La danza contemporánea es un fenómeno tan diverso para quienes gustan de ella como estereotipado para los imaginarios que la reducen a algo inentendible, o la describen como cuerpos que se arrastran y frotan generalmente en el piso. La variabilidad de sus formas y la pluralidad de sus técnicas abre una infinidad de posibilidades en la escena, en los cuerpos, en la recepción y en sus espectadores, que por lo general cultivan cierto gusto por la sorpresa, el entendimiento mediante vías heterodoxas e inclusive lo ininteligible.
Una nueva edición del ciclo Montevideo Danza comenzará el 31 de mayo y continuará, con un espectáculo mensual, de julio a diciembre. Este año se sumarán como espectadores de sus propuestas estudiantes liceales, gracias a un programa de formación de públicos del teatro Solís, que apunta a proporcionar a los jóvenes oportunidades y orientaciones para aproximarse a lenguajes escénicos contemporáneos.
En un texto escrito como parte de su labor como curadora de esta edición, Carolina Silveira propone, bajo el título “De la robótica a la cruda humanidad: cuerpos que desean”, una manera de concebir la danza contemporánea: “Queremos ver y queremos ver y nombrar a este campo abierto de acción como un ‘movimiento’ -y no como una disciplina u objeto- porque encontramos que sus contornos no son delineables y porque sentimos que está hecho de fuerzas vivas, irreductibles a cualquier estatus formal. De ahí que el juicio que podamos hacer valer a la hora de analizar sus producciones se sustente sobre todo en las impresiones -lo que imprime- o el impacto -lo que mueve o conmueve- de esas fuerzas que le permiten vivir como un movimiento. Un movimiento que es social, político, ético y estético al mismo tiempo y que se vale de una diversidad incalculable de recursos para dar cuenta de su inquietud por lo humano”.
El ciclo es un proyecto cultural independiente, cuyo principal objetivo es apoyar el desarrollo escénico y profesional de los artistas de danza contemporánea. Su producción general está a cargo de Leonardo Durán, padre de la criatura y agente relativamente exógeno al campo dancístico, que se ha dedicado casi exclusivamente a su producción durante los últimos siete años. El financiamiento proviene en su mayor parte de la Fundación Itaú, participa como coproductor el teatro Solís, y se recibe apoyo de la dirección de Cultura de la Intendencia de Montevideo. Este año, el Instituto Nacional de Artes Escénicas del Ministerio de Educación y Cultura brinda la posibilidad de que los artistas realicen la última semana de ensayos y el montaje de los espectáculos en su sala polifuncional. La curaduría la realiza año a año Durán con un coreógrafo invitado (en ediciones anteriores Andrea Arobba o Tamara Cubas, este año Silveira). Esta es la primera ocasión en que la programación se definió a partir de una convocatoria en la que se explicitaron criterios de selección, buscando la posibilidad de incluir a artistas no tan próximos al círculo más reconocido de la danza contemporánea, saliendo del boca a boca para adoptar una lógica más concursable. Además, este año se ha previsto la producción de una serie de textos sobre las obras, a cargo de Silveira, que serán difundidos una semana antes de cada estreno mediante Facebook y en el sitio de internet http://ciclomontevideodanza.com.
La programación -que cuenta con seis obras de creadores nacionales y una argentina- promueve un diálogo entre artistas de distintas generaciones y de formaciones o antecedentes muy diversos, que tienen en común una comprometida entrega a los desafíos creativos que cada uno se propone. Predominan coreógrafas y elencos con una edad promedio de 30 años, algo que no es casual en un campo como el de la danza contemporánea, en el que la formación autodidacta y la exploración de diversas técnicas son lo más frecuente, determinando que los procesos de maduración se prolonguen por mayor tiempo que en otros estilos dancísticos, más basados en la destreza técnica o la exhaustiva y perfeccionista adquisición de una técnica.
La primera obra, Plug, arranca, como se dijo, el 31 de mayo, y se repetirá los días 1º y 2 de junio, siempre a las 20.30 (como todos los demás espectáculos del ciclo). Deviene del encuentro entre una bailarina-coreógrafa y un artista visual-actor (Natalia Burgueño y Pablo Benítez), interesados en explorar la robótica en escena junto a un elenco joven que indaga, según se anuncia, en el universo de “lo programado, la máquina, lo inesperado, el control, el error, la autoinstrucción, la sensibilidad, la precisión, la atención, lo aleatorio y lo predecible, el afecto, lo mágico”.
El 12, el 13 y el 14 de julio se presentará Perderse en casa, creación del argentino Iván Haidar (La Plata) junto al grupo multidisciplinario Vuelve en Julio, formado por jóvenes del país vecino dedicados profesionalmente desde 2002 al teatro, la música, la danza y la literatura. La obra se presenta como una exploración de la monstruosidad, lo fantástico y lo fantasmagórico, lo surreal y lo mágico.
En agosto (los días 16, 17 y 18) veremos la creación de una coreógrafa joven cuya propuesta resulta tan intrigante como su título: Enigmas como ofrendas para el pozo. Plantea enfrentar la incertidumbre profunda, pensarse como ofrendas y perder el control renunciando a la ilusión de cualquier permanencia. La dirección es de Julieta Malaneschii, con dramaturgia de Leonor Courtoisie y concepción plástica y visual de Laura Outeda. Las tres se tiran al pozo junto a un joven y prometedor elenco de artistas que colaboran entre sí y crean sus propias obras en campos y de formas más bien indisciplinarias.
Setiembre será el mes de la ya más conocida Eugenia Silveira Chirimini. Bajo el título El espejo de la mente, presentará el 27, el 28 y el 29 una obra en torno a la subjetividad, los reflejos, la distorsión de la propia imagen y de la ajena en el encuentro, y la relación entre la mente, las formas de ser y el cuerpo en un mundo lleno de contrastes. La creación e interpretación las firman, junto a la directora, Tania Quintana y Florencia Lucas.
Otro tiempo se titula la obra programada para fines de octubre (25, 26 y 27) que, con la dirección de Laura Pirotto, explora patrones intrauterinos y preguntas acerca de nuestro origen, desde un abordaje somático y poético: “Hemos sido vibración -plantea la presentación-, un mar de células, medusas, estrellas de mar, tunicados y peces; pasando por las ranas, lagartos hasta finalmente llegar a nuestra organización de pie y contralateral. En esta última organización subyacen todas las anteriores y siempre podemos volver a las primeras para fortalecernos o para reordenarnos y ¿por qué no? para reconstruirnos. Otro tiempo explora este camino hacia el primer comienzo. El principio”. Un numeroso grupo de artistas en escena dará cuerpo a lo que estas preguntas materialicen.
La penúltima, los días 22, 23 y 24 de noviembre, será Caravana sísmica, primera experiencia en dirección grupal de Carolina Guerra, que propone “habitar la interrogante, dejar que se mueva el piso, caer en las fisuras, nadar en los huecos”. La creación y performance se definen junto a un elenco joven, que no proviene del círculo de quienes frecuentan las tablas de la Zavala Muniz y cuya relación con Guerra comenzó en contextos pedagógico-artísticos, para que luego pasara a predominar lo segundo.
Cerrará el ciclo, en diciembre (6, 7 y 8), Aparejo, “una pieza de danza inclusiva, una apuesta que redobla el ideal original de “todos los cuerpos” de la danza contemporánea, insistiendo en el ‘vivir juntos’ como posible fuerza redentora de estos tiempos”, señala Silveira. La directora, Victoria Pin, es una coreógrafa, bailarina y docente con larga indagación en el campo de la danza, especialmente desde su trabajo con Danceability (una corriente internacional que utiliza la danza improvisada para promover la expresión artística y su exploración entre las personas con y sin discapacidades). “Un aparejo es, entre otras cosas, la disposición de varias poleas juntas para levantar objetos pesados, con la característica de ser un sistema de varios cuerpos simples, que en su disposición compleja (no simple sumatoria) genera un poder nuevo”, dice el texto de presentación.
Las diferentes propuestas ofrecen un nuevo menú para acercarse a obras de danza y acompañar sus ondulaciones y sobresaltos. La invitación está hecha. Ahora que revienten juntos, danzas, público y artistas.