Llegamos sobre el mediodía a la UTU, emplazada sobre la ruta 1, frente al shopping, que ocupa una parte de lo que en otros tiempos fuera la textil Sudamtex, durante muchos años la principal fuente de trabajo de los colonienses. Unos 40 trabajadores ocuparon el local en las primeras horas de la mañana, en demanda de soluciones a los problemas edilicios.

En la puerta nos recibió Martín Rethemías, docente de historia y dirigente de la Asociación de Funcionarios de UTU (AFUTU) de Colonia. Nos mostró la grasera de la cocina, que da al frente del predio y está desbordada “desde hace más de un año; los caños no aguantan más”. Los marcos de las ventanas de los salones que también dan al frente están salidos, el agua puede entrar entre ellos. Es sólo el comienzo del periplo.

“Tenemos problemas sanitarios, problemas eléctricos de todo el cableado, que habría que hacerlo nuevo”, nos relató el docente mientras nos mostraba los tableros. “Mirá el vidrio debajo de la escalera, está todo partido y sólo lo sostiene una malla metálica”. Fuimos a visitar los salones donde se dan las clases: “Por todas las ventanas se filtra agua, todo está atado con alambre… Si querés abrir una ventana no sabés cómo vas a terminar”, señaló.

Lo del alambre no era una referencia lírica o una forma de decir: los tubos de luz están sujetados, efectivamente, con alambre, tres de los seis que hay en uno de los salones no funcionan e, incluso, uno de ellos está partido en tres pedazos y le falta la parte del medio, justamente donde no tiene alambre. Las puertas no tienen picaportes y una de ellas es sólo un pedazo de estructura de madera a la que le falta el chapón que le daría forma de puerta. Los pisos están todos levantados y cuando llueve los salones se inundan.

En el pasillo sólo funciona uno de los seis picos de luz. La UTU “tiene tres turnos y 1.000 alumnos” aclaró el docente, que añadió que el deterioro “cada vez se siente más; hay salones que de noche no se pueden usar, y esos dos contenedores que están ahí, a los que les llaman ‘aulas móviles’, también se llueven”.

En el baño de mujeres de la planta baja funciona una sola canilla y el estado de los azulejos da pena. “Las gurisas cruzan al shopping para ir al baño”, aclaró.

También ese tema preocupa a los docentes: el local está emplazado sobre la ruta 1 y no cuenta con una valla perimetral para proteger a los alumnos. Tampoco cuenta con señalización ni con accesibilidad universal para personas en sillas de ruedas, con discapacidad visual o muletas.

La falta de limpieza también es un problema. Hay sólo dos funcionarios de limpieza para los tres turnos, cuando “lo ideal serían cuatro por turno o cuatro, cuatro y dos”. “¡Y eso que está más limpio porque la directora vino a limpiar a las cinco de la mañana!”, gritó una de las ocupantes.

Ya en la planta alta, recorrimos el baño de los hombres, que se clausura cada vez que llueve. Los mingitorios no tienen agua y dos de los tres wáters pierden agua en forma permanente.

A unos metros, en el salón de 1º E se puede ver que los bancos de los estudiantes están totalmente descuajeringados, y la silla del docente no tiene mejor suerte: el asiento está en el piso. Los otros salones no desentonan con el estado general del edificio: pizarrones con agujeros y a punto de caerse, uno de cada tres tubos de luz funcionando, y cartelitos “No hay agua” en la puerta del baño, o “Favor ¡no tocar!” al lado de un enchufe en malas condiciones. En las paredes se ven hongos verdes: “Eso es más que humedad; la azotea es una piscina”.

El desastre no se limita a la UTU de la capital departamental; en La Horqueta, un pueblito a 25 kilómetros de la ciudad, funciona un bachillerato agrario en un predio en el cual no hay agua. “Hay una desidia por parte de los responsables, que son los cargos políticos correspondientes”, señaló Rethemías, y denunció la “omisión del Ministerio [de Educación y Cultura] y del CETP [Consejo de Educación Técnico Profesional]”, quienes solamente “envían mandos medios, inspectores regionales”.

El dirigente también recordó que el Decreto 291 establece la creación de comisiones bipartitas en cada lugar de trabajo, y que los funcionarios “ya tenemos nombrados a los compañeros; la otra parte no ha nombrado a la contraparte y eso traba cualquier informe que nosotros podamos plantear y elevar”. “Una cosa es el discurso y otra la realidad”, finalizó Rethemías.

Cuando salimos del local de la UTU, a los dirigentes les avisaron que el CETP se había negado a recibir al Secretariado Ejecutivo de AFUTU mientras se mantengan las medidas de fuerza. De a poco habían pasado por la ocupación padres, madres y estudiantes, que se verían las caras en la asamblea abierta convocada para la noche.

Afuera, en las rejas de la UTU, distintas banderas daban cuenta del apoyo recibido por los trabajadores, como las de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes), la Intersindical de Carmelo, los funcionarios de Salud Pública, UTE, el sector del comercio, los funcionarios de la Intendencia de Colonia y la Asociación de Funcionarios Policiales de Colonia.

Entre estas y la pancarta que rezaba “escuela ocupada por sus funcionarios”, unos cuantos trabajadores interactuaban en las escalinatas de acceso a la UTU, mientras comentaban, mate en mano, las últimas novedades. Muchos decían que se les terminaba la paciencia, siendo muchos de ellos, incluso, la primera vez que participaban en instancias gremiales, como María José, una joven docente de inglés que también participa en la ocupación.