Cuando entro a un salón de clase a impartir matemática, no pienso en el futuro, pienso en el hoy. No quiero que mis alumnos sean mejores ciudadanos del mañana, quiero que sean mejores ciudadanos hoy.

Cuando invito a Natalia Di Martino, viuda de Héctor da Cunha, a dar una charla en el liceo, no espero que los gurises sean mejores hinchas mañana; espero que al sábado siguiente, si van al estadio, recuerden la otra cara del fanatismo futbolístico desenfrenado, que asesina y mata al hincha que tiene otros colores en la camiseta.

Cuando invito a Angelina Vunge al liceo, espero que los jóvenes se sientan tan agradecidos de vivir en Uruguay como esta angoleña, que nació de nuevo al radicarse a sus 22 años en nuestro país.

Después del asesinato de dos jóvenes hinchas de Aguada, me niego a dictar la clase y elijo charlar sobre el rumbo perverso que está tomando nuestra sociedad. A la hora siguiente, a la otra profesora le piden para seguir hablando del tema y contesta: “A mí me pagan por enseñar Geografía”. Entonces entiendo por qué el mundo está como está.

Es notable que no hayamos sido capaces de modificar una pedagogía que viene de tiempos inmemoriales y que está totalmente perimida. Tenía razón Montaigne cuando afirmaba querer cabezas bien hechas y no bien llenas. Lo asombroso es que el sistema educativo parece no haberse percatado de esas voces de alarma que traspasan los siglos. Quizás una de las cosas que nos reclamen los jóvenes del futuro es no haber sido capaces de cambiar el salón de clase por algo más útil, más beneficioso para la sociedad.

Y recuerdo la anécdota de aquel rapiñero al que, cuando se le preguntó por qué no había apretado el gatillo para asesinar a su víctima, contestó: “Porque recordé a mi profesora de historia y no pude hacerlo”.

El hecho de que la educación “siempre ha sido así” no quita que no se pueda iniciar una revolución silenciosa en contra de este sistema actual que, en vez de ayudar a formar seres pensantes y libres, forma esclavos que repiten la triste historia de sufrimiento de los seres humanos; que ayude a formar gente que sea capaz de transformar el medio en que vivimos.

No hay mucho más para decir que advertir hacia dónde nos está llevando el sistema educativo actual y denunciarlo. Cada uno de nosotros tiene un grado de responsabilidad en lo que está sucediendo, y puede (o no) hacer algo para cambiarlo.