El coronel retirado Ernesto Ramas fue sentenciado en 2011 a 25 años de prisión por el asesinato especialmente agravado de María Claudia García de Gelman. Desde entonces ha deambulado por diversas dependencias del Hospital Militar y no ha cumplido pena penitenciaria.
Ramas tuvo importantes responsabilidades al mando de la Organización Coordinadora de Operaciones Antisubversivas (OCOA). Está acusado también de la desaparición de Adalberto Soba, Alberto Mechoso, Gerardo Gatti, León Duarte y Walter Barrios, de los asesinatos de Silvia Reyes, Daiana Maidanik y Laura Raggio, y del secuestro y apropiación de Simón Riquelo, además de otras 28 causas judiciales en curso.
En diciembre de 2015 el juez Martín Gesto -el mismo que otorgó una salida transitoria a José Gavazzo el 27 de mayo- le concedió a Ramas prisión domiciliaria. Desde ese momento el coronel retirado vive en la calle Talcahuano entre Sarmiento y Urquiza, en Piriápolis, Maldonado.
La organización Plenaria Memoria y Justicia, la Asociación de Funcionarios de la Udelar, la Unión de Funcionarios del Codicen, el Centro de Estudiantes del IPA, la Mesa Permanente por los Derechos Humanos y la Tendencia Clasista y Combativa convocaron a un escrache a Ramas que se llevó a cabo el sábado. Salieron en caravana desde el obelisco de Montevideo, cerca de las 13.00, tres ómnibus y varios autos con rumbo a Piriápolis. Allí, decenas de personas esperaban la llegada de la caravana apostadas en la rambla y Piria, frente al hotel Colón. La lluvia amenazaba de a ratos. Tras media hora de concentración, la manifestación inició el camino a pie hasta Rosemar, la casa donde vive Ramas. “Alerta a los vecinos, al lado de su casa vive un milico asesino’’, cantaba la marcha mientras se acercaba a la casa. El lugar ya estaba vallado desde una cuadra antes, y era custodiado por una primera línea de policías mientras una segunda línea, también de policías, pero de civil, fotografiaba y filmaba a los manifestantes. Un grupo de choque se mantenía en formación ante la puerta de la casa de Ramas.
Al llegar hasta donde lo permitían las vallas, cada convocante leyó su proclama. Tras media hora de cánticos y agite, el grupo se disolvió y los montevideanos volvieron a subirse a ómnibus y autos, despidiéndose de los locales que se quedaban por ahí. “Cuando la impunidad es ley, el escrache es orden”, fue una de las consignas utilizadas para la convocatoria del sábado. Se anunció que los escraches continuarán.