Uruguay alcanzaría su volumen máximo de población en 2046, cuando llegaría a 3,64 millones de habitantes, según las proyecciones de Naciones Unidas. A partir de ese año, la población comenzará a decrecer hasta llegar a 3,29 millones de habitantes en 2100, la misma población que tenía en 1998, un siglo antes.

Estas estimaciones figuran en un riguroso trabajo presentado ayer en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administraciónde la Universidad de la República, denominado Cambio demográfico y desafíos económicos y sociales en el Uruguay del siglo XXI, coordinado y editado por Rafael Rofman, del Banco Mundial (BM); Verónica Amarante, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe; e Ignacio Apella, también del BM. En la presentación comentaron el trabajo el titular del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Danilo Astori, los ministros de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, y de Desarrollo Social, Marina Arismendi, y el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Álvaro García.

Esa evolución demográfica se explica por la baja fecundidad y “por el comportamiento proyectado del saldo migratorio”, pero existe una diversidad de situaciones al entrar en detalle en los “grupos de edad”. Por ejemplo, “la población infantil (que alcanzó su máximo histórico en 1999, con casi 816.000 niños) descenderá sistemáticamente hasta llegar a 493.000 niños en 2100 (40% menos que en 1999) y ese descenso comienza 47 años antes que el inicio del descenso de la población total”, se advierte en el estudio.

Pero, por otro lado, “los adultos mayores (personas de 65 años y más) aumentan continuamente durante todo el período y alcanzarán a ser más de 976.000 a inicios del siglo XXII”. Se prevé que en 2035 el número de adultos mayores iguale al de los niños, y que de ahí en más los empiecen a superar.

Años y costos

Para los investigadores, este proceso de envejecimiento de la población “requiere de un incremento sostenido de la productividad de la economía a fin de mantener una tasa de crecimiento económico positiva, que junto con las políticas redistributivas permitan mantener e incrementar el bienestar general de la población”, ya que el envejecimiento tiene como consecuencias un aumento del gasto público y una reducción del tamaño de la fuerza de trabajo.

Astori dijo que estos “cambios demográficos” plantean “desafíos económicos”, y que este tema es “relevante para la política económica” como se la entiende en el gobierno: “La política económica es ante todo política”. “En el MEF no nos consideramos los cajeros del gobierno ni tampoco contadores que están para asegurar un prolijo equilibrio contable de las cuentas. Nuestra tarea es algo más profunda y extensa, tiene que ver con el trazado de objetivos, la elección de una estrategia y la selección de herramientas, de instrumentos al servicio de la búsqueda de niveles cada vez más altos de desarrollo económico y social”, dijo Astori.

Para el ministro, por este “enfoque estructural de larga duración” es que “ingresa el tema demográfico a la preocupación de la economía del Uruguay”. “Las proyecciones son conmovedoras, por el proceso de envejecimiento, la reducción de jóvenes y el crecimiento de los adultos, que avanza a un ritmo sensiblemente superior al promedio latinoamericano. Lo primero que demuestra el estudio es el impacto fiscal de esta situación, que tiene que llevarnos a asumir que tenemos desafíos muy importantes y que tendremos que encararlos”, agregó. El titular del MEF mencionó que hace algunos años “se solía discutir la viabilidad del país”, incluso con planteos de “destacados intelectuales”, y nombró los libros El Uruguay como problema, de Alberto Methol Ferré, y Uruguay ¿provincia o nación?, de Roberto Ares Pons, como ejemplos de esa discusión.

Y agregó: “Ahora nunca daríamos esta discusión con esa perspectiva, porque nos hemos demostrado a nosotros mismos que podemos encarar estos temas con perspectiva estructural y con la realización de transformaciones en profundidad, de larga duración [...] hemos ganado confianza en nosotros mismos”.

Es ahora

Pero a pesar de los catastróficos pronósticos, el estudio establece que el país está atravesando un período que se conoce como “bono demográfico”, en el que el país registra “el mayor porcentaje de población en edad de trabajar y con capacidad de generación de ahorro de su historia”. Esta etapa, que se extenderá hasta 2030, representa “una oportunidad” para aumentar los niveles de inversión para ingresar en un camino de crecimiento sostenido.

Rofman presentó algunas propuestas para aprovechar esa “ventana demográfica”: incrementar la fuerza de trabajo “dándoles oportunidad a las mujeres”, adecuar la oferta laboral para que los adultos mayores continúen en el mercado de trabajo después de los 60 años, aumentar la productividad a partir de la elevación de los niveles de formación y de innovación en tecnología. Consultado por la diaria, el director regional del BM, Jesko Hentschel, dijo que, si bien el estudio no propone planes migratorios por el bajo flujo que existe en la actualidad, es una posibilidad en la que también “se puede trabajar”.