Como señalamos en la columna anterior, una forma de afectar positivamente la distribución es estimular la producción en sectores que tengan una mejor distribución de base, lo que implica una transformación de la matriz productiva en el mediano y el largo plazo. Pero a corto plazo existen dos mecanismos que permiten trabajar sobre la distribución, uno interno al proceso de producción y otro referido a la redistribución secundaria. Nos referimos a la relación salario-ganancia y a los impuestos y el gasto público, respectivamente.

A) Relación salario-ganancia

Este elemento tiene que ver con la negociación salarial entre trabajadores y capitalistas. La reinstauración de los Consejos de Salarios en 2005 constituyó una política importante para avanzar en la distribución, ya que obligó a la negociación colectiva, cambió la correlación de fuerzas a la hora de negociar y disminuyó las asimetrías, lo que hizo posible importantes incrementos de salarios.

En la actualidad este punto merece una atención especial, ya que las pautas presentadas por el Poder Ejecutivo para el sector privado en los próximos años pueden llevar a una reducción de los salarios en la participación total del producto de la rama, con el riesgo de perder poder adquisitivo.

Además de atender esta situación coyuntural es necesario avanzar en los esquemas de negociación, ya que la estructura por rama habitualmente genera mejores condiciones para los trabajadores que se encuentran en la mitad de la distribución, pero no necesariamente en los extremos.

En este punto también hay sectores en los que se podría avanzar en un esquema más redistributivo, ya que presentan tasas de ganancias extraordinarias; algunos por fenómenos coyunturales de precios, sobre todo los vinculados al mercado internacional, que por momentos reciben precios extremadamente altos, los cuales no se derraman de manera equitativa. Al respecto, podría pensarse en esquemas de remuneraciones variables asociados a estos fenómenos, de forma que los trabajadores también puedan apropiarse de los beneficios de las coyunturas de precios.

En otros casos, las ganancias extraordinarias provienen de los mecanismos de concentración de oferta que se producen en determinados mercados, sobre todo vinculados al mercado interno, en el que la falta de competencia genera concentraciones oligopólicas. Esto provoca grandes ganancias, que no derraman a los trabajadores y perjudican a los consumidores finales. Aquí la posibilidad de avanzar en una redistribución más profunda es viable, ya que las tasas de ganancia son superiores a las opciones alternativas por ese capital, por lo que ningún empresario maximizador de beneficios tendría incentivos para salirse del sector.

B) Impuestos y gasto público

El otro nivel de mecanismos redistributivos tiene que ver con el proceso de distribución secundaria; en esto los dos instrumentos usados y que están concatenados son los impuestos y el gasto público.

En materia impositiva, se necesita una reforma tributaria de segunda generación, que permita avanzar en justicia tributaria. Esto implicaría, entre otras cosas, generar un IRAE (Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas) progresivo, ya que las empresas pequeñas, que son la mayoría de las empresas uruguayas y las que generan la mayoría del empleo y obtienen baja renta, pagan la misma tasa impositiva que los grandes capitales que logran apropiarse de enormes masas de ganancia. En este sentido, es posible, sin aumentar la presión tributaria global, redistribuir la carga de forma de afectar las grandes ganancias y favorecer a las empresas pequeñas, que son más intensivas en el uso de mano de obra, por lo cual es incluso factible un incremento en la demanda de trabajo.

Otro aspecto importante, ya mencionado, es corregir los mecanismos de incentivos a la inversión, propiciando un enfoque de política sectorial y apuntando de manera explícita a determinados sectores que contribuyan a los objetivos de desarrollo nacional, y no de manera indiscriminada y determinada por elementos exógenos.

El gasto público fue, durante los casi 11 años de gobierno del Frente Amplio, el instrumento redistributivo más exitoso, sobre todo por las políticas sociales aplicadas, que permitieron incluir a enormes masas de población y sacar de la pobreza y la indigencia a miles de uruguayos. En este momento, las políticas sociales deben encauzarse de manera diferente, ya que las necesidades de la población son otras y se debe apuntar a generar capacidades que permitan a las personas ganar autonomía en su desempeño.

¿Por qué no instrumentar estas políticas ahora? Uno de los mitos repetidos es que si se profundiza el proceso de redistribución también se pone en juego la continuidad del gobierno, y que por tanto esa profundización debe esperar a la generación de mayor crecimiento. Esta afirmación puede ser descartada mediante un simple contraejemplo que suele plantearse en los cursos básicos de economía política, cuando se analiza el teorema del elector mediano. Supongamos que se elabora una propuesta redistributiva que implique que los individuos paguen impuestos en relación a los ingresos obtenidos en función de una tasa “t”, y que el monto recaudado se reparta en partes iguales entre todos los individuos, lo que implica que cada uno recibirá la enésima parte del total recaudado1. Preguntémonos si esta propuesta contaría con la aceptación de la mayoría de la población: los individuos que se verían perjudicados se encuentran en la cola derecha de la distribución de ingresos, los que tienen ingresos superiores a la media de la economía ya que lo que pagan por impuestos es mayor que lo que se les devolvería, y por lo tanto tendrían una disminución de su ingreso; sin embargo, aquellos individuos ubicados en la cola izquierda de la distribución se verían beneficiados por tal política, ya que lo que aportan es menor a la transferencia que reciben. Siguiendo la lógica estricta de sus propios intereses, ¿quiénes pueden, por ende, apoyar, y quiénes rechazar este tipo de propuesta?, ¿la mayoría la apoyaría o la rechazaría? La respuesta depende de la distribución del ingreso originaria, que presenta empíricamente en todas las economías asimetrías hacia la izquierda (es decir, hay una mayor concentración de individuos pobres), por lo que hace que la mediana2 de la distribución se encuentre a la izquierda de la media, debido a que la mayoría de los individuos (más de 50%, que es el que representa la mediana) perciben ingresos inferiores al promedio (esto lo podemos ver porque dicho conjunto incluye a la mediana). Por tanto, una propuesta redistributiva de este tipo contaría con una aprobación de la mayoría de la población.

Si queremos profundizar los aspectos redistributivos, estos pueden plantearse de forma que cuenten con una aprobación mayoritaria. En todo caso, el trabajo político consiste en mostrarle a la población cómo cambiaría su situación y evidenciar que la mayoría saldría beneficiada si esos cambios se implementaran.

  1. Si bien este ejemplo está planteado con un alto grado de abstracción, se puede pensar la devolución de la renta no como una transferencia monetaria sino como el monto per cápita de bienes públicos y otros suministros brindados por el Estado.

  2. La mediana es el ingreso percibido por el individuo que se encuentra en la mitad de la distribución, mientras que la media es el promedio de ingreso de la economía.