Sábado 20 de febrero de 2016. En un medio cultural que oscila entre la desazón que produce el nuevo gobierno argentino en sus primeros meses, las ganas de salir a romper todo y la certeza de que es necesario (quizá más que nunca) seguir haciendo cosas juntos y resistiendo desde la cultura y el arte, empieza el Festival Internacional de Danza Emergente de Buenos Aires (FIDEBA). En su segunda edición y producido en forma independiente, es posible gracias al trabajo de un equipo cuya proximidad interpersonal alimenta el trabajo colaborativo. Su directora artística, Jimena García Blaya, es también quien está a cargo del lugar que alberga la mayoría de actividades: Café Müller. El nombre del espacio, tomado de una obra icónica para la danza contemporánea cuya autora es Pina Bausch, marca la fuerte influencia del expresionismo alemán en la danza contemporánea argentina, como en el resto de Latinoamérica.

Tensiones y encuentros

Mientras comienza el festival, piden la renuncia del ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires y director del teatro Colón, Darío Lopérfido; se suceden más despidos escandalosos -entre ellos, el de Viviana Fernández, impulsora de la licenciatura en Danza en Córdoba-; se realiza un paro general; llegan noticias de represión en lugares tan insólitos como inesperados, y de cierre de espacios culturales y teatros con el alegato de que no cumplen con normas de seguridad que cambian sobre la marcha; un grupo en Facebook reúne a casi 6.000 personas bajo el lema “arrepentidos de votar a Macri”; la sensación térmica y social supera los 40 grados, y se comenta que ante la venida del presidente de Estados Unidos, Barack Obama quieren cancelar la marcha del 24 de marzo (Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en la fecha del golpe de Estado de 1976) y que se acerca lento pero seguro el fin del inicio del fin: el estallido de la bomba sociopolítica que ya experimentó el país hace 15 años. Los carteles de Café Müller dicen que “la danza avanza”, y el escenario es el teatro, pero también todo ese contexto.

El FIDEBA tiene la singularidad de ser un festival que se hace en etapas a lo largo del año y cuyas actividades son en su totalidad gratuitas, gesto político que también crea tensiones a la hora de distribuir las no muy abundantes entradas disponibles.

Sobre la programación de esta primera parte, García Blaya dice: “En el caso de las obras internacionales y los artistas invitados del exterior del país, profundizamos en la idea de presentar una propuesta fundamentalmente latinoamericana, haciendo hincapié en las propuestas de Uruguay, con el fin de acercar aun más ambas comunidades y actualizar lazos”. Venir a otro país a ver obras uruguayas y a uruguayos produce una mezcla singular de familiaridad y extrañeza. También es curioso escuchar que muchos colegas argentinos describen a la danza uruguaya como más formalista, más hermética, menos expresiva y con una gran influencia de Brasil y de la danza conceptual europea, más dura para el espectador, menos narrativa o temática, con un gran énfasis en la visualidad.

De nuestro país fueron Posible reproductivo, de Vera Garat; Llévame al lugar donde estuvimos antes, de Paula Giuria, y Desde, de Garat, Tamara Gómez y Lucía Valetta. Entre mates, cigarros y facturas, comidas compartidas y una programación poco ortodoxa para un festival de danza, se desplegó a lo largo de una semana la presentación de las obras locales Lobo, te amo (una ficción muerta), de Ayelén Clavin y Gastón Exequiel Sánchez, y Lo que queda, de Paz Ladrón de Guevara; un seminario con Natalia Tencer; la realización de la residencia “Desde Va” y la presentación de El libro de la danza uruguaya en Radio La Tribu (las dos últimas organizadas como proyectos asociados por Plataforma Va y Café de Artistas, respectivamente); la proyección del documental Danza Sur, realizado por colegas chilenos y con la participación de múltiples y diversos artistas de la danza latinoamericana, y el experimento llamado “Bocetados”, que luego de una semana de investigación dio lugar a la apertura al público de dos borradores de obras, con cuya presentación terminó el festival.

Fuerza de lo precario

El proyecto Bocetados, coordinado por Federico Moreno, consiste en que dos directores y un elenco (en este caso de cinco personas) son convocados a realizar un boceto coreográfico en un número limitado de encuentros. El juego consiste en poner en escena el esbozo de lo que podría ser una obra o el borrador de una posible versión de ella, en bastante menos tiempo que el que comúnmente lleva un proceso creativo. Además del riesgo de la puesta en escena para los coreógrafos convocados, el elenco -integrado idealmente por personas que no se conocen o que casi no han trabajado juntas- tiene el doble desafío de compenetrarse durante el trabajo y experimentar dos procesos y estilos de dirección diferentes al mismo tiempo. Se ensayó con un director por la mañana y con el otro por la tarde durante cinco días, y se presentaron los dos resultados en el sexto.

Según García Blaya, el proyecto “nace de las ganas de generar comunidad”: “En Buenos Aires el entorno de la danza es muy grande, y muchas veces cuesta conocer a otros y trabajar con ellos. Bocetados propone un encuentro en el cual compartir un espacio de trabajo para experimentar e intercambiar ideas e imaginarios, sin la responsabilidad de un resultado acabado. Por el contrario, lo resultante, además de todo lo experimentado, es un boceto. A lo largo de las 11 ediciones de este ciclo, hemos ido adaptando y mejorando la propuesta, entendiendo que no sólo sirve para acercar, sino también para transitar diferentes roles dentro del espacio creativo, o bien para trabajar con cuerpos o marcos nuevos”.

En esta edición, los encargados de dirigir el boceto fueron el chileno Iván Sánchez -que, además de coreógrafo, es codirector de Escenalborde y del Festival Internacional Danzalborde, que se realiza desde hace 15 años en Valparaíso- y Fagner Pavan -proveniente de San Pablo, pero residente desde hace tiempo en Argentina, donde dirige la compañía Movil y el espacio Galpón FACE-. Mientras Sánchez propuso un trabajo en torno a la idea de huella y a la pregunta “¿cómo dejar una huella en el otro?”, explorada por medio de una estructura espacial que acotaba el espacio escénico y la improvisación en la que se basó la performance, la propuesta de Pavan apostó al montaje de una obra lo más acabada posible acerca del tema de la propiedad intelectual y las tensiones entre copia y original en la danza, así como las modalidades del derecho autoral en un lenguaje caracterizado por la dificultad de preservación y de acceso a los “originales”, y por procesos de traducción en el pasaje de unos cuerpos a otros. El elenco que protagonizó ambas propuestas estuvo integrado por cuatro argentinos (Gonzalo Lagos, Laura Monge, Carmen Pereiro Numer y Omar Possemato) y quien firma.

Bocetados surgió de hacer algo muy concreto, express, con una especie de rebeldía punk contra el formato del acabado”, sostuvo en una entrevista García Blaya, en la que subrayó que no hace falta que un encuentro sea sólo para hacer algo maravilloso y genial, y que hay algo interesante en la propia fragilidad que tiene este proceso.

Alternativa y estrategia

La idea del FIDEBA surgió del anhelo de contar con instancias de encuentro e intercambio a nivel internacional que reflejaran modos de producción independientes, colaborativos y asociativos de y desde la danza. Otra intención es promover y legitimar un perfil de artista profesional que produce, interpreta, crea, gestiona y piensa la danza. Bajo la dirección de García Blaya, y junto con un equipo de producción que integran también Beli Rotela, Pol Neiman, Federico Moreno, Valeria Martínez (de la plataforma Giró Cartelera) y otros, el festival es posible gracias al trabajo en grupo, el compañerismo y el afecto. Este año contó además con el apoyo del fondo iberoamericano Iberescena, aunque, en palabras de García Blaya, “aún no hemos podido utilizar el dinero, ya que Argentina debe el pago de 2016. Bienvenidos a Macriland”.

La directora nos cuenta: “El uso del término ‘emergente’ corresponde a la creencia en una nueva forma de pensar y gestionar la danza. Es una elección de trabajo que no sólo se refleja en el aspecto de la gestión, sino que como consecuencia también se ve en el resultado artístico. Lo que llamamos ‘danza emergente’ se organiza en un proyecto político, un desafío a largo plazo en torno a las nuevas formas de articularse en red y pensarse en un sistema alternativo de circulación e intercambio. Además, nos apropiamos del término para poner en crisis la idea de una carrera artística con fases sucesivas. No creemos en los escalones de desarrollo artístico. Lo emergente en la naturaleza es aquello que una vez que surge y se combina ya no puede separarse. La emergencia es una fuerza transformadora”.

¿Qué expectativas tiene García Blaya acerca de la relación entre arte y política en los próximos años en Argentina? “El panorama político en general, y en el aspecto cultural en particular, es preocupante -afirma-. El sector cultural estatal ha sufrido más de 2.000 despidos en 50 días, un número importante de espacios relacionados con el arte, que habían surgido con efervescencia en la última década, han cerrado o peligra su continuidad. Por otro lado, el actual gobierno se muestra reaccionario y con una actitud persecutoria alarmante hacia la comunidad artística, publicando ‘listas negras’ y despidiendo a trabajadores de la cultura por su filiación política. Frente a este panorama, la estrategia es permanecer juntos y visibles, asociarnos y crear un campo de acción política en conjunto, que nos permita desarrollarnos y plantear alternativas ideológicas y de comunicación, abiertas, colectivas, populares y libres. Ésa es la emergencia”.

Sábado 27. Mientras el cierre del festival deja a artistas y públicos rumiando informaciones y experiencias, ya empieza a prepararse la próxima etapa de FIDEBA, prevista para abril. Seguir haciendo danza es para los organizadores del festival una forma de resistencia, aunque no falten las crisis de sentido, las dudas y los momentos en los que todo parece desmoronarse. ¿Qué puede un cuerpo? es la pregunta en proceso, y las respuestas indican que muchos pueden más. Es la premisa para el encuentro y el material con el que se teje el puente desde y con artistas uruguayos; estrechando lazos, profundizando experiencias, compartiendo emergencias.