El proyecto surgió en 2012, motivado por dos procesos de participación pública vinculados a controversias ambientales, juicios ciudadanos sobre energía nuclear y sobre minería de gran porte, y las implicancias de estos emprendimientos sobre el desarrollo del país a futuro. Ante la ausencia de marcos generalmente aceptados para la evaluación de escenarios alternativos, los investigadores se propusieron generar un ámbito de discusión, aprendizaje y conocimiento que contribuyera a identificar dimensiones del desarrollo valoradas por la ciudadanía. En 2014 y 2015, con el apoyo de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República, se dedicaron a investigar el concepto y las dimensiones de desarrollo en distintas esferas poblacionales en Montevideo y Tacuarembó.

El dinero que paga el tiempo

Una combinación de estrategias de involucramiento, mediante grupos focales y diálogo ciudadano dirigidos a jóvenes y adultos de diversos niveles socioeconómicos, contextos regionales variados y colectivos fuertemente excluidos, llevó a concluir que hay “dos corrientes”, según dijo uno de los investigadores, Andrés Rius, a la diaria.

Como si de una metáfora de mar se tratara, estableció que “hay una que va por debajo y otra más por la superficie, en direcciones opuestas”. “Por un lado, está el conjunto de la población, en sus diversos niveles socioeconómicos y de experiencia profesional, con prioridades convergentes que refieren al bienestar económico, al ámbito laboral y a la educación; por otro lado, hay otra corriente que lleva a disgregarse”, explicó el economista.

Por ejemplo, los jóvenes de entre 18 y 29 años tienen diferencias muy grandes en la concepción de “trabajo”. Los de clase media-baja y baja tienden a considerarlo un medio para poder hacerse de tiempo y recursos, por ejemplo, “para pasar el rato con la familia”. Es que, según el estudio, en los niveles más bajos “la vida familiar tiene un papel central, que se va perdiendo conforme se asciende en la escala social”. Los jóvenes de la misma edad pero de niveles socioeconómicos más altos tienden a considerar al trabajo como un “fin”: entienden que “les retribuye en cuanto a realización profesional y personal y les ayuda a encontrar una posición redituable en la sociedad”. En menor medida, establecen como dimensiones del desarrollo individual la posibilidad de emanciparse, de disfrutar de los amigos, de viajar y de darle un sentido a su vida. Rius considera que estas discrepancias entre los distintos niveles socioeconómicos “se ven en todas las dimensiones” y tanto en jóvenes como en adultos.

También hay diferencias importantes entre las respuestas dadas en el interior y en la capital del país. “La gente de Tacuarembó valora especialmente un estilo de desarrollo que combine ‘lo moderno’ y la inserción internacional del departamento con las tradiciones. Pretende un desarrollo del turismo orientado a lo cultural; especialmente, que la gente entienda la cultura del campo uruguayo”, explicó Rius. En Montevideo, esta perspectiva “no parece tan clara”, agregó.

En las áreas rurales de Tacuarembó se detectaron fuertes limitaciones impuestas por el entorno, en particular en los niveles socioeconómicos bajos. Existe una fuerte demanda de infraestructura y servicios básicos que no es captada en los análisis de pobreza y desigualdad, focalizados, por lo general, en el ingreso. Además, la falta de diversidad en la demanda laboral, así como la salida de esta situación mediante el trabajo autónomo, cobran especial relevancia.

La cohesión social es mencionada por todos los grupos, aunque “adopta formas variadas”: “desde la pérdida de valores y la indiferencia por el otro, a las reivindicaciones de mayor tolerancia y menor discriminación por parte de los grupos afrodescendientes y GLB [gays, lesbianas y bisexuales]”.

Si bien hay aspectos comunes, los investigadores advierten de que “no es posible considerar un único conjunto de dimensiones e indicadores si se quiere reflejar al conjunto de los sectores consultados”, ya que “las dimensiones pueden ser similares, pero los indicadores varían por grupo social y región”.

La dimensión no vista

Las conclusiones del “panel Delphi” -una metodología de interacción regulada y anónima con expertos, hasta alcanzar ciertos niveles de consenso- fueron variadas. Por un lado, se notaron importantes diferencias en el alcance del concepto de desarrollo, algo que podría constituirse en “un obstáculo potencialmente importante a la construcción de consensos”. Dos cosas llaman la atención: por un lado, que la problemática ambiental sea percibida como una “preocupación a futuro”, y por otro, el silencio sobre la equidad de género como finalidad deseable de alguna agenda de desarrollo.

Rius, quien toma esto como “un dato interesante”, aclara que esto puede deberse a “la metodología de la encuesta” o a la forma en que fueron planteadas las preguntas.

Lo que sigue: el orden cuantitativo

El proyecto tuvo un cierre “parcial” el viernes, cuando los resultados de las consultas fueron presentados y un panel de actores de la esfera pública hizo sus comentarios. Aun así, Rius considera que queda espacio para seguir profundizando en el concepto de desarrollo que tienen los uruguayos. El material recabado quedará disponible, y los informes y bases de datos podrán servir a investigadores y estudiantes.

Mirando hacia adelante, el economista considera que al haber trabajado con un fuerte énfasis cualitativo, quedaron pendientes “unas cuantas preguntas que demandarían un enfoque más cuantitativo”.