Algunas personas quedan definidas para siempre por haber adoptado, en cierto momento de sus vidas, una actitud que simbolizó valores sociales muy preciados. A Óscar Werner Lebel Schott le ocurrió eso cuando tenía 48 años, el 27 de junio de 1973. Era uno de los militares constitucionalistas que habían votado al Frente Amplio dos años atrás y se mantenían en contacto con el general Liber Seregni. Al despertar aquel día se enteró de que se había consumado el golpe de Estado y tomó una decisión: armó con cuatro cartulinas un cartel en el cual escribió con grandes letras “Soy el capitán de navío Óscar Lebel. Abajo la dictadura”, lo colgó en el balcón de su casa de La Gaceta y 26 de Marzo, entre una bandera uruguaya y otra de Artigas, y permaneció de pie en ese balcón, con el uniforme puesto y una pistola cargada.
Es un concepto espinoso el del honor, y a los civiles nos cuesta en especial comprender su significado en la cultura militar, pero en un caso así la palabra parece adecuada.
Lebel falleció ayer a los 90 años. Había nacido en Nueva Helvecia y tuvo una destacada trayectoria en la Armada, que luego continuó forzosamente como marino mercante (y en esa tarea ofició como correo entre los dirigentes blancos Carlos Julio Pereyra, proscripto en Uruguay, y Wilson Ferreira Aldunate, exiliado en Inglaterra). Con la restauración democrática le llegaron el reconocimiento del Estado a su actitud de 1973 y la recomposición de su carrera militar, con el grado de contralmirante. Publicó cinco libros: El viejo Günter. Entre la tierra y el mar (2001), El cocinero del rey (2002), ANCAP. Una visión geopolítica del Uruguay en el mundo del petróleo (2003), La muerte del lobo (2008) y Biografía de un hombre que perdió el miedo (2010).