En Uruguay hace ya varios años que el gobierno se encuentra diseñando la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados. Si bien éste fue anunciado como una de las prioridades del gobierno pasado, fue recién con la aprobación del último presupuesto que se asignaron fondos para su implementación. En este contexto, el 13 de octubre de 2015, el Ministerio de Desarrollo Social firmó un convenio con el Instituto Nacional de Cooperativismo con el fin de promover una mayor presencia de cooperativas entre las organizaciones proveedoras de cuidados. Sin embargo, más allá de estos titulares, no existe mucha información pública sobre qué tipo de características se pretende que tengan las organizaciones proveedoras de cuidados.
A priori, los servicios de cuidados pueden ser brindados por distintos tipos de organizaciones. Pueden ser brindados por el propio Estado, por ejemplo por medio de guarderías públicas. Ésta es la solución aplicada en varios países europeos. En caso de ser brindados por el sector privado, puede tratarse de empresas capitalistas, organizaciones sin fines de lucro, empresas autogestionadas (EA) o trabajadores individuales. Estos servicios pueden ser contratados directamente por los hogares o puede existir también algún subsidio por parte del Estado (total o parcial).
Este hecho hace que existan varias combinaciones posibles a la hora de pensar qué tipo de organizaciones serían las prestadoras de cuidados en el caso del sistema uruguayo. De hecho, en Uruguay ya conviven varias de estas formas organizativas. Existen guarderías públicas, trabajadores independientes que realizan las tareas de cuidados de niños o ancianos en los propios hogares, centros de cuidados privados que los hogares contratan y centros privados subsidiados por el Estado, como es el caso de los CAIF.
La creación de un Sistema Nacional de Cuidados resulta una excelente oportunidad para promover la expansión de las EA. Para argumentarlo, quisiera repasar la experiencia de la región de Quebec, en Canadá. En la década de los 90, en dicha región se encontraban ante el desafío de diseñar un sistema de cuidados y resolver problemas de empleo persistentes de algunos sectores de la población. La decisión que tomaron fue la de utilizar organizaciones de la llamada “economía social”.
Para diseñar el sistema de cuidados de los niños, la alternativa elegida en Quebec tiene varias similitudes con los centros CAIF en Uruguay.
El gobierno optó por entregar un subsidio por niño a centros de cuidados privados organizados como organizaciones sin fines de lucro o cooperativas de trabajadores. Las empresas capitalistas también podían ofrecer servicios de cuidados, pero no recibían el subsidio por parte del Estado.
Pero probablemente sea en el cuidado de ancianos y otras personas mayores dependientes donde se encuentra la mayor innovación organizativa. En este caso, se estableció una tarifa subsidiada por hora que los hogares debían pagar por servicios de cuidado.
Dichos servicios se realizaban a domicilio para personas que aún estaban en condiciones de seguir viviendo en su hogar en forma autónoma. Las tareas realizadas incluían ayudar a las personas con la preparación de las comidas, la realización de las compras, la limpieza del hogar, y otros quehaceres.
Para realizar estas tareas, se capacitó a trabajadores con problemas de inserción laboral y baja calificación, con lo que se resolvió al mismo tiempo el problema de empleo de miles de personas.
En la medida en que el pago por parte de los hogares era bajo, el Estado se encargaba de complementar los ingresos del trabajador para alcanzar un salario levemente mayor al laudo acordado en la negociación colectiva con los sindicatos.
La mayor novedad estuvo en que la actividad de estos asistentes personales se organizó en la forma de cooperativas mixtas. Estas cooperativas estaban gobernadas democráticamente, no sólo por sus trabajadores, sino también por los usuarios de sus servicios. Si bien esta modalidad de cooperativa mixta en Quebec sólo se utilizó para los servicios de asistentes personales, nada indica que no pueda también utilizarse para otras actividades de cuidados, como, por ejemplo, el cuidado de los niños.
El sistema de cuidados en Quebec, apoyado en cooperativas y otras formas organizativas de economía social, tuvo una rápida expansión y generó empleo para cerca de 50.000 trabajadores, en una región de 8.000.000 de habitantes. Esto tuvo como consecuencia una importante presión por parte de las empresas capitalistas para también ser subsidiadas, hecho que se concretó hace pocos años bajo un gobierno de derecha.
Sin embargo, la exclusión del subsidio a las empresas capitalistas en un sistema de cuidados de este tipo tiene un sólido argumento económico si se consideran las externalidades positivas generadas por las EA. En particular, si se tiene en cuenta la tensión inherente en las empresas capitalistas entre la búsqueda de mayores beneficios y los valores que esperamos que estén asociados a las actividades de cuidados y crianza. Bajo la lógica maximizadora de beneficios, la atención a las necesidades de las personas se justifica si se puede lucrar con ello.
Mientras, el diseño de las cooperativas mixtas recién mencionado posibilita que los objetivos de la organización prioricen las necesidades de sus miembros.
Adicionalmente, existen tanto argumentos teóricos como evidencia empírica para el caso de Uruguay que sustentan la idea de que las EA podrían exhibir algunas ventajas frente a las empresas capitalistas en las actividades de cuidados. Desde el punto de vista teórico, se trata de sectores intensivos en mano de obra que requieren bajos niveles de inversión inicial en capital. Los problemas de financiamiento para la creación de la empresa suelen ser justamente una de las principales barreras a la formación de nuevas EA. En segundo lugar, se trata de actividades que no tienen economías de escala importantes, lo que permite mantener emprendimientos de tamaño mediano de forma eficiente.
Por último, se trata de actividades que permiten mantener organizaciones con cierta homogeneidad entre sus miembros en términos de calificaciones y remuneraciones. Este hecho facilita la gestión y la toma de decisiones en una organización democrática.
Resumiendo, se trataría de un sector en el que las EA enfrentarían menores barreras para su formación. Este hecho podría permitirle aprovechar las ventajas que tienen las EA frente a las empresas capitalistas en materia de motivación en el trabajo y eliminación de conflictos de intereses entre patrón y trabajador, ambos elementos que redundarían en una mayor productividad.
A estos argumentos teóricos se agrega que en Uruguay las actividades de cuidados se corresponden con uno de los sectores en los que más se han creado EA en la última década. Un hecho que nos induce a pensar que las EA enfrentarían condiciones favorables a su sustentabilidad en dichos sectores.
Una versión previa de esta nota fue publicada en Razones y personas.