No parece Uruguay. En las asambleas improvisadas que se armaron en las veredas de la ciudad de Dolores, los vecinos se sorprenden en voz alta ante un panorama que sólo conocían por las películas. Ahora también lo ven por la tele, pero en el informativo. Los dos últimos -uno en 2012 y otro en 2013- fueron mucho más leves, dijo el prosecretario de Presidencia, Juan Andrés Roballo, en una conferencia de prensa pocas horas después de las 16.00 del viernes, cuando el tornado atravesó la ciudad en sentido diagonal y dejó una franja de destrucción de noroeste a sureste. 900 casas: el 30% de la ciudad, en palabras de Mariela Fajardo, directora de Acción Social y Familia de la Intendencia de Soriano (IS). Duró cinco minutos, pero dejó un daño que para el intendente, Agustín Bascou, va a tomar por lo menos dos años de trabajo.
Es el peor evento climático de la historia de Uruguay, coinciden el intendente y el personal del Instituto Uruguayo de Meteorología. Primero se sintió el ruido, cuentan los vecinos: un chillido que parecía el de una turbina de avión. Bruno, un señor que vive a dos cuadras de la plaza principal que ahora muestra árboles dados vuelta, dice que vio un remolino de chapas que se acercaba, y se encerró a esperar lo que fuera. Las chapas estaban por todos lados: enredadas entre las ramas, amontonadas al costado de las calles, incrustadas en autos que quedaron arrugados de darse contra las paredes; en todos lados, excepto en los techos. Las máquinas amarillas muerden chapas y las dejan en cajas de camiones.
Dos hombres de una empresa de seguros dan vueltas por la plaza. Llegaron a evaluar los daños, cuentan, pero no saben por dónde empezar. Los guinches del Automóvil Club del Uruguay levantaron seis camiones, tres ómnibus y 200 autos. Apenas paró el viento, los heridos cayeron al Hospital de Dolores, que había sufrido sus propias heridas: se volaron partes del techo, los cielorrasos se rajaron y el agua empezó a entrar en el área de emergencias, que tuvo que ser clausurada, contó a la diaria Richard Millán, gerente general de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). El equipamiento se mojó y la ciudad se quedó sin rayos X, así que el Hospital Maciel ofreció una máquina portátil. 15 ambulancias recorrieron el viernes la noche de Dolores, oscura por cortes de UTE (algunos a propósito, para evitar que los cables sueltos generen más problemas) y sin señal de celular por la caída de la torre principal de Antel. Las ambulancias iban transportando a los pacientes a las clínicas privadas, cuenta Susana Muñiz, presidenta de ASSE, conforme con cómo actuó el sistema de salud ante la emergencia. Llegó ayuda de Montevideo, Mercedes y Fray Bentos, y tres niños fueron internados en CTI de la capital, Rosario y Paysandú.
Los daños se están y se seguirán evaluando. Hay 28 familias evacuadas que en los próximos días dormirán en el Estadio Cerrado de Dolores, cuatro muertos y decenas de heridos. También hay al menos siete detenidos por robos y saqueos.
Pero también brilló la solidaridad de varias formas, destaca el intendente. Una brigada de 100 obreros del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA) recorrió los barrios más afectados para cargar escombros. Un grupo de médicos jóvenes que se conocieron estudiando en Cuba circula por el estadio techado desinfectando heridas, con los estetoscopios colgados. Vecinos clasifican la ropa, los colchones, los alimentos que llegan en bolsas de varios puntos del país. La Federación de Funcionarios de Salud Pública trajo medicamentos. Jóvenes de uniformes camuflados de las Fuerzas Armadas ayudan a organizar el tránsito. “Eso nos hace ver el vaso medio lleno”, dice la directora de Acción Social de la intendencia. “Esto va a ser una tarea de mucho tiempo. No nos dejen solos”.