Los graves, profundos, retumban en el cuerpo. Las luces, siguiendo el punchi punchi de la música, generan figuras amorfas que parecen corpóreas a la vista. La gente baila, se abraza, toma agua, se goza. Usa gafas. Anfetaminas, éxtasis, poppers y cristales son los reyes de la noche en estas fiestas, así como la cocaína y el alcohol lo son en las fiestas de rock, o la marihuana en las fiestas de reggae. Sin embargo, a raíz de la tragedia del 15 de abril en la Time Warp de Buenos Aires -en donde murieron cinco jóvenes y otros cinco fueron internados por intoxicación- el trabajo de prevención y disminución de daños del consumo de drogas que llevan adelante instituciones públicas y privadas en este tipo de eventos se ha puesto de manifiesto también de este lado del charco. Según supo la diaria, para prevenir tragedias, la Junta Nacional de Drogas (JND) implementará, por primera vez en una fiesta electrónica, un plan piloto para reducir daños. Será en la fiesta The Warehouse, el viernes 24 de junio en Montevideo.

Desde hace cuatro años la JND trabaja, coordinadamente con otros organismos estatales (Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, Ministerio del Interior, Intendencia, Ministerio de Salud Pública), en la prevención y reducción de daños en fiestas masivas y en las “previas” (desde la de la Patria Gaucha o el Festival del Mate hasta los Free Pass en los boliches de los balnearios en verano). En esta oportunidad se tomará como punto de partida el segundo aniversario de la mencionada fiesta electrónica -organizada por la productora CPMU desde este año- para acordar medidas tendientes a “promover el consumo cuidado”. Habrá “promotores” de salud recorriendo la fiesta para detectar episodios de riesgo: “Hay recovecos donde puede haber personas que transiten una intoxicación aguda y no tengan ayuda”, aseguraron desde la JND. En ese sentido, aclararon que la metodología que usan se basa en la reducción de daños porque “se parte de la base de que se está consumiendo”. También habrá material informativo en los baños y lugares iluminados, y se está difundiendo un plano logístico con los lugares de achique y salidas como parte del plan de contención. Se garantizarán, además, puestos de hidratación, de atención sanitaria, y un lugar para descansar “bien ventilado”.

Desde el gobierno se afirmó que, como otra medida de prevención, se ha conversado la posibilidad de instalar testers que indiquen el grado de pureza de la droga en los boliches, algo que ya se usa en Europa.

A su vez, tanto la organización del evento como la JND aseguraron que están negociando bajar el precio del agua en las fiestas. “Es incipiente, pero se está buscando la forma de no alterar la ecuación costo-beneficio y bajar el precio”, explicaron. Para tener una idea, una botella de medio litro ronda, normalmente, los 100 pesos. Una de las posibilidades que manejan es aumentar el precio de las entradas, cuyo precio va desde 350 pesos (anticipadas) hasta 1.500 pesos (en la puerta).

Nuevas alianzas

La productora CPMU, dirigida por Claudio Picerno, pidió a la Junta Departamental de Montevideo y a las intendencias de Montevideo, de Canelones y de Río Negro declarar “de interés” las fiestas Warehouse, ya que son parte de la “cultura electrónica del Uruguay”. Por el momento, ya tiene la declaratoria de “interés cultural” brindada por el Ministerio de Educación y Cultura, y sendas declaraciones de interés expedidas por el Ministerio de Turismo y el Instituto Nacional de la Juventud (Inju).

Santiago Soto, director del Inju, dijo que se busca trabajar en conjunto para generar mecanismos de prevención. “No es una oportunidad que se pueda dejar pasar en un momento en que se está cuestionado el consumo en drogas sintéticas en este tipo de fiestas. Hay que meter una perspectiva de prevención, para concientizar”, afirmó. “Es un tema que se viene y preocupa”, agregó, y señaló que hay pocas investigaciones sobre el tema, y que sólo se conoce que la población que consume drogas sintéticas pertenece a sectores juveniles de estratos medios y altos.

Sobre la composición social del público que participa en estas fiestas, la psicoanalista Miriam Maidana, investigadora de consumos problemáticos en la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Buenos Aires y periodista de Cosecha roja, manifestó, en esa publicación, que una de las características a destacar es que la sociedad no considera problemático el consumo de drogas sintéticas. Sus usuarios “no roban, no molestan, no se internan y se escapan, no son perseguidos por la Policía”, afirmó. Según ella, ese punto es “interesante”, puesto que las raves se originaron en Inglaterra y fueron la respuesta de los jóvenes desempleados y no future a la política de Margaret Thatcher: “Consistían en ocupar un galpón (generalmente de una fábrica abandonada), llenarlo de parlantes que llevaban de sus casas y juntarse a bailar. El consumo de drogas de diseño estaba asociado a poder ‘aguantar’ la duración de las fiestas (más de diez horas) y seguir el ritmo musical, además de ‘colocarse’ (no sólo por las fiestas, sino por la realidad que enfrentaba Inglaterra en esos tiempos)”. La clase consumidora era una tribu bien determinada: la que asistía a fiestas electrónicas, escuchaba o producía música electrónica.

En Uruguay no hay datos sistematizados respecto del tipo de drogas sintéticas que se consume; se sabe que 2% de casi la mitad de la población de entre 15 y 65 años probó drogas de diseño, y que 1,4% probó éxtasis, según la VI Encuesta Nacional en Hogares sobre Consumo de Drogas de mayo de 2015.