En 1861 el presidente Bernardo Berro estatizó los cementerios. Desde ese momento Uruguay vivió un proceso de separación de la Iglesia del Estado, que lo ha llevado a ser uno de los países más laicos del mundo. Para muestra basta un botón: a nuestra Semana de Turismo en parte del mundo occidental le siguen llamando Semana Santa. La libertad de culto en Uruguay es total, y el Estado (en general) trata de manera igualitaria a las diferentes religiones. Esta manera de posicionarse frente a las religiones no es caprichosa; está amparada por el artículo 5º de la Constitución, que define la laicidad del Estado y puntualiza que éste no sostiene religión alguna.

La regla más importante para la construcción del Estado laico en que vivimos es que los diferentes cultos se circunscriban a la esfera de lo privado, dejando el espacio público como territorio neutral. Recientemente en una columna de opinión del diario El País1, Francisco Faig explicaba claramente la importancia de dicha regla. Puntualizaba acertadamente que “cuando el espacio público deja de ser neutro y abstencionista, las diferentes religiones empiezan a competir allí” y que “la forma de respetar a todas las religiones es confinarlas en lo privado, que es también la forma de respetar a quien en nada cree”. Ajenos a estas reglas de convivencia, la Arquidiócesis de Montevideo está buscando colocar en el espacio libre al lado de la Aduana de Oribe una estatua de 2,2 metros con la imagen de la Virgen Milagrosa. Sería en el mismo lugar donde se reúnen anualmente a rezar el Rosario de Bendiciones para las familias.2 El trámite ante la Intendencia de Montevideo está avanzando, y posiblemente el 18 de febrero sea tratado en el pleno de la Junta Departamental, donde necesitaría para su aprobación una mayoría especial de dos tercios.

Por lo antes expuesto, consideramos que aceptar la colocación de esa estatua, así como cualquier otra imagen religiosa, es un grave error. Es cierto que ya existen ejemplos de este tipo de ocupación en espacios públicos: la cruz del papa ubicada en Bulevar Artigas y Avenida Italia (es el ejemplo más grande y visible) o la estatua de Iemanjá ubicada en la plaza República Española, entre otros varios puntos del país; “lo hecho, hecho está”. Sin embargo, la amplísima mayoría de estos símbolos ya colocados son de la religión católica y, por ende, para respetar la Constitución y no sostener religión alguna, no se debería seguir colocando símbolos cristianos en el espacio público, más aun si es con la intención manifiesta de convertir el sitio donde se coloca en un lugar de culto. Además, de aceptar esta estatua también habría que aceptar en el futuro (por ecuanimidad) propuestas similares de otras religiones, y dado el afán por ganar adeptos que tienen muchos grupos religiosos, podríamos asistir a una verdadera disputa entre iglesias por ocupar el espacio público con sus símbolos. Vale aclarar que el problema no es que se use el espacio público para una actividad, sino colocar símbolos que quedan permanentemente.

Seguramente a muchas personas no les moleste que dicha estatua se coloque. Creemos que eso es gracias a nuestra fuerte cultura laica, que debemos proteger, y hace que en Uruguay el tema religioso no se vea como un problema. Pero la religión genera amores y odios, y así como muchos se sentirán encantados con la estatua, otros se sentirán violentados por su existencia. No debemos olvidar que las pasiones religiosas son profundas y hasta el día de hoy siguen existiendo conflictos en el mundo con esa componente. Respetemos y afirmemos nuestra tradición laica como un valor fundamental de nuestra sociedad manteniendo el espacio público neutral.

  1. http://www.elpais.com.uy/opinion/iemanja-laicidad-enfoques-francisco-faig.html

  2. http://www.arquidiocesis.net/imagen-de-la-virgen-milagrosa-en-la-rambla-de-oribe/