En Paso Molino las fiestas están en la calle: cientos de puestos de vendedores ambulantes, feriantes y permisarios copan Agraciada, la avenida principal del barrio y el viaducto, con juguetes, bombachas, remeras, plantas y artículos de bazar. En estas fechas, como en todas las otras festivas, la zona se llena de colores, música, personas y conflictos que, pareciera, ninguna autoridad está pudiendo solucionar. La Intendencia de Montevideo (IM) -por medio del Centro Comunal Zonal 14-, la Junta Departamental de Montevideo (JDM) y la alcaldía del Municipio A tienen potestad sobre el territorio; pero, al momento de fijar una única norma para que los diferentes tipos de vendedores puedan usufructuar el suelo, se mezclan las competencias y se genera una gran confusión: los trabajadores no saben dónde deben presentar sus reclamos ni con quién transar una alternativa.

Sucede que ahí donde termina el Prado hay un sinfín de historias y problemas. Coexisten, al menos, cinco tipos de vendedores instalados bajo el viaducto y en las siete cuadras de Agraciada que van desde el puente gigante hasta San Quintín. Están los que se establecieron bien bajo el puente, en la vereda de la plaza de deportes Nº 7; los que desde hace más de 20 años están en la feria San Miguel, enfrente a la plaza; los que tienen puestos durante todo el año en Agraciada, llamados permisarios; los vendedores ambulantes que se instalan únicamente en el período festivo en la avenida, pero cuentan con algún tipo de permiso de alguna de las autoridades, y los vendedores que se suman a estos últimos pero no tienen ningún tipo de autorización. Otro cantar es qué venden: si es legal o de contrabando, si está autorizado por la IM según el reglamento de ferias. Tampoco está claro si la Inspección General de la IM controla ni qué controla.

Los conflictos y desaires que surgen a raíz de malentendidos y vacíos en la respuesta de los gobernantes, entre ellos y con las autoridades, son muchos. En la vereda de la plaza de deportes hay 33 puestos de venta de ropa desde hace dos años, organizados en la Asociación de Feriantes del Paseo del Viaducto -aún sin personería jurídica-. Eduardo Núñez, vendedor miembro, aseguró que cuentan con la autorización de la JDM para utilizar ese espacio público, pero que sólo entre diez y ocho de los puestos cuentan con la “autorización” de la IM para vender. “Nos llamaban trapitos porque estábamos de forma irregular en Agraciada. Teníamos que trabajar a escondidas o correr cada vez que venían de la IM. Pero poco a poco nos fuimos organizando y, por medio de un proyecto que presentamos, la JDM nos habilitó el lugar y nosotros fuimos legalizándonos bajo el monotributo”, explicó. Sin embargo, él y los 32 compañeros que tienen puesto ahí no saben si conseguirán el permiso para vender, porque la IM desde hace rato que no lo otorga y, según constató la diaria, tampoco tiene planeado hacerlo. “No entendemos, porque nos exigían aportar, y ahora que pagamos no nos quieren dar el permiso”, expresó.

Alberto Machado tiene 69 años y hace 23 que tiene un puesto de ropa en la feria San Miguel, que tendrá unos seis puestos al frente, y más de 40 hacia adentro, que forman dos pequeños pasillos entre uno y otro, donde trabajan 50 personas. Machado está molesto porque asegura que sus ventas bajaron 50% desde que se instalaron los puestos de enfrente. “Está bien, sí, todos tenemos que trabajar. Nosotros pagamos todo, pero cruzás la calle y parece el Chuy: es tierra de nadie”, aseguró.

Arriba, sobre Agraciada, Beatriz Muela y Estefanía Berlinjeri, madre e hija, integrantes de la Asociación de Permisarios de Montevideo (también sin personería jurídica aún), cuentan con un único permiso de la IM para vender todo el año. A pesar de que son de las pocas que cuentan con ese aval -hay alrededor de 25-, están “indignadas” porque no le encuentran solución a un problema que arrastran desde “hace años”, y que desde hace dos están “tratando de negociar para lograr vender en las fiestas de forma organizada”. “No puede ser que esto se llene de feriantes más grandes, incluso importadores que vienen y se instalan en puestos grandísimos a vender cualquier cosa”, expresó Muela. “¿Qué somos nosotros? ¿Bobos?”, acotó su hija, y explicó: “Llegado el momento, cualquiera pone cualquier mercancía, porque si viene Fulano a vender cualquier cosa y no está la IM para regular, y uno tiene mercadería, algunos la ponen igual a la venta”. Ambas desconocen si los puestos ambulantes que se instalan alrededor cuentan con las autorizaciones correspondientes; suponen que no, y se fastidian porque “vienen y pasan por arriba a los que están todo el año”, lo que les genera pérdidas en las ganancias: “Se vende menos de lo que se debería vender”, aseguró. En ese sentido, otro permisario -que prefirió no ser identificado- dice que creció vendiendo y que lo generado en esta zafra es el aguinaldo, y que por culpa de “esta gente que se instala justo cuando podemos hacer algún peso, disminuyen las ganancias y nosotros, los que nos aguantamos el frío, el calor, los días que no se vende, que aportamos, que pagamos el lugar, no tenemos derecho a nada, porque nadie controla. El alcalde te escupe, desaparece; la IM no hace nada, y la JDM parece que no existiera”, lamentó. “Odiamos la Navidad; estamos deseando que sea 7 de enero para poder trabajar tranquilos, pero cada año es peor”, aseguró.

“Si consiguiera un trabajo que me diera 40, 50 lucas al mes para mantener a mi familia, prendo fuego las tablas estas” sobre las que se exhibe la mercadería, dijo Robinson Matías, vendedor ambulante que no cuenta con ningún permiso, aunque lo solicitó. “Parece que quieren que uno salga a robar”, añadió. Beatriz Begnado, concejala y feriante hace 32 años, asiente con la cabeza. Ellos dos, Daiana Núñez, Yésica Núñez y cerca de 30 familias más forman parte de la organización informal Vendedores Unidos de Paso Molino. Todos ellos se instalan en Agraciada en las fechas festivas; también es su zafra y también hacen ahí su aguinaldo. Algunos tienen permisos que tramitan con los comerciantes en los municipios -que les ceden su vereda (en las fiestas se les permite sacar mercadería a la calle)-; no tienen permisos de la IM. Su gran problema es que todos los días arman sus puestos, pero no saben si van a llegar de la IM a fiscalizarlos, o qué. Begnado aseguró que están tramitando las autorizaciones con la IM, la JDM y la alcaldía, pero no lograron nada. Daiana Núñez fue contudente: “Es una política de extinción, no de conciliación”. “Tratamos de negociar, pero el alcalde ni siquiera nos recibió. Queremos llegar a un acuerdo para poder trabajar sin molestar al vecino, sin molestar al feriante, y también con el aval [de las autoridades] para armar tranquilos y no tener que estar corriendo, sabiendo que ellos pueden venir a sacarnos la mercadería”, agregó su hermana. Begnado señaló que la solución de la IM es que no armen porque son “ilegales”, pero aseguró que muchos de ellos son monotributistas y tienen “facturas de compra de todo lo que venden”, que en su gran mayoría es ropa, mercadería prohibida por el reglamento de ferias y causante de malestares varios entre los permisarios. “¿Por qué hay tantos vendedores ambulantes?, ¿la gente tiene ganas de estar en la calle aguantando impertinencias? No, pero no hay trabajo, y algo tiene que hacer la gente para poder comer”, remató.

Del otro lado del escritorio está el director de Promoción Económica de la IM, Ricardo Posada, quien dijo a la diaria que no otorgarán nuevos permisos, y que no entiende por qué se habla de “acordar”. “Tratamos de que se respete a la gente que está trabajando todo el año. Tenés comercios instalados que pagan sus obligaciones todo el año, pero cuando llega el momento de vender más aparece otro”. Respecto de las posibles salidas al conflicto para los ambulantes y los zafrales, sostuvo que “uno no siempre tiene la capacidad o estrategias para solucionar este tipo de temas puntuales”, y que deberían organizarse en una feria constituida, “quizá agrandar” la que está en la calle Vaz Ferreira, que se tramita por medio del Centro Comunal. “No me imagino una ciudad en donde cada uno se instale donde le parezca cuando le parezca”, concluyó. A su vez, el alcalde Gabriel Otero emitió un comunicado el 23 de diciembre en el que pedía disculpas ante la “falta de control del servicio de Inspección General de la IM”, hecho que “generó mercados sin control y desorden general” en Paso Molino. En Radio Uruguay dijo que se trataba de un número “inmanejable” de vendedores.