Luego de cuatro años de trabajo, mañana se estrena Feriados, una serie de nueve capítulos unitarios e interconectados que narra las vivencias de sus protagonistas en días no laborables. Sus directores, Leonardo Pintos, Claudio Quijano y Lucas Cilintano, unieron sus conocimientos de teatro y cine para llegar a la televisión. la diaria habló con ellos sobre el proceso creativo de este proyecto que empezó como un juego entre amigos.

¿Cómo surgió Feriados?

Lucas Cilintano (LC): -Nos cruzamos en 2012 y empezamos a tirar ideas. Pensábamos en algo para internet con filmaciones chiquitas, pero nos seguimos juntando, nos fuimos copando, decidimos presentarnos a los fondos de fomento del ICAU [Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay] y ganamos. Con ese incentivo económico empezamos a sumar más gente y a pensar más la propuesta artística. En 2013 ganamos el fondo para desarrollo de guion, en 2014 el mismo fondo para producción, y en 2015 el de locaciones de la Intendencia de Montevideo.

Leonardo Pintos (LP): -Cuando Claudio y yo conocimos a Lucas, veníamos con la idea de hacer algo con la cámara, pero al ser actores no contábamos con las herramientas técnicas necesarias. Cuando nos empezamos a juntar los tres, decidimos que queríamos hacer algo que fuera una mezcla entre serie y unitario, y así surgió la idea de los feriados. En ese momento habían pasado diez años de la crisis de 2002; hablamos sobre todo lo que había cambiado y decidimos contarlo por medio de feriados nacionales en un año.

¿Cuánto de lo que hay en la serie es guionado y cuánto improvisación?

LP: -Hicimos un juego en el cual a cada actor le tocó un feriado, y a partir de improvisaciones empezamos a delinear partes del texto. Una vez que definimos qué feriado le correspondería a cada personaje, quisimos cruzar a los demás en esas historias, porque nos pareció interesante ver a cada personaje desde distintos puntos de vista. Improvisábamos, volvíamos a la historia que íbamos creando, volvíamos a improvisar una segunda vez, ya con cámara... fue un proceso de idas y vueltas que duró un año.

LC: -Me interesaba sacarle a la serie la estructura del cine, una cosa muy pensada en la que todos tienen un jefe, un orden, un tiempo y un dinero, y eso hace que los proyectos sean muy rígidos. En cambio, experimentamos vinculando a gente del teatro y armando las escenas de forma más libre. No se pensó en planos, y yo quería tratar de que la cámara no molestara, de que estuviera ahí pero no intimidara ni frenara. Los primeros capítulos nos costaron mucho, pero fuimos entendiendo la lógica.

¿Qué temas eran recurrentes en aquellos ejercicios de improvisación?

LP: -Los nueve actores tenemos entre 25 y 45 años, y todos habíamos notado un cambio en esta última década, principalmente a nivel tecnológico y político. Otro tema recurrente es el amor: en la serie se habla pila de los vínculos entre personas, e intentamos, dentro de esas características que se repiten, buscarles la otra vuelta: vos tenés nueve personajes que en su feriado cambian en algo o inician un proceso de cambio en relación con cómo vienen percibiendo su vida; de eso se trata básicamente cada capítulo. Lo que hicimos fue ver cómo en estos diez años fueron modificándose ciertas cosas, como el concepto de machismo, los prejuicios sobre quién labura y quién no, la idea de que una mujer no se puede divertir después de los 30, por qué nadie piensa que un tipo que lleva una vida relativamente exitosa puede estar pasándola mal. Esos eran los temas que volvían, y en cada capítulo los personajes se corren del lugar al cual estamos acostumbrados.

LC: -Yo veía en casi todos una búsqueda del equilibrio y la calma, el deseo de que estuviera todo bien. No hay una receta de la felicidad, sino que todos tienen que hacer algo, tienen que moverse. En nuestra generación, y en la sociedad en general, existe una cosa invasiva sobre qué hacer y qué no, estamos un poco atormentados, y en realidad lo que queremos es estar tranquilos.

Claudio Quijano (CQ): -Algo que me gusta mucho es que es bastante uruguayo lo que se cuenta, sin mostrar la rambla, el mate y la torta frita. Hay un bagaje cultural asimilado que no cae en esos íconos tan reconocibles. La nuestra es una generación puente hacia otra cosa, y hay algunos elementos que ya no nos representan.

Un lugar común en muchos episodios es el bar de Laura. ¿Por qué los personajes pasan por allí?

LP: -El bar apareció porque con la actriz [Carla Moscatelli] empezamos a trabajar en torno a cómo una mujer puede tener un laburo que salga del estereotipo femenino. Primero pensamos que Montevideo, en una época, estaba lleno de bares, y que ahora se está volviendo un poco a eso; luego los cruces entre los personajes se fueron dando orgánicamente. En un momento dudamos, porque podía parecer artificial que todos pasaran por el bar, pero luego dijimos: “Es Montevideo, es normal que ocurra eso”. Incluso en la vida cotidiana me pasa que veo “situaciones Feriados”, porque en una ciudad tan pequeña los círculos se repiten. La idea del bar también tiene que ver con ciertas costumbres constitutivas de la identidad uruguaya que heredamos: el boliche, los inmigrantes, los gallegos que vinieron y abrieron bares, y cómo eso ahora es tomado por otras generaciones que lo resignifican. Son cosas que se aggiornan y a la vez se siguen manteniendo.

Feriados tiene muchas locaciones; por ejemplo, hay dos capítulos que transcurren en el interior. ¿Cómo se manejaron con el presupuesto?

LP: -Además de los premios de los fondos tuvimos algunos apoyos de logística, de empresas y otras organizaciones. La serie hoy está terminada, la pudimos filmar y todos cobramos. Pero es difícil saber si el presupuesto fue suficiente, porque hay muchas horas de trabajo atrás; entonces es engañoso, en realidad todos tuvimos que renunciar a parte de nuestro caché. Intentamos, dentro de las limitaciones, buscar cómo potenciar el resultado. El presupuesto por un lado te limita, pero por otro hace que el ejercicio creativo sea mayor, porque tenés que resolver más con menos. Intentamos sacarle el máximo provecho a eso sin que fuera frustrante.

CQ: -Se pudo hacer porque todo el equipo asimiló esa forma de trabajo. Ellos estaban corridos de lo que es la dinámica normal del laburo, y tanto la producción como el equipo técnico se adaptaron a eso. Nosotros grabábamos cada capítulo en cinco jornadas, y ese tiempo está limitado por un presupuesto que es real. Por eso los primeros nos costaron más, había que adaptarse a toda esa mecánica.

LC: -Sí, el equipo apoyó mucho, todos querían hacerlo y le pusieron voluntad. Para la mayoría este era su segundo trabajo: a veces pedían licencia en el otro, o iban a trabajar ahí y volvían. Había actores que tenían que ir a trabajar y llegaban al rodaje sin dormir. El presupuesto real no se acerca a lo que entró como dinero. Lo bueno que teníamos a favor es que lo habíamos pensado para que fuera súper guerrero, y las limitaciones nos obligaron a tener una arquitectura económica complicada. Había capítulos que insumían mucho costo, entonces teníamos que balancear eso, trasladando el déficit de algunos episodios al ahorro en otros, y tuvimos que reescribir algunas escenas porque no llegábamos con lo que teníamos, pero era tratar de focalizar y resolver, y aprendimos mucho, a optimizar y a economizar.

¿Cuántos eran en el equipo y cómo era la dinámica de trabajo?

LP: -Éramos unos 15, más o menos. Todos teníamos un rol pero también aportábamos desde otros lugares, éramos multiempleo. Por ejemplo, uno de los actores, Mateo Chiarino, escribió guion con nosotros; Jorge Fierro es el asistente de dirección pero también hizo continuidad, y aparece en un capítulo. Lo que estuvo bueno del equipo técnico fue el encuentro entre los mundos del teatro y el cine, porque todos aprendimos y nos embanderamos con el proyecto, entonces aportamos desde distintos lugares. A veces un asistente me tenía que cortar el pelo, o los actores venían a colaborar en días en que no actuaban: todas las situaciones que se daban eran de trabajo en equipo.