Conocimiento nacional

La Primera Jornada de Promoción del Apoyo a la Investigación en Neurociencias fue organizada por la Sociedad de Neurociencias del Uruguay (SNU). Su realización en el anexo del Palacio Legislativo tuvo como objetivo “promover el interés de los tomadores de decisiones y periodistas” en la importancia de investigar en neurociencias.

María Castelló, integrante de la Comisión Directiva de la SNU e investigadora del sistema nervioso, explicó a la diaria que en Uruguay hay múltiples líneas de investigación en neurociencias, que los científicos trabajan de manera coordinada entre sí y con pares del exterior. Pero puntualizó que si bien la comunidad neurocientífica uruguaya es sólida, “tiene que desarrollarse, crecer y ahondar mucho más, sobre todo apostar al futuro: a los jóvenes, a la formación de nuevas generaciones”. Agregó que la investigación incluye aspectos éticos y como ejemplo citó al investigador español Carlos Belmonte, quien mencionó “la utilización de las neurociencias para controlar el consumo, lo que llaman neuroeconomía”. “Uno tiene que ver y controlar hasta qué punto somos manipulados por las empresas para determinar nuestras opciones en el consumo”, sostuvo.

Otros investigadores dieron cuenta de la importancia de investigar en aspectos mucho más trascendentes. Patricia Cassina, del Departamento de Histología de la Facultad de Medicina, se refirió a las enfermedades neurodegenerativas, como la esclerosis lateral amiotrófica, que provoca la atrofia muscular y la muerte de la persona entre los dos y cinco años de padecerla; en Uruguay hay 1,37 casos cada 100.000 habitantes, una proporción similar a la que se registra en el resto del mundo. Dijo que “la investigación es la esperanza científica” para algo que por ahora no tiene cura. Se está experimentando con drogas que frenen el avance de la enfermedad, y en Uruguay comenzó a hacerse un abordaje multidisciplinario que estudia el tema desde diferentes aspectos.

Los investigadores Flabio Zolessi y Omar Trujillo-Cenoz coincidieron en citar el incremento de las investigaciones que estudian la relación entre la microcefalia y el zika. Pero respecto de gobiernos que no siempre priorizan la investigación en neurociencias, Zolessi preguntó si la respuesta mundial para investigar ese tema habría sido la misma si el Aedes aegypti no hubiera llegado a Estados Unidos y a Europa.

El sueño es un estado comportamental necesario, al punto de que “se sabe que ratas de laboratorio privadas de sueño se mueren después de dos o tres semanas”. Existe una patología humana poco frecuente, el insomnio familiar fatal, que consiste en que “los pacientes, cuando empiezan a desarrollar los síntomas y no pueden dormir, después de algunos meses, fallecen”. De esa forma Pablo Torterolo, investigador del Laboratorio de Neurobiología del Sueño de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, comenzó su presentación sobre la importancia del sueño, en una charla en la que sugirió atender su incidencia en los accidentes de tránsito y profundizar la regulación del trabajo nocturno.

La presentación de Torterolo fue parte de la Primera Jornada de Promoción del Apoyo a la Investigación en Neurociencias (ver “Conocimiento nacional”), que se desarrolló el jueves en el edificio anexo del Palacio Legislativo. “El sueño cambia toda la fisiología: los distintos sistemas fisiológicos son unos en vigilia y otros durante el sueño”, aseguró el investigador, al tiempo que señalaba, utilizando imágenes de electroencefalogramas, la actividad cerebral durante la vigilia y durante el sueño. “En el laboratorio intentamos saber cuáles son y cómo funcionan los mecanismos neurales, o sea, los grupos neurales que generan la vigilia y el sueño, y entender los trastornos médicos relacionados”, planteó. Mencionó los sistemas que generan vigilia (sistemas activadores), los que generan el sueño lento y el sueño REM (que es cuando se sueña), e indicó que muchos de esos sistemas son causa de patologías si funcionan mal.

No es algo tan extraño. Torterolo señaló que la depresión es una de esas patologías psiquiátricas, e indicó que es importante en Uruguay, donde 65% de las personas que se suicidan la presentan. Informó que en el Laboratorio de Neurobiología del Sueño se está estudiando “un neurotransmisor o neuromodelador llamado ‘hormona concentrada en melanina’, que está en neuronas hipotalámicas que hemos visto en varios trabajos, que promueve el sueño REM y también tendría un efecto prodepresivo”. Agregó que “antagonizar este neuromodulador, de alguna forma, podría tener un efecto antidepresivo”.

Señaló que otra patología que estudian es la narcolepsia, que consiste en ataques de sueño. Se estima que en Uruguay hay 1.500 personas que la padecen y que “es causada por la degeneración de neuronas hipotalámicas que utilizan las hipocretinas”. Amplió explicando que las hipocretinas son neurotransmisores y que es algo que también están estudiando en el laboratorio.

Por otro lado, dijo que están estudiando la actividad cognitiva durante el sueño REM y su similitud con los cambios neuronales que ocurren en la psicosis.

Parar para seguir andando

La privación del sueño también ocupa a los investigadores. Torterolo señaló que “la falta de sueño es un problema relativamente global”. Mostró una gráfica que mostraba que en la década de 1960 la población se dormía alrededor de las 19.30, mientras que en la actualidad la línea llega hasta pasadas las 23.00. También la cantidad de horas se ha modificado: el promedio de 8,5 horas diarias de los 60 se redujo en 2010 a valores que rondan entre las seis y siete horas diarias.

Torterolo especificó que la falta de sueño se nota más en personas que trabajan de noche, y mencionó como ejemplo a transportistas, personal de seguridad y de la salud. “Se ha visto que en el turno de la noche hay más accidentes laborales, más errores de diagnóstico, más muerte de pacientes. Eso trae problemas también para el día siguiente: se sabe que hay más accidentes de tránsito después de una guardia”, dijo, en referencia al personal de salud que tiene que pasar la noche en vela. Pero también lo relacionó con la población en general: “20% de los accidentes de tránsito son por somnolencia. Se sabe que dormir menos de seis horas triplica el riesgo de accidentes y que manejar entre las 2.00 y las 5.00 multiplica por seis el riesgo de accidente”, comentó. “Manejar borracho o intoxicado con alcohol y manejar con somnolencia tiene las mismas consecuencias: que se produzca un accidente. Se sabe que una noche sin sueño es como tener alcohol en sangre, y que tanto el alcohol como la privación de sueño potencian la somnolencia; tiene un efecto distinto tomar alcohol que hacerlo cuando además estamos privados del sueño”, insistió. El investigador sugirió hacer campañas para alertar a la población de los riesgos de manejar mal dormidos, algo que se hace en Estados Unidos y en Europa; ubicado en un escenario parlamentario, sugirió legislar, tal como se hace en esos países. En ese sentido, citó la llamada “ley de Maggie”, aprobada en 2003 en New Jersey (Estados Unidos), que debe su nombre al accidente de Maggie McDonnell, una joven que falleció en 1997 al ser atropellada por un conductor que llevaba 30 horas sin dormir; “la ley establece que un conductor que está 24 horas sin dormir es considerado un conductor imprudente, igual que un conductor intoxicado”, resumió Torterolo. “En Uruguay se podría pensar algo parecido”, señaló.

El docente saludó que en 2015 se haya aprobado la Ley de Nocturnidad; esta declara que “el trabajo nocturno supone un factor negativo para la salud de los trabajadores”, establece el derecho de la mujer embarazada, hasta transcurrido un año de haber dado a luz, a trabajar en horario diurno, “sin que ello signifique pérdida de la compensación por trabajo nocturno”, y pauta el pago de 20% por encima del sueldo para quienes cumplan tareas durante más de cinco horas consecutivas entre las 22.00 y las 6.00. Torterolo expresó que la norma “se puede profundizar desde el punto de vista legislativo”.

En diálogo con la diaria dio pautas de por dónde podrían ir esas profundizaciones. Por ejemplo, dijo que “el trabajo nocturno afecta distinto según las edades: cuantos más años tenemos, más afecta la performance durante el trabajo”. Comentó que en otros países se regula la cantidad de guardias o de horas semanales que se puede hacer durante la noche y apuntó que “no hay una buena regulación de eso en Uruguay”. “Hay muchas cosas menores que se pueden ajustar o conocer; por ejemplo, las condiciones previas del trabajador: si tiene patologías previas relacionadas con el sueño, si presenta patologías psiquiátricas. La falta de sueño afecta mucho más a ciertas personas que a otras”, agregó.

Torterolo mencionó que “la modernidad hace que ciertos trabajos se tengan que hacer de noche”, pero advirtió que “hay que ver cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Hay gente que soporta mejor genéticamente quedarse hasta más tarde trabajando, son los que informalmente se llaman ‘búhos’; pero, por otro lado, hay gente para la cual levantarse temprano no es un problema, son las que se llaman ‘alondras’. Se puede regular ese trabajo nocturno según las características de la persona”, consideró.

Si bien recordó que “estar despierto de noche es siempre un problema”, explicó que los ajustes pueden hacerse de acuerdo con las características de las empresas y de los trabajadores. Habló de regular desde la organización de los turnos, evaluar la conveniencia de dormir siesta durante el trabajo o el acceso a estimulantes, como la cafeína, y cuándo, puesto que “el problema del trabajo nocturno es que, por un lado, se tiene somnolencia durante el trabajo, pero al otro día, como las personas se hiperexcitan, no pueden dormir, por lo que están despiertos y con sueño durante la noche, pero durante el día tienen problemas para conciliar el sueño, y esto potencia el problema”. Si bien la academia no ha profundizado en el diálogo con políticos y empresarios sobre este tema, Torterolo dijo que se podría dialogar para plasmar esos aportes.