tu medicina, y si no, policías encabronados te echan la puerta abajo, te quitan tus plantas, te cargan prisión. Con la receta la podemos parar en su cara, antes de que nos allanen”, relata Milton, y pita. Se considera tráfico, cuenta, y cree que es fruto de “una política prohibicionista, de régimen militar, como quizá sigue siendo Chile”. Por eso, dice, al debate sobre la legalización le falta tanto. Y por eso quieren politizar el cannabis, para convertirlo en un negocio. “Todo allá se ve por esto”, dice mientras hace con los dedos el gesto que todos sabemos que significa plata cuando es mucha: “Todo es negocio”.