Transcurridas algunas semanas de los eventos climatológicos extremos que vivió el país, el Consejo Directivo de la CAF, que sesiona todos los martes, decidió ampliar su convocatoria y recibir a los presidentes de las cooperativas y también a Aguerre, para analizar en conjunto las consecuencias de estos hechos y las alternativas para enfrentarlas.

Durante la reunión, Aguerre presentó los datos preliminares de la evaluación que está haciendo el MGAP sobre los daños provocados por las lluvias y el tornado ocurridos en abril, que tuvieron distintas repercusiones según el rubro.

En la soja, por ejemplo, se estima que se perdieron “entre 300.000 y 500.000 toneladas”. Sin embargo, como la pérdida no fue exclusiva de Uruguay, sino que también afectó a Argentina y a Brasil, el precio de la leguminosa aumentó 17% en los últimos dos meses. A pesar de esta “compensación relativa” entre pérdidas y ganancias, el ministro llamó la atención sobre el aumento de costos extras derivados de la humedad. “Normalmente no hay que secar la soja, y luego de estos excesos hídricos va a haber que secar hasta 90% de la producción, ya que este grano se comercializa con 13% de humedad y ahora tenemos un nivel de 22%, y eso tiene un costo de 15 dólares por tonelada”, explicó.

En la lechería, en tanto, hubo una disminución de entre 18% y 20% de lo remitido a planta. En este caso, las pérdidas de producción se suman a un escenario complicado para el sector. Además, dado que abril es también el primer mes de la lactancia de 90% de las vacas, y que la productividad de estas -que dura nueve meses- se define prácticamente en los primeros dos, “la pérdida, en el momento que se da, seguramente va a tener un efecto a lo largo de todo el año en muchísimos sistemas productivos”. Las miles de hectáreas de pradera perdidas se estiman en 20 kilos por animal, lo que implica una pérdida global del valor de las haciendas del país de 300 millones de dólares, comunicó Aguerre.

Los cultivos de arroz no sufrieron, en general, mayores pérdidas. Según Aguerre, en el este del país “va a ser un año parecido al promedio de los últimos cinco”, pero al norte hay algunos casos puntuales en los que la disminución de la producción varía entre 7% y 20%, dependiendo de la zona. En este caso, además, no sólo no hubo un aumento de precios, sino que estos sufrieron una baja en los últimos tiempos.

Es así que las primeras estimaciones del MGAP conducen a un impacto global de entre 0,3% y 0,4% del PIB nacional, un “daño mayor”, en una situación de desaceleración económica. “El efecto climático se llevó un tercio del crecimiento que íbamos a tener”, dijo el ministro, dando cuenta de que estos números no incluyen las implicancias de estas cadenas en el resto del sistema productivo nacional.

Por este motivo, transmitió la importancia de “darles continuidad” a las cadenas productivas agropecuarias, que “son tan importantes para la economía”. Según dijo Aguerre, 75% de las exportaciones del Uruguay son de productos de origen agropecuario o agroindustrial, por lo que “por la competitividad del sector ganadero y agrícola están condicionadas un montón de actividades en la economía y otros miles de puestos de trabajo”.

La manera de darles continuidad sería, principalmente, mediante la recomposición de cada punto de actividad productiva; al respecto Aguerre consideró que Uruguay “no puede pensar en soluciones generales” ni tampoco “pedirle al sistema financiero que salga a financiar el uno a uno”, porque eso implicaría “una marcha atrás”. Sostuvo que la mejor salida estará en “comprar tiempo”, buscando que los bancos aprueben una ecuación que permita a los productores cumplir con los intereses pero postergando el plazo de las amortizaciones de sus préstamos.