El viernes 22 de abril la sede de Naciones Unidas en Nueva York recibió a los representantes de sus estados miembros para la ceremonia de apertura de la firma del Acuerdo de París. Entre los 175 países que se hicieron presentes, Uruguay fue uno de los pocos (el único sudamericano) que no enviaron un representante de alto nivel (jefe de Estado o ministro), y la función estuvo a cargo del representante permanente ante la ONU, el embajador Elbio Roselli.

La ceremonia era más simbólica que otra cosa, en tanto inauguraba el período de un año que los países tienen como plazo para proceder a la firma formal de los acuerdos aprobados en la COP 21 de París en diciembre pasado. Sin embargo, como acto simbólico la ceremonia procuró darle un impulso político y diplomático al acuerdo climático, de manera de acelerar su ratificación final.

Este evento tuvo lugar en un momento en que el país se ve sacudido por una de las inundaciones más importantes de su historia. Los barrios anegados, la enorme cantidad de desplazados y las pérdidas en el sector agropecuario han sido materia informativa de cada día durante la última semana. Y también ha sido común la pregunta de varios periodistas y comunicadores: ¿estas inundaciones son un efecto del cambio climático?

Pero tal vez la pregunta no esté formulada de la mejor manera. No hay forma de atribuir un evento climático particular al fenómeno global del cambio climático. Máxime en un país donde la variabilidad climática es la norma y las inundaciones son relativamente frecuentes. La atribución del cambio climático como causa requiere varias décadas de registro para ser contrastada.

La pregunta más inquietante es: ¿Uruguay tendrá un mayor número de inundaciones como esta en los próximos años? Y a esta pregunta la ciencia responde con mayor nivel de probabilidad: sí.

Más allá de si las lluvias puntuales de estos últimos días responden al calentamiento global, lo que a esta altura es ineludible es la certeza de que esto se verá más frecuentemente en los próximos años y que la causa de ese aumento en la frecuencia es el cambio climático.

El último reporte publicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en 2014, informa que existe una tendencia al aumento de las lluvias anuales en el sudeste de Sudamérica de 0,6 mm/d en el período 1950-2008, y que la frecuencia e intensidad de las precipitaciones serán mayores.

El ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, ha estimado que el efecto de este desastre climático podría afectar las exportaciones uruguayas en un monto aproximado de 1.000 millones de dólares. Esto representa aproximadamente 0,2% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, y tanto las autoridades como los sectores productivos implicados están en alerta máxima.

Pero esto tal vez no refleja aún la magnitud del problema. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe ha dedicado buena parte de sus últimos trabajos a evaluar los impactos económicos del cambio climático en la región. Según sus análisis (2014), en América Latina los efectos del cambio climático ya están teniendo un costo de entre 1,5% y 5% del PIB regional y se espera que este valor aumente en el futuro. A nivel mundial se estima que el calentamiento global le costará al mundo entre 5% y 20% del PIB cada año en las próximas décadas.

La preocupación de las autoridades ante las pérdidas y los efectos económicos de las inundaciones deberían motivarlas a ser un poco más activas en las políticas climáticas. La ceremonia de Nueva York tal vez no ameritara el gasto de enviar a un representante de alto nivel, en tanto no se decidía nada nuevo ni trascendente a este respecto. Pero si lo que se buscaba era darle un impulso político y diplomático a unas negociaciones que vienen bastante difíciles, la presencia de al menos un ministro de Estado podría haber dado una señal.

Una señal hacia afuera, hacia los demás países con los cuales debemos resolver esto a nivel internacional. Pero también hacia adentro, hacia los uruguayos que con desazón y angustia ven por la televisión o viven en carne propia la catástrofe de sus casas inundadas, sus cosechas perdidas y sus escasos bienes arrastrados por la corriente.