Este año haremos varios encuentros en la facultad, por lo que invitamos en forma entusiasta a todos los ciudadanos a participar en intercambios sobre nuestro futuro y el del país. Nos festejamos a nosotros mismos con alegría pero sin complacencia, planificando cambios en forma crítica y fecunda, a partir del centenario de nuestra denominación como Facultad de Ingeniería.

Procesos complejos tienen historias complejas. La primera facultad de la que egresaron ingenieros fue la llamada Facultad de Matemática y Ramas Anexas, creada en 1885 bajo el impulso positivista de Alfredo Vásquez Acevedo[1] y en el caldo de cultivo de una profunda discusión sobre el modelo de país deseado, sobre la independencia y la descolonización, sobre la naciente actividad fabril que venía a complementar la ganadera, generando una clase trabajadora urbana. Un modelo de país con producción propia y con exportación imponía grandes obras nacionales, como el puerto, la red vial y, algún tiempo después, la electricidad.

Se discutió si crear una facultad, contratar extranjeros o mandar estudiantes al exterior, porque se pensaba que se necesitaría muy pocos ingenieros. Aunque parezca increíble, estas ideas vuelven referidas a los posgrados, a la investigación o a algunas tecnologías. Gracias al empeño de varios, los profesionales locales llegarían a tiempo para liderar las grandes obras del desarrollo y aprender, crear conocimiento y transmitirlo. Eso valía incluso más que las obras materiales.

Fue en 1915 que la Facultad de Arquitectura y la Facultad de Ingeniería y Ramas Anexas fueron creadas a partir de la Facultad de Matemática. La denominación indica la identificación del saber y la investigación tecnológica como entidades autónomas, superando un modelo erróneo, que creía en una mera aplicación de las ciencias fundamentales. Nos debemos todavía una epistemología profunda de lo tecnológico, intento ambicioso que esperamos iniciar junto con los filósofos del conocimiento.

Una facultad tan diversa tiene una historia rica, que recorreremos en sucesivos artículos. Hay carreras surgidas en distintos momentos, desde las tradicionales, varias veces cambiadas, hasta las tan jóvenes como las licenciaturas en Ciencias Hídricas Aplicadas, Ingeniería Biológica, Ingeniería de Producción e Ingeniería Forestal. Las hay surgidas en nuestra facultad y también nacidas en colaboración, como Ingeniería Alimentaria. Existen grupos de investigación con varias generaciones académicas, que pudieron superar la interrupción de la intervención. Se brindan carreras de posgrado, nacidas con la democracia, curiosamente no previstas por la Ley Orgánica.

Hoy estamos nuevamente ante una necesidad enorme de más ingenieros. El país ha crecido económica y socialmente durante los últimos diez o 12 años, después de una profunda crisis; está al borde entre el salto cualitativo y el estancamiento. El desarrollo durable sólo puede reposar en la creación de conocimiento, que mejora la productividad y contribuye a la densidad del tejido intelectual. Esto incluye la investigación tecnológica, la innovación, la creación teórica o artística.

En particular se necesita un aporte importante de la ingeniería, que ocupa un rol especial en el desarrollo, por la aplicación de la ciencia y la creación de tecnologías. En el mundo hay carencia de ingenieros.[2] En Uruguay hay menos de seis ingenieros cada 1.000 trabajadores. En Suecia o en Alemania hay más de 30 en igual base.[3] En la región hay entre el doble y el triple.

Si Uruguay quiere seguir un camino de desarrollo basado en el trabajo y el conocimiento, hacen falta muchos más ingenieros. Hace un tiempo, nos parecía bien tener desocupación cero; ahora ya tenemos desocupación negativa, y esto es una traba para el desarrollo.

Hay al menos tres vías a recorrer simultáneamente: 1) lograr mayor egreso y de buen nivel, lo que implica retener y entusiasmar más; 2) impartir formaciones terciarias en institutos de tipo politécnico, que complementen el trabajo de los ingenieros; y 3) estimular a las niñas y jóvenes mujeres, cuya presencia está entre 25% y 30%, en contraste con la matrícula universitaria total.

Para retener y entusiasmar se están generando formas de aprendizaje activo, talleres, apoyos basados en las tecnologías. También se desarrollaron varias carreras de tecnólogo, y se hace difusión en la educación media. Pero no podemos dejar de lado la necesidad de un presupuesto que permita condiciones que no sean de masividad, y de becas que permitan una mayor dedicación de los estudiantes.

La universidad no es tal sin creación de conocimiento. Sin ánimo exhaustivo y ni siquiera descriptivo, merece mención la construcción de nuestros institutos y líneas de investigación sistemáticas. Desde las ciencias fundamentales, que aportan no sólo conocimiento sino formación del pensamiento y tienen una tradición de nivel mundial, hasta grupos de investigación tecnológica. Se podría exponer varios casos de aporte al país; nombraré muy pocos.

Es llamativo que un país en el que predomina la producción primaria tenga el peso que tiene en la producción de software, y se debe decir que esa industria emergente nace de la Facultad de Ingeniería, de su Instituto de Computación y del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas, sin desconocer otros aportes.

Cuando se presenta a la tecnología como opuesta a lo natural, no puedo menos que pensar en el tratamiento de efluentes, desarrollado desde la Facultad de Ingeniería durante décadas y aplicado por muchas industrias y establecimientos rurales y en activo desarrollo.

Vemos, ya parte del paisaje, los molinos de generación eólica. Se ha diversificado la matriz energética al punto de que el viento produce alrededor de 25% de la energía eléctrica consumida en el país, lo que permite que la energía basada en hidrocarburos funcione sólo como respaldo. Recordamos a precursores de fines de los años 50 y a quienes, también desde la Facultad de Ingeniería, llevaron a cabo tenazmente proyectos de investigación sobre aprovechamiento del viento y sobre integración de las energías renovables a la red eléctrica desde 1986, cuando se decía que no era económico y, por lo tanto, no valía la pena.

Por esos pasados, este presente y su proyección al futuro, y porque el futuro no es un paisaje sino una construcción, este año celebraremos, discutiremos y planificaremos. Quedan invitados.

Ingeniera María Simon

Decana de la Faculdad de Ingeniería (Udelar)

[1]. Interesantes y detallados datos históricos, vinculados con las circunstancias que vivía el país y las ideas que se discutían, se pueden leer en el portal www.galileo.fhuce.edu.uy.

[2]. Datos de Ingenieure auf einen Blick 2013. VDI, The Association of German Engineers.

[3]. Se puede ver http://www.unesco.org/new/en/media-services/single-view/news/engineershortageathreattodevelopmentunderlinesunescosfirstglobalreportonengineering, que muestra una preocupación mundial, desde los países con mayores carencias a los más desarrollados, por las formaciones en ingeniería.