Mañana el Ministerio del Interior (MI) tiene previsto dar una conferencia de prensa para informar sobre el crimen cometido en la noche del sábado contra dos ciudadanos paraguayos que circulaban en una camioneta por la avenida Giannattasio. El hombre y la mujer que viajaban en la camioneta, Ramón Quevedo y Claudia Guerrero, fueron ejecutados a balazos desde un vehículo en marcha. La camioneta, con sus ocupantes asesinados y fuera de control, atropelló a una adolescente de 16 años que esperaba a sus amigas en una esquina, y que murió en el acto.
Según informaron a la diaria fuentes del MI, la hipótesis más fuerte apunta a una banda de sicarios uruguayos. El asesinato fue “muy profesional”: el arma fue una pistola Glock con un cargador especial de 30 tiros, y todas las balas fueron dirigidas a los cuerpos de sus ocupantes; el hombre asesinado recibió seis balazos en la cabeza. Precisamente por el arma utilizada y por el cargador especial, las sospechas de la Policía apuntan a una banda que “ya actuó, hace relativamente poco”, y cuyos integrantes aún no han sido capturados. Además, el MI maneja la hipótesis de que el encargo del asesinato provino del exterior -aunque esto no está confirmado aún- y que fue una venganza vinculada al narcotráfico. El hombre asesinado fue detenido por narcotráfico en 2002 en Brasil, tenía una acusación de sicariato y desde 1998 estaba siendo rastreado por la Policía uruguaya, explicaron las fuentes. “Es un conflicto entre bandas criminales, no hay ninguna duda. Hay una reprimenda por una situación no saldada vinculada a las drogas”, señaló un informante del MI. El hombre asesinado, que llegó a Uruguay a mediados de enero, estaría involucrado en cadenas de tráfico que abarcan a Uruguay.
El vocero de la Policía de Canelones, Diego Berrutti, dijo al diario paraguayo ABC Color que en las últimas décadas “no tuvimos un atentado de estas características” en Uruguay y que se trata de “un caso aislado”. “No había pasado nunca en nuestro país una situación tan grave”, manifestó.