Para comenzar estos breves comentarios, creemos oportuno plantear algunas consideraciones acerca de los intereses que se cruzan en los centros educativos y en la educación en general.

Los intereses pueden ser los siguientes: los docentes de enseñanza secundaria tienen como objetivo primordial fomentar las claves de alguna disciplina (sea científica o artística); las autoridades muchas veces reclaman tareas que no son específicamente de los docentes (realizar tareas extracurriculares por fechas patrias, actividades pseudopedagógicas como las recientes Jornadas de Bienvenida a la vida liceal), a esto hay que sumar las exigencias que provienen de las inspecciones (muchas veces relacionadas con disminuir los índices de repetición). Pero el interés más publicitado (y por tanto naturalizado por la “opinión pública”) es el de los gobernantes y cámaras empresariales. Ambos grupos insisten en que la educación es la solución a todos los problemas sociales y que su mal funcionamiento repercute en toda la sociedad.

Como puede percibirse, los intereses que se cruzan en el sistema educativo son variados, y por lo tanto no hay unanimidad en cuanto a lo que se persigue o en cuanto a lo que se va a hacer todos los días al establecimiento escolar. Planteamos esto ya que si realizáramos un estudio serio y por tanto profundo (no terminar simplemente en la presentación de datos resumidos en una gráfica, lo cual se hace habitualmente en la ciencia tradicional y en presentaciones oficiales, luego de hacer varias encuestas a actores del sistema) y se buscara ir a las raíces de los problemas, sin duda que estos y otros temas emergerían a la superficie.

Los intereses de las autoridades políticas son claros y quedan evidenciados al leer la actual Ley de Educación: “Es obligatoria la educación inicial para los niños y niñas de cuatro y cinco años de edad, la educación primaria y la educación media básica y superior. A tales efectos, se asegurará la extensión del tiempo pedagógico y la actividad curricular a los alumnos de educación primaria y media básica” (Art. 7º).

El actual programa de gobierno del Frente Amplio (FA) va en la misma dirección y comparte el propósito de extender los “tiempos pedagógicos”. El año pasado (con el decreto de esencialidad) quedó claro que lo intentará imponer a como dé lugar, sin importar si no se respeta la Constitución ni los derechos de los trabaja- dores organizados.

Si hacemos una lectura rápida de este fragmento de la Ley de Educación y no nos detenemos en él, podríamos caer en una trampa mortal y ser desmenuzados por lo que queda fuera, lo que se oculta. Teniendo en cuenta que estas líneas las pueden leer personas que no están familiarizadas con las situaciones diarias que suceden en un liceo, se podrá decir “bueno, las autoridades políticas están pensando en mejorar la vida de los estudiantes que más lo necesitan”. Ahora bien, esta lectura puede ser cuestionada por los involucrados, por las personas que pasan de un modo u otro más de diez horas al día con los “niños y jóvenes” a quienes se les quiere tener en una “jornada escolar extendida”.

Este es un primer punto a poner en cuestionamiento. Al día de hoy los “niños y jóvenes” que concurren a los centros educativos en secundaria se encuentran con edificios en donde lo único que hay son salones y, en algunos casos, un patio reducido en donde pueden converger cientos de alumnos. ¿Se ha pensado en estas situaciones cuando se habla de “jornada escolar extendida”?; ¿cuáles serían las actividades extracurriculares que se realizarían?; ¿o se piensa en extender los tiempos curriculares que existen al día de hoy?; ¿no se debería reformar las estructuras edilicias de los centros educativos?

Si alguna de estas preguntas se responde de manera afirmativa, es imprescindible el aumento del presupuesto que se destina a la educación, máxime cuando se dice explícitamente en la Ley de Educación que “la educación es la mejor inversión que un país pueda hacer para su desarrollo individual y colectivo”.

Es conveniente aclarar y dejar evidenciado que, en este momento, el presupuesto educativo, según la proyección de distintos economistas (por ejemplo, Pablo Messina y Martín Sanguinetti), no llegará a 6% del Producto Interno Bruto a finales de este quinquenio. Y recordemos que desde el primer período de los gobiernos del FA en el presupuesto de la educación se suman rubros que no se relacionarán a la mentada “jornada escolar extendida”, a no ser que el gobierno piense enviar a los “niños y jóvenes” a la Escuela Policial, la Escuela Militar o al Hospital de Clínicas, o que, pensando en que viajar es una forma de educarse, los envíe en el buque de la armada Capitán Miranda a recorrer el mundo. Por otro lado es conveniente preguntarse: ¿el 6% alcanzaría para brindar un proyecto educativo de “jornada escolar extendida”?, ¿qué debería tener dicho proyecto educativo?, ¿cuál es el motivo de insistir con la extensión del tiempo pedagógico?, ¿hay un interés pedagógico o de control social hacia una población considerada potencialmente peligrosa?

Hay una tesis que sostiene las actuales políticas educativas: “las oportunidades de cada uno [léase alumnos, estudiantes, seres humanos] no deben estar signadas por el origen”.

El gobierno y las actuales autoridades de la educación intentan cambiar la realidad mediante palabras y gestos. Así, se desea que “las oportunidades de cada uno no estén signadas por el origen” y están convencidos de que por darle la bienvenida a una nueva generación mediante jornadas lúdicas, de baile y muchas fotografías, se cambiará la cruda realidad que indicó la directora general de Primaria, Irupé Buzzetti, al decir que hay muchos escolares que llegan al liceo sin un manejo acorde de la lectura y la escritura (analfabetos funcionales, digamos).

¿Se esfumarán las diferencias de capital cultural como por efecto de magia?, ¿qué significa que un niño o adolescente deba aprovechar las oportunidades?, ¿oportunidades para qué?, ¿cada uno debe aprovechar su oportunidad sea como sea?; ¿al que no aprovecha su oportunidad qué le ocurrirá? Hay que recordar que algunos nacen con adoquines y anclas en sus pescuezos (Pablo Gentili) y que habitualmente son los que no aprovechan las oportunidades.

Uno de los problemas que se encuentran presentes en la educación es para qué es útil la educación (especialmente la secundaria). La teoría dominante (vuelta sentido común y naturalizada) en la sociedad plantea que si se invierte en educación es para obtener resultados concretos. Y esto se traduce en la frase “dónde van a trabajar los que estudian en secundaria”. En Uruguay la economía está dominada por la visión mercadocéntrica que busca atraer inversiones extranjeras al país, ya que estas, según la misma teoría, serán las que brinden la oferta laboral en el país. Pero hoy los flujos de capitales ya no llegan como hace unos años y la desocupación vuelve a ser un problema social.

Los impulsores de la política educativa (integrantes del gobierno, en definitiva) dirán que el centro es procurar que las personas adquieran aprendizajes que les permitan el desarrollo de las competencias relacionadas al aprender a ser, aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, etcétera.

Nuevamente se evidencian peligros que están latentes en cada paso de esta política educativa y de proyecto de país. No podemos dejar de pensar que la propuesta local se articula perfectamente con el modo civilizatorio impulsado desde la modernidad por Occidente; así, el centro está en las leyes del mercado y el ser humano debe vivir en función de estas.

Los capitales y las grandes inversiones llegan/llegaban al país porque encuentran/encontraban facilidades y ventajas: bajos salarios, zonas francas, exenciones impositivas, garantías de inversión y escasos controles ambientales.

Con esta lógica hegemónica, las multinacionales necesitan mano de obra barata para trabajar en cualquier emprendimiento, entonces, aprender a aprender significa: hay que formar personal para desempeñarse en x rubro, pues hay un nuevo “nicho de mercado” o los precios de este producto aumentaron y es rentable explotar dicho producto, y mañana será otro producto y por tanto habrá que estar preparado para dicho cambio.

Ahora bien, ¿qué sectores de la sociedad deberán prepararse para aprender a aprender?, ¿Uruguay desarrollará las competencias de los obreros que necesiten los inversores y saldrá a ofrecerse para que lleguen al país nuevas inversiones?, ¿con los impuestos que pagamos vamos a preparar la mano de obra de posibles inversores extranjeros?, ¿el proyecto del actual gobierno reproducirá esta lógica sin intentar romperla?, ¿no hay alternativas a este orden establecido?, ¿hasta cuándo seguiremos creyendo que buscar una alternativa llevará a empeorar la situación en la que vivimos?

Sin duda, hay que tener en cuenta el trabajo en un proyecto de educación y de país, pues el trabajo es lo que nos hace humanos (no en el actual sistema totalitario mercadocéntrico). Sin trabajo digno (esto es dignificar al ser humano) no se promueve la justicia, ni la solidaridad, ni la libertad, ni la democracia, ni la integración regional, ni mucho menos la convivencia pacífica.

Todas las intenciones del gobierno de cambiar la sociedad quedan en los discursos y declaraciones de grupos minoritarios del FA, pues no hay sociedad que pueda sobrevivir en un sistema que se basa en el “sálvese quien pueda”, en donde el ser humano es un servidor del mercado capitalista y de la economía moderna, en donde se vuelve una pieza más para incrementar las ganancias del capital.

Y no basta con cuestionar solamente al capitalismo, sino al horizonte cultural y civilizatorio que lo hizo y hace posible: la (pos)modernidad occidental y sus mitos (que incluye al socialismo). Por este motivo, la cuestión ya no es entre socialismo o barbarie: la cuestión es trascender la modernidad/posmodernidad-occidental.

El autor

Héctor Altamirano es docente de Historia (IPA). Cursa la Maestría en Ciencias Humanas, Opción Estudios Latinoamericanos, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Integra el Grupo de Estudios en Políticas y Prácticas Educativas de la misma facultad.