-En un momento la prensa manejó que tenías vinculación con la diputada Susana Pereyra, la esposa de Bonomi.

-Eso lo tiró Telenoche, y después se retractaron porque la misma diputada llamó. Yo tengo una relación con la diputada Pereyra y con el ministro porque fui integrante de su guardia personal, pero se dijo que yo tenía una vinculación con la hija de la diputada. Nunca sabré por qué inventaron eso. Nuestro país, y principalmente mi institución, no están preparados para recibir casos de gente joven que ha ascendido en los mismos tiempos que yo. También tengo una personalidad muy especial, y en algún punto me gusta transgredir. No me veo amedrentado por edades y jerarquías.

-“Transgredir” no es una palabra que vaya mucho con una institución disciplinaria como la Policía.

-Hablo de transgredir costumbres como la de no pensar. “Usted tiene que limitarse a cumplir”. “No está autorizado a hablar”. Una de las capacidades que no podemos desperdiciar de cualquier policía es su capacidad de razonar, de trabajar en equipo y no con formas de dirección totalmente verticales. Nosotros vivimos una estructura estrictamente vertical, pero el éxito está en generar un trabajo horizontal en el que se recupere la verticalidad cuando se toma una decisión. Siento en esta mesa al equipo más cercano a mí y les digo: “Tenemos que solucionar esto. ¿Qué les parece?”.

-¿No puede haber algo de falta de interés por parte de los oficiales por aportar fuera de la jerarquía?

-Hay las dos cosas. Pero la idea es que aprovechen estas nuevas estructuras, incluso de ascenso, porque antes era todo por antigüedad y notas de un curso. Hoy hay otras oportunidades, por tu trabajo y por tu desempeño. A veces, vos tal vez académicamente no sos tan bueno, pero operativamente sos excelente, y no se puede dejar eso de lado en un trabajo que es netamente práctico. Yo hablo de tener liderazgo significativo: abrir las formas de dirigir, mandar y gestionar con diferentes aportes, dando la oportunidad al constructivismo, porque esto era netamente conductista. Y cuando el que dirige está tan alejado desde el punto de vista generacional del que está cumpliendo, tal vez no lo puede interpretar. Yo sentí muchas veces que no era interpretado.

-¿Cuál fue la experiencia más jodida que viviste como oficial?

-Es difícil decir esto. Lo más difícil fue enfrentarme a diario con los sectores más corruptos de la Policía. Viví muchas situaciones de riesgo de vida, pero el caso [de Saúl] Feldman me marcó porque estaba a cargo del personal. Lo que podía haber sido muy sencillo se entró a complicar. A los dos minutos ya me habían herido a un policía, y a los siguientes diez minutos me hirieron a otro. Después había que seguir adelante, contener emocionalmente a ellos, a sus familias y a los demás.

-¿Como oficial a cargo tenés que hacer ese seguimiento de apoyo emocional?

-No es algo que esté escrito, pero considero que es parte de ese liderazgo significativo. Si no hacés esas cosas, das un mensaje incorrecto. Acá hay una condición muy fuerte del sentido de pertenencia. Las medidas que tomamos siempre están siendo evaluadas por muchas personas que lo primero que evalúan es si tenemos en cuenta la parte humana, la parte familiar. Hoy [el jueves 16] cumple un año el hijo del policía que nos mataron hace un mes.

-¿Se murió algún oficial estando vos a cargo?

-En un procedimiento, no. Sí he tenido policías a cargo que luego fallecieron a manos de un criminal. Me pasó una vez en Jefatura, y esta es la segunda vez. El policía ya está fallecido, pero queda su esposa, su hijo, su madre, su tía. A veces la sociedad nos ve como gente que deja de ser parte de la sociedad civil, como se dice acá adentro. Yo soy un ciudadano en rol de policía.

-Esa diferencia también la marcan desde adentro de la institución.

-Exacto. Yo lo digo para adentro: no veamos al que no está uniformado como alguien que no es como yo. Somos ciudadanos, ustedes con la importancia de los medios de comunicación en un Estado democrático y yo desde un servicio público que es la seguridad, como está el del agua, de la luz, de la salud, de la educación. Somos una institución que interviene ante aquellas personas que quieren transgredir los límites que son los derechos de los otros. La Policía es comunitaria, porque es para la comunidad.

-¿En qué prácticas concretas veías esa corrupción de la que hablás?

-Se era permisivo con ciertas inconductas, y eso a veces era poco entendido cuando vos salís de la academia con una cantidad de ideales y principios muy puros. Como Pinky y Cerebro: a tratar de conquistar el mundo. Después te frustrás cuando ves un entorno en el que hay prácticas ilegales, que a veces no eran dejar libre a un criminal sino ser tendencioso en cuanto a dónde brindar más seguridad. Había un tema, que ahora fue eliminado, de las comisiones de fomento de las comisarías, que daba muchos beneficios a los que dirigían. Las cosas más corruptas las podés presumir; si vos no sos así no te dejan entrar, pero podés sacar conclusiones. La corrupción es el peor delito para cualquier policía y para cualquier nación. Ahora, ¿cómo hacés para que todos los días no pase? Vos podés tener un conjunto de personas que se dediquen a pedir coimas, pero el tema es cuando el sistema se vulnera y se corrompe, y comienza a haber una manipulación de los recursos para los lugares que no son los más vulnerables. Hay ciertas prácticas en el tema de la logística: combustibles y víveres, que funcionan como un refuerzo salarial traslapado. El tema es cuando pasa desde una escala organizada, como un medio de premiación. En los últimos años se nos ha reforzado nuestra compensación por estar en los cargos. Antes, cuando eras director, ganabas el mismo sueldo que el que no era director y tenía tu misma jerarquía.

-¿Viste en esas épocas abusos de autoridad hacia la población? ¿Y en la interna?

-Actuando en la Guardia Metropolitana, vi que siempre se castigó ese tipo de acciones, que las hay. Pero como institución que impone límites, tenemos que poner el ejemplo de cumplirlos. No vi que fuera una práctica general, pero sí que desde la formación policial se nos indicaba un desarraigo y distanciamiento de la sociedad, que viene desde un génesis que no es policial sino militar. Te formaban para pensar que si uno tiene barba y pelo largo, no es como vos. Había una estigmatización que te programaban.

-Capaz que hay un estrato social compartido entre la Policía y el Ejército. Vos podrías ser un ejemplo: gente del interior que se viene a Montevideo y pertenece a estratos sociales medio-bajos. A veces ambos funcionan como una salida laboral.

-Yo creo que hoy eso se aplica al Ejército. Antes éramos los dos. Escuché la discusión en el Parlamento sobre la Ley de Presupuesto -me agrada ver algunas cosas para poder entender- y escuché a legisladores que decían que era duro reconocer que el servicio militar era un trabajo social en algunos lugares del país, cuando se hablaba de reducir 1.000 vacantes de trabajo. Eso hoy no se dice de la Policía, porque el salario casi duplica al de un soldado. Estamos más fortalecidos desde los últimos períodos. También hay denominaciones que son puramente militares: comandante de guardia, capitán de servicio; la mayoría de ellas las suspendí. La guardia ya no hace formaciones, no toca clarín.

-¿No se saluda a la bandera?

-Acá no. ¿Por qué? Porque necesito recursos en la calle. Sí hay alguien que iza el pabellón, es un acto que demanda tener a policías encargados de la seguridad pública en algo que no da beneficios. Yo reduje servicios que había, como la herrería: el otro día se me rompió un portón y llamé a un herrero. Hay presupuesto para eso. Sí hay cosas que tienen que funcionar. Yo tengo que hacer funcionar la cocina, porque los policías tienen que comer acá.

-¿Esos cambios surgen a partir de ideas tuyas o de directivas de Bonomi?

-Responden a una directiva muy grande del ministro, de optimizar los recursos.

-Una de las cosas que no han cambiado es que se trata de una institución machista. No hay mujeres en los altos cargos o en jefaturas.

-Estamos en un proceso de evolución. Una de las primeras medidas que tomé fue tomar a una de las oficiales femeninas más antiguas que hay acá, una teniente joven, que es la primera mujer en la historia en estar a cargo de la Unidad de Caballería. Estamos trabajando para darle otra función al caballo, no represiva sino de patrullaje en la vía pública y que coopere con la prevención y disuasión en lugares públicos y turísticos: el Prado, la plaza Matriz, la plaza Independencia. Ella es profesora de equitación. Desde un lugar de gestión estoy dando un mensaje, tratando de mostrarle un camino a la mujer. Acá hay tres oficiales femeninas, y deberíamos tener muchas más. En la Dirección de Educación Policial también hay una mujer a cargo, pero depende de quién dirige. Hemos tenido jefas de Policía y directoras nacionales que han hecho un trabajo bueno individualmente, pero no han promocionado a la mujer dándole cargos ni trabajando para que haya un cambio. La mujer se recluía en lugares administrativos o de secretaría. Yo digo que el caballo fortalece las debilidades físicas que puede tener la mujer, así que un buen lugar es la caballería. Tiene una sola oficial, pero debería tener siete, diez, y una cola esperando.

-¿Qué problemas tiene hoy la Policía para funcionar como quiere y como debe?

-Ninguno. Ganas. Creatividad. Vocación de servicio. Tenés una oportunidad en tus manos, como yo les digo todos los días a los policías. El policía debe estar en un lugar de empatía. A veces viene alguien a quien le robaron y la actitud es “bueno, jodete”. Pero ¿qué pasa si es tu hermano? ¿Qué pasa si es tu hijo o tu madre? Era como que nuestros propios familiares que no eran mal llamados “milicos” -porque viene de la milicia- estaban mal, porque somos una familia de milicos. No podemos creer que esto es un servicio social para los policías, que hay que trabajar poco y no hacer nada, y cuando me manden a hacer algo, hacerlo con toda la violencia que pueda, con la idea de que la gente está indisciplinada.

-Hace poco, el narco mexicano Gerardo González Valencia amenazó a Bonomi. Vos integraste su guardia personal. ¿Las autoridades corren un riesgo real?

-Todo lo que están haciendo en la interna de nuestra institución genera diferentes reacciones. No ha sido fácil el combate al crimen organizado. Para mí, las autoridades, por estar en el lugar en que están, ya tienen un grado de riesgo, pero es medio-bajo.

-¿Cuál es la diferencia entre la GR y el resto de la Policía?

-Somos una Policía especializada en situaciones diversas. Algunas de ellas son técnicas, como pueden ser el K9 [la unidad de perros] o los drones, y otras más críticas, como el control de masas y el Grupo Especial de Operaciones, que es de alto riesgo. Tenemos armamento de uso militar, pero no somos una Policía militarizada.

-¿Qué armamento manejan?

-A diferencia del resto, tenemos un arma primaria y una secundaria. La primaria es el arma larga, y la secundaria es la pistola. También tenemos pistolas ametralladoras MP5, que son de nueve milímetros, y después desde calibre 5,56 -el M4 Bushmaster-, el AK-103, fusiles de francotirador, que son todos calibre 7,62 y calibre [punto]50, que se puede usar para destruir un avión. No están pensadas para utilizarlas en un combate regular.

-¿Qué usos se les da a esas armas de gran calibre?

-Es infrecuente. Nuestra instrucción no permite tirar en ráfaga. Hay un principio fundamental para el uso de armas, que es que tengo que disparar cuando estoy seguro de mi blanco, teniendo en cuenta lo que hay por delante, por detrás y a los costados. Yo tengo que hacer una acción policial basada en el artículo 26 del Código Penal, la legítima defensa propia o de terceros. Sí hay un entrenamiento en lo que llamamos el “doble tap”, el doble tiro, uno atrás de otro. Sí usamos armas que permiten disparo en ráfaga, porque no podemos pedirles a las empresas que no fabriquen armas sin esa posibilidad.

-¿Las armas que tiene la guardia hoy están a la par de las que maneja el crimen organizado?

-Son superiores en calibre, como el [punto]50, que sólo tenemos el Ejército y nosotros. No se han encontrado en allanamientos.

-¿Qué armas se encuentran más frecuentemente?

-Armas de mano, revólveres y pistolas. Encontrar armas largas o automáticas es algo puntual. Generalmente son armas robadas al Ejército, como el [fusil] Steyr que se encontró hace poco.

-¿Se han detectado robos de armas dentro de la GR?

-De armas largas, en los últimos años no hay registros. Sí de pistolas, pero no adentro, sino que se roban de la casa de los policías.

-¿Se ha complejizado el crimen organizado en los últimos años? Se habla de eso y de la “favelización” de algunos barrios de Montevideo.

-Lo que nosotros registramos desde la parte operativa es que los últimos 15 años han sido constantes. Nos seguimos encontrando con las mismas prácticas y costumbres. Lo que de repente hemos visto es una respuesta un poco más violenta al accionar policial, que consideramos que no está organizado porque ahí podría ser muy efectivo, como pasa en otros países. Sí se puede decir que antes había muchos hurtos en fincas y ahora hay más rapiñas en la calle, pero es una situación que acompasa un proceso de deterioro del entramado social que ya estaba. Lo que nos preguntamos es dónde estaríamos si no hubiésemos hecho todo lo que hemos hecho. Hoy la situación es de calle, y necesitamos tener más policías en la calle, en móviles, en motos, el viejo policía de pie a tierra en esquinas donde hay facilidades para el criminal, porque por ahí hay una parada y baja mucha gente desamparada. También hay otros problemas que se han integrado: hace diez años en zonas como el Marconi había diez denuncias por violencia doméstica en el año y ahora hay 300. No quiere decir con que el delito no estuviera, sino que ahora se denuncia más.

-¿Cuáles son las zonas más violentas de la ciudad?

-Hay muchas zonas que tienen una gran complejidad en la convivencia, y criminales que se han establecido en esos lugares, pero que también se mueven de lugar. Hoy hablamos del Marconi, pero hace un año y medio hablábamos de Cerro Norte. Podemos hablar de barrios en los que hay una mayor economía criminal, que están sobre las zonas 3 y 4, la parte noroeste y este de Montevideo.

-En esas zonas y en los contextos vulnerados es también donde se registra la mayoría de las denuncias de abuso policial. El barrio Santa Catalina, las torturas a los muchachos del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente, los operativos de saturación.

-Esas situaciones son de la gestión anterior. En lo que a mí respecta, el 11 de junio cumplimos dos meses de presencia con 200 policías en la zona del Cerro, Casavalle y el Marconi, y hemos recibido sólo una queja de una persona a la que pararon muchas veces para pedirle documentación. Con toda esa presencia policial, si hubiera casos de abuso se habrían hecho públicos.

-Pero también hay miedo a denunciar a policías ante la Policía.

-Hoy, con todos los mecanismos anónimos, las denuncias llegan, y se procesa a los policías con prisión. La Policía es un recurso humano vulnerable y, a veces, con muchas frustraciones. Tenemos que fortalecer y enseñar a policías que tuvieron una formación que a veces es básica y que vienen de contextos vulnerables. Tenemos que lograr que el funcionario acompañe al personal en la calle, que es otra de las reestructuras que estamos llevando a cabo en la guardia. En el ómnibus [que trasladaba a los jóvenes del Sirpa] había cuatro policías, pero no iba ningún oficial. ¿Por qué los dejamos solos?

-¿Percibís componentes de odio por parte de los policías hacia la gente que comete delitos?

-De rechazo sí, porque están en una actitud defensiva a raíz de que a veces tienen compañeros que cayeron en manos de un criminal y tienen la vida en riesgo. El policía tiene miedo de ser lastimado y de morir, como cualquier persona, y todos manejamos el miedo de diferente manera.

-¿Estás al tanto de los grupos de Facebook que se vinculan con la guardia, aunque no sean oficiales? Por ejemplo, cito: “Ñery, ¿nadie te dijo que si seguís robando podés terminar acá?”, y la foto de un ataúd. O “el primer enemigo del policía es el pichi, el segundo es el juez y el tercero es el periodista”. Comentan personas que en su perfil dicen ser de la GR. ¿Están al tanto de quiénes son?

-Inteligencia está trabajando en eso. Es difícil, porque ya le enviamos reclamos a Facebook, pero no nos escucha. Sabemos que hay aportes de fotos que suben policías, pero no sabemos quién inicia la manipulación de la manija. Yo apunto a que son ex miembros de la guardia, de los que quedan muy pocos. Se detectó a algunas personas, se las sometió a procedimientos disciplinarios y se las separó del cargo, pero por opiniones en sus redes personales. Yo los monitoreo personalmente y creo que se trata de personas melancólicas de regímenes ya perimidos, que se resisten a la evolución, porque sus capacidades no son para la gestión que plantea hoy la Policía, y quieren que vuelvan algunas prácticas asociadas a lo militar. Acá se idolatraban las estructuras militares.

-¿Qué significa la frase “me atrevo”, que aparece en esos grupos?

-Era el lema de creación de la Guardia Metropolitana, el 1º de abril de 1924. Las unidades creaban algún lema propio, y en esos momentos eran de base militar. La Guardia de Coraceros tenía uno que era “la patria es todo” y ahora se convirtió en “porque la patria es todo, me atrevo”. Pero no está escrito. Yo propongo crear un lema nuevo. Estamos construyendo uno. Creo que hay que basarse en los principios de servicio y juicio, con un lema hacia la comunidad. Hoy se me ocurrió “vivimos para asegurarte”. Son detalles que crean nuevas prácticas. El “me atrevo” fue utilizado en momentos duros y complicados del país. También está el tema de los boinas negras, algo con lo que nunca nos identificamos. Eso viene de las películas del BOPE [Batallón de Operaciones Policiales Especiales de Brasil, que aparece en Tropa de elite 1 y 2] y los muchachos jóvenes lo copian por ocio, por ser parte de algo. Sabemos que algunos policías a lo sumo entran a esas redes sociales y ponen un dedo [“me gusta”], pero no intervienen.

-Durante la desocupación de la sede del Codicen, en setiembre del año pasado, se denunciaron abusos por parte de la GR.

-Yo era el jefe del Grupo de Reserva Táctica [GRT], que estaba adentro y filmó la desocupación. Cuando entró el GRT no había ningún estudiante.

-Pero no fue un desalojo civilizado.

-Está todo en las cámaras. Yo fui un espectador de todo lo mediático que se generó después. Cuando me citaron para explicar la operativa, dije: “Acá están los videos”. Yo fui a negociar el día en que comenzó la ocupación, para que dejaran funcionar las oficinas. También estuve en comunicación con el abogado que decía: “Me están pegando” y filmaba con el celular, pero no se daba cuenta de que lo estaban filmando desde otro lugar. Nadie le estaba pegando. Sí hubo una contención con escudos hasta poder cerrar la puerta, y afuera una fase de intervención de la GR. Les tendrías que preguntar a las personas que estaban a cargo.