En enero apareció en Brecha y en la diaria una serie de columnas que ingresan en la polémica sobre el crecimiento económico y el papel de la izquierda. Si bien su lectura me ha motivado a escribir sobre el tema, estas reflexiones, que dividiré en cuatro artículos, no se plantean en contraposición a aquéllas, sino que pretenden transitar por otros carriles del debate.

Durante los gobiernos del Frente Amplio (FA) el tema del crecimiento económico venía siendo poco relevante en la agenda pública, académica y política. Probablemente esto se debía a que las tasas de crecimiento alcanzadas en el período lograron niveles históricos para la economía uruguaya. Si bien siempre existieron voces que pronosticaban insistentemente la caída del denominado “modelo de crecimiento”, ese pronóstico no se cumplió.

Sin embargo, el tema apareció recurrentemente en la agenda de debate público en el último año. En Uruguay se ha producido una desaceleración del ritmo de crecimiento, y esto es palpable a nivel general y en particular en diversos sectores que se encuentran con importantes dificultades. Ante esta nueva situación, los discursos apocalípticos proliferaron desde los analistas de la derecha, pero también el mensaje permeó a ciertos sectores progresistas y, en particular, a parte del equipo económico que emitió mensajes, sobre todo en los primeros meses de 2015, que alentaron ajustes y restricciones.

La discusión se instaló fuertemente durante el debate presupuestal a partir de las proyecciones sobre los equilibrios macroeconómicos (déficit fiscal, inflación, etcétera), el nivel de gasto y otras variables que se ven influidas por el crecimiento económico. El problema se planteó más o menos en los siguientes términos: ¿el cumplimiento de determinados objetivos sociales comprometidos en la campaña electoral debe condicionarse a la generación de recursos por vía del incremento de la recaudación producto del crecimiento o se deben buscar fuentes adicionales para financiar estas políticas?

Durante el segundo trimestre de 2015, además, el producto cayó tanto en términos desestacionalizados como en comparación con igual trimestre del año anterior. Si bien esta caída puede ser explicada, en gran medida, por las variantes del sector de Suministro de Energía Eléctrica, Gas y Agua, que presenta importantes volatilidades, principalmente producto del nivel de hidraulicidad existente, otros sectores importantes se vieron resentidos. Este dato llevó a que algunos analistas y agentes políticos comenzaran a pronosticar una recesión. Una vez más, ese pronóstico no se verificó y la economía uruguaya retomó su senda de crecimiento (aunque moderado) durante el tercer trimestre.

En esta coyuntura, tenemos que pensar en un escenario distinto al vivido en los últimos diez años, con tasas de crecimiento menores, aunque nada despreciables si se las compara con las tasas históricas de la economía uruguaya. En el caso de cumplirse los valores de crecimiento previstos por el Poder Ejecutivo, podría proyectarse una tasa de mediano y largo plazo del entorno de 3%, valor muy superior al de todo el siglo XX,[1] cuando no llegó a 1,5% (1,4 para el período 1900-2003), e incluso superior al obtenido durante la primera mitad, cuando alcanzó a 1,87%.

En caso de verificarse esta tendencia sostenida, la disposición de bienes y servicios producidos per cápita podría duplicarse aproximadamente en 25 años, con lo que un individuo que naciera hoy en Uruguay promedialmente podría multiplicar por ocho la cantidad de bienes y servicios disponibles al final de su vida. En este escenario, nuestra preocupación no debería radicar tanto en volver a las tasas de los últimos diez años, sino en hacer sostenible un proceso de crecimiento a largo plazo, que sea inclusivo y distribuya sus frutos de forma más justa.

Solamente un pensamiento muy obtuso podría no ver las ventajas del crecimiento económico y pensar que desde la izquierda no debemos impulsarlo. Plantear la discusión en esos términos resulta trivial y no nos permite avanzar. El crecimiento económico representa una mejora en términos de Pareto, es decir, permite que por lo menos algún individuo mejore sin empeorar a los demás. En buena medida, y confirmando esta afirmación, la política implementada por los gobiernos frenteamplistas permitió, mediante esquemas redistributivos, tanto a nivel de producción del valor (Consejos de Salarios) como a nivel secundario (sistema tributario, gasto público), hacer alcanzable a una buena parte de la población una mayor porción de los frutos del crecimiento, lo que posibilitó mejorar las condiciones de vida de grandes sectores, sin afectar la distribución originaria.

No obstante, tampoco resulta adecuado postular al crecimiento económico como objetivo crucial y único, sin el cual no puede hacerse nada, planteando que si no existe quedarán inmovilizadas las demandas y será imposible avanzar hacia nuevas conquistas.

Desde el FA se han escuchado voces que sostienen que ante la actual coyuntura el gobierno se debe centrar en mantener las conquistas alcanzadas y esperar una situación más favorable para concretar nuevos objetivos. Esta actitud es conservadora y, además, fruto de su propia aversión al riesgo, genera mayores incertidumbres sobre la base social que apoya el proyecto frenteamplista, por lo cual asumirla podría incluso hipotecar su continuidad. El debate sobre el tema del crecimiento y el papel de la izquierda debe centrarse, a nuestro entender, en la calidad del mismo y los caminos para generar una transformación estructural sobre las condiciones económicas de Uruguay, sin desconocer su importancia para el cumplimiento de nuestros objetivos ni ubicarlo como condición necesaria para avanzar en la concreción de éstos. Esta discusión puede permitirnos avanzar en generar una contraposición teórica de izquierda que trascienda el discurso de la economía progresista, que actualmente corre riesgos de convertirse en una versión lavada de las viejas teorías de la corriente principal de la economía.

En los próximos artículos nos proponemos abordar dos aspectos centrales de este debate: 1) los mitos sobre la contradicción de objetivos entre crecimiento y distribución, afirmando que dichos elementos pueden ser compatibles en una estrategia de desarrollo con una óptica de izquierda; 2) la discusión sobre las medidas del bienestar en la perspectiva del debate sobre el desarrollo. Este abordaje nos llevará a problematizar el crecimiento, sosteniendo que como seres de izquierda no nos debería resultar indiferente la forma en que se produce, con quiénes se da, a partir de qué sectores y cómo contribuye a los objetivos de desarrollo trazados para el país en el marco de un proyecto inclusivo y sostenible.

  1. Datos tomados del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) (2007). “Para entender la Economía del Uruguay”, segunda edición revisada. Fundación de Cultura Universitaria. Si bien los datos elaborados por el Cinve son de crecimiento del PIB per cápita, como el crecimiento poblacional uruguayo es casi nulo y las proyecciones a 2035 establecen tasas cercanas a cero, los datos son comparables.

Mauricio Zunino

Licenciado en Economía por la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA) de la Universidad de la República (Udelar) y aspirante a magíster en Economía Internacional por la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar; profesor asistente grado 2 de la Unidad Académica de Microeconomía y de la Unidad Académica de Macroeconomía de la FCEA. Asesor de la bancada de diputados del Partido Socialista (FA).