El último número de la revista de la asociación de investigación estadounidense American Economic Association dedica varias páginas a analizar el vínculo entre el Plan de Asistencia Nacional a la Emergencia Social (PANES), implementado entre 2005 y 2007 en Uruguay, y la salud de los recién nacidos de los hogares beneficiarios. El equipo de investigación estuvo conformado por las economistas uruguayas Andrea Vigorito y Verónica Amarante; el investigador italiano y docente en la Universidad de Londres Marco Manacorda; y el investigador de la Universidad de California Edward Miguel. El artículo se titula “¿Las transferencias monetarias mejoran los resultados de los nacimientos?”.

Para responder la pregunta, los investigadores se centran en el bajo peso al nacer como un indicador de la salud del niño. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, si un recién nacido pesa menos de 2,5 kilos se considera que presenta bajo peso al nacer. “La evidencia médica muestra que el bajo peso al nacer es un predictor de la morbilidad y mortalidad infantil, y también de la salud de ese niño en su vida adulta, e incluso del peso al nacer de la siguiente generación”, señala el artículo.

El PANES estuvo dirigido a los hogares más pobres del país (10% de los hogares). Entre las mujeres beneficiarias, aproximadamente 185.000 estaban en edad de tener hijos (entre 12 y 49 años). El costo total del programa fue de aproximadamente 250 millones de dólares, lo que representa 2.500 dólares por hogar, y representó 0,4% del Producto Interno Bruto. Los beneficiarios tenían derecho a una transferencia monetaria mensual de 1.360 pesos, con independencia del tamaño del hogar, un monto que se ajustaba por inflación.

Los investigadores compararon la incidencia del bajo peso al nacer en niños de madres antes de que ingresaran al PANES y luego de ingresar a él. Concluyeron que el programa implicó un aumento en el ingreso de los hogares de 25% y determinó una caída de la incidencia del bajo peso al nacer de 20% entre las beneficiarias.

Se analizaron tres grupos distintos: uno de mujeres beneficiarias del PANES, otro de mujeres que se postularon al programa pero no resultaron seleccionadas, y otro de mujeres que no se postularon. Mientras que entre las mujeres beneficiarias el porcentaje de nacimientos de bajo peso era de 10,2% antes del programa, entre las que solicitaron entrar pero no quedaron era de 9,3%, y entre las que no lo solicitaron era de 8,4%. En cambio, no había diferencias significativas en el tamaño gestacional ni en la incidencia de los partos prematuros entre los tres grupos.

La evidencia muestra que en los dos años de aplicación del programa, se cerró la brecha preexistente entre las madres que fueron elegidas por el programa y las que no lo fueron, en relación con el indicador del bajo peso al nacer.

El descenso en la prevalencia del bajo peso al nacer fue más pronunciado en el caso de los bebés prematuros, las madres adolescentes y las madres solteras; “los niños con resultados peores son los que ganaron más”, señalan los académicos.

Los investigadores descartan que el descenso se relacione con más controles prenatales, ya que si bien estos eran condición para el programa, esa exigencia nunca se aplicó.

11,6% de las mujeres beneficiarias del PANES presentaba una “desnutrición sustantiva”. Los académicos evalúan que la mejora en la nutrición materna durante el embarazo “jugó un rol central” para el descenso del indicador del bajo peso al nacer. Otro factor relevante es la reducción en las horas de trabajo de las mujeres embarazadas beneficiarias, lo que “puede haber contribuido también al aumento del peso materno durante el embarazo mediante una reducción del uso de energía”. Durante el programa, el total de mujeres beneficiarias redujeron 4% las horas trabajadas. En suma, más ingresos y menos trabajo pueden haber contribuido a mejorar la nutrición de las madres beneficiarias.

Los investigadores evalúan que “las intervenciones en la forma de transferencias monetarias a las mujeres embarazadas afectan significativamente los resultados de los nacimientos”.

Agregan que estos resultados dan cuenta de que las transferencias monetarias “pueden potencialmente ayudar a quebrar el ciclo de pobreza intergeneracional, mejorando la salud de los niños”. “La evidencia apunta inequívocamente a las transferencias monetarias, y a la mejora en los estándares de vida que proveen, como el principal factor explicativo detrás de la mejora en los resultados de los nacimientos”, concluyen.