El abogado Fabio Maria Galiani pidió permiso a la Corte para mostrarle al testigo Fausto Humberto Bucchi algunas fotos, y le preguntó a este si reconocía a alguien. Bucchi miró en silencio las hojas blancas donde estaban impresos los rostros en blanco y negro. Pasaron algunos minutos; la tensión se respiraba en el Aula Búnker de Roma, donde se están desarrollando las audiencias del juicio por el Plan Cóndor. Bucchi levantó la cabeza, se acercó al micrófono y dijo que sí, que reconocía a un hombre. La Corte le pidió que leyera el nombre y el número escritos en la hoja en la que está retratada la cara reconocida: “626. Tabaré Daners”, leyó el testigo. Galiani aclaró a la Corte que en aquel momento Daners era el comandante directo de Jorge Néstor Tróccoli, y añadió que, aunque no se trataba de la primera vez que ese testigo declaraba en un juicio, era la primera vez que se le mostraban fotos y se le pedía que hiciera un reconocimiento. Bucchi viajó a Roma para declarar sobre el secuestro y la desaparición del matrimonio de uruguayos Edmundo Dossetti e Ileana García Ramos y de Fernando Bosco, sobre los que también atestiguaron, en la audiencia de ayer, Olga Ramos -madre de García y suegra de Dossetti- y Beatriz Martínez, esposa de Bosco.
“El 21 de diciembre de 1977, aproximadamente alrededor de las 23.00, cuando volvía a mi casa, encontré en el hall del edificio a gente extraña que portaba armas cortas y metralletas, vestida de civil. Presioné para entrar, pero no me lo permitieron y me detuvieron en el hall”, relató Bucchi. “En esa oportunidad vi que bajaban del ascensor a una persona que estaba esposada. Yo no la conocía, pero luego supe que era Fernando Bosco, un amigo del matrimonio Dossetti que vivía en el edificio, y que los tres desaparecieron juntos”, agregó.
Bucchi permaneció retenido un buen rato en el pasillo del edificio y vio por lo menos a nueve personas que desempeñaban diferentes papeles en el operativo, según relató a la Corte. Pero un rostro le quedó impreso en la mente: el del hombre que llegó a último momento, quien bajaba del apartamento de los Dossetti y llevaba envuelta en una frazada una máquina de escribir. “Él se sorprendió mucho al verme allí, y comenzó a dar órdenes a los demás. Yo señalé que tenía que guardar mi coche, que había quedado afuera, en el garaje, y él le encargó a uno de los otros que me acompañara”, contó.
Ese hombre, según el reconocimiento que hizo Bucchi, era Tabaré Daners, ex comandante en jefe de la Armada entre 2004 y 2006. Ese reconocimiento constituyó el hecho central de la audiencia del Plan Cóndor de ayer y podría tener consecuencias tanto para el juicio como para la causa del secuestro y de la desaparición de la pareja Dossetti, dijo el abogado Galiani a la diaria.
Además, Bucchi, que en el momento del secuestro era vicepresidente del consorcio en el que vivían los Dossetti, brindó a la Corte valiosa información, que presentó de manera ordenada y prolija, sobre los hechos y sobre el caso de la hija del matrimonio desaparecido, Soledad. Como contó su abuela, Olga Ramos, gracias a la valentía y al coraje cívico de ese hombre, la niña no siguió el mismo destino de sus padres.
Bucchi es la persona que escribió una carta a la familia Dossetti contándole lo sucedido, es quien fue al Juzgado de San Isidro y denunció ante una jueza lo ocurrido y detallando las circunstancias en que los hombres que se llevaron a los Dossetti abandonaron a la hija del matrimonio en manos del portero, a quien le dijeron que iban a volver a buscarla.
La niña fue, efectivamente, retirada por integrantes de la Brigada Femenina de Policía de San Martín, pero el hecho de que Bucchi hubiera alertado a la jueza la salvó de un destino similar al de tantos niños que fueron secuestrados y apropiados. Cuando Ramos llegó a Buenos Aires, Bucchi fue la persona que la acogió, la ayudó a buscar alojamiento y la acompañó al juzgado en el que había denunciado el abandono de Soledad. Después, cuando la jueza de San Isidro autorizó el retiro de la niña, Bucchi acompañó a Ramos a buscarla. 38 años pasaron desde entonces, y recién hace unos días Fausto Humberto Bucchi, Olga Ramos y Soledad Dossetti volvieron a verse, para viajar a Roma juntos.
“Mi esposo, Alfredo Fernando Bosco, tenía 24 años y militaba por sus ideas. Trabajaba en un banco y era dirigente gremial, frecuentaba la Facultad de Ciencias Económicas. El 28 de noviembre fueron a buscarlo al trabajo, después que había ya salido, y, al no encontrarlo, dieron la orden al gerente de que avisara al Fusna [Fusileros Navales] cuando llegara. Esa misma noche, Fernando se salvó de otra tentativa de secuestro, porque fueron a nuestro domicilio pero no nos encontraron”, contó Beatriz Martínez. Su marido fue secuestrado junto a los Dossetti en Buenos Aires, a donde había ido para escapar de la persecución: “Imaginé que estaba en el apartamento de Dossetti, y tiempo después, al no tener noticias de él -la última postal la recibí el 24 de diciembre-, pensé en llamar a la familia Dossetti en Montevideo. Así supe que Ileana y Edmundo habían sido secuestrados y que había otra persona con ellos. Olga Ramos había encontrado en el apartamento devastado de la hija algunos trajes que no reconoció, y me los mostró. Eran de Fernando. Así me enteré de su secuestro”.
Durante una pausa en la audiencia, estudiantes que habían asistido al juicio se acercaron a Ramos y Martínez, a quienes agradecieron su presencia e hicieron preguntas, ya que querían saber más sobre sus vidas y sobre lo que significa perder de esa manera a un ser querido. Ese encuentro resultó una larga charla sobre memoria, justicia e historia.
El último testigo del día fue Carlos Osorio, un experto en archivos desclasificados, integrante de la ONG The National Security Archive. En la primera parte de su deposición, que terminará hoy, sentó las bases para entender el sistema de archivos desclasificados y analizó los documentos fundacionales del Plan Cóndor, así como las reacciones del gobierno estadounidense ante la gravedad de lo que estaba pasando a raíz de las operaciones coordinadas establecidas por los gobiernos del Cono Sur. Es particularmente impactante una conversación entre el secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, y el canciller argentino, almirante César Guzzetti, del 10 de junio de 1976. Esa charla revela la aprobación de Kissinger a la colaboración regional para suprimir a la izquierda. Kissinger apoyó, esencialmente, este enfoque: “Si hay cosas que se deben hacer, deberían hacerlas rápidamente y volver lo más pronto posible a los procedimientos normales”.