ONU Sida presentó un informe en estos días actualizando datos de la epidemia de sida. ¿Qué es lo más destacado?

-Los números de muerte por sida siguen cayendo como consecuencia del tratamiento, pero el número de nuevas infecciones sigue creciendo. Esta contradicción es el mensaje central del reporte. Está claro que la solución biomédica, solamente las medicinas, no resuelven el problema del sida. La prevención es central.

No es un crecimiento parejo, sino que es mayor en áreas como Europa del Este...

-El problema es para todos porque, en verdad, el mejor escenario que tenemos hoy es la estabilización de los números de infecciones, pero eso no lo resuelve; tiene que bajar, y en regiones como Europa del Este estamos observando un crecimiento muy importante del número de infecciones. Para todo el mundo, independientemente de la región, si miras la situación de hombres gays, crece en todo el mundo: en las Américas -incluso en Estados Unidos-, en Europa, en Europa del Este, en Asia, en África y en Oriente Medio, en todo el mundo, el número de nuevas infecciones crece entre hombres gays. Ahí está la importancia estratégica de esa discusión que tenemos hoy en Uruguay. La decisión de Uruguay de traer esta conferencia sobre políticas de LGTBI es parte de la solución de la epidemia del sida.

¿Qué se espera de esta conferencia en relación al tema del VIH?

-Espero menos discriminación, más empoderamiento de las poblaciones, para que ahí sí se engrane de una forma concreta en los programas de prevención y tratamiento. Ahí está el problema hoy: la gente no tiene acceso a información respecto de la prevención del sida porque son discriminados. No tiene acceso garantizado a los servicios de salud porque los servicios de salud discriminan de acuerdo con la orientación sexual. Este es el nuevo desafío para terminar con la epidemia. El crecimiento de nuevas infecciones no es consecuencia del VIH solamente, es consecuencia de fenómenos culturales como la discriminación, la falta de acceso a la información, el salto entre generaciones, porque es una epidemia que crece, particularmente, entre las personas más jóvenes. Ahí está el desafío. Ahí está la oportunidad de Uruguay como ejemplo para el mundo, donde la cuestión de poblaciones LGBTI y discriminación forman parte de una política de Estado: son muy pocos los países en el mundo hoy que tienen esta cuestión como política de Estado. A partir de estas políticas vamos a tener sistemas de salud y sistemas sociales que nos van a permitir avanzar para terminar con la epidemia. Uruguay es el ejemplo más avanzado del mundo, y nosotros en la ONU estamos empezando a discutir cómo podemos utilizar la experiencia uruguaya como una plataforma internacional, para facilitar que se disemine a otros países.

¿Qué valora de la experiencia uruguaya?

-Una combinación de intervenciones y políticas de implementación, como el mejor acceso y más adherencia a los tratamientos. Uruguay es hoy, quizá, el país latinoamericano más cercano a la eliminación de la transmisión madre-hijo, está muy cerca de eliminar el sida entre niños, por la oferta del test de VIH a mujeres embarazadas; se testea y si da positivo, se toman las medidas de profilaxis. Muchos países hacen eso, pero ¿qué hace a Uruguay diferente? Que además de estas políticas de intervención, de implementación del conocimiento biomédico, tiene políticas de inclusión. Esta combinación diferencia a Uruguay en el escenario internacional, porque, una vez más, lo que me impide llegar al fin de la epidemia de sida no es más el conocimiento biomédico -eso lo tenemos-: es la exclusión social, que impide la prevención y el acceso. Y Uruguay trata los dos.

En cuanto al acceso a la información, parece paradójico que cada vez haya mayor acceso a medios de comunicación y a vías rápidas, como la comunicación por celular, y que nativos digitales sigan sin tener información sobre un virus que tiene 30 años. ¿Faltan los canales de acceso?

-La experiencia demuestra que el uso de las redes sociales, de los medios electrónicos, los sms, hace una diferencia enorme de acceso a la información, y si decimos que el desafío central del sida gira en torno a las poblaciones más jóvenes, más aun. Las redes sociales hoy pueden ser gran parte de la solución de comunicación con las poblaciones más jóvenes. Pero tenemos un problema: la falta de información y el crecimiento enorme del número de infecciones. Lo que pasa es que si bien tenemos los medios para comunicar mucho más, la información sigue siendo selectiva. No son todos los que tienen acceso a la información, y a información de calidad. Si no trato la educación sexual, si no garantizo con la comunicación que niños y niñas estén lo más preparados para la vida sexual, no funciona. El problema de no tener acceso a la educación sexual no es un problema de que no sabemos qué decir: el sexo es parte de la vida de todos nosotros. El problema acá son los tabúes sociales en la cuestión de la educación sexual. Antes de garantizar que se comunique y que se informe tengo que garantizar que esas personas no sean discriminadas. El problema de no tener acceso a la educación sexual es una amenaza a la vida de chicas y chicos.

¿Cómo ven la incidencia de las religiones en el tema de la educación sexual y la prevención, concretamente en el uso del preservativo?

-Las iglesias y las organizaciones de fe han tenido un papel central en la respuesta al sida, principalmente en los sitios más difíciles; en Latinoamérica, en África, en países en conflicto, son los únicos que están. Según el reporte global, los niños tienen menos acceso al tratamiento de sida que los adultos, y más de una vez las iglesias han tenido un rol central y han trabajado mucho en la reducción de la discriminación. Me parece que el balance es altamente positivo. Hay un aspecto que pertenece al debate moral. Dentro de la iglesia católica veo cierto optimismo, los últimos mensajes del papa Francisco apuntan que avanzamos también en el debate moral en relación al sida. No pienso que la iglesia diga que no a la educación sexual. Tenemos que seguir avanzando en este debate, no está resuelto, el debate moral tiene que proteger la vida.

ONU Sida se planteó para 2020 la meta de los llamados 90-90-90: que 90% de las personas que viven con VIH conozca su estado serológico, que 90% de quienes conocen su estado serológico positivo reciba tratamiento, y que 90% de las personas suprima la carga viral. Los números del último informe global parecen distanciarse de la meta.

-Los 90-90-90 no tienen que ser mirados con la meta general para todos, sino particularmente como meta para los grupos más vulnerables. Si uno toma a los hombres gays, entre quienes la epidemia crece, entre quienes hay menos acceso al tratamiento, yo tengo que focalizar los esfuerzos en esta población para garantizar que los 90-90-90 sean alcanzados. Tenemos que mirar las epidemias cada vez más a nivel local. En Montevideo me quedé muy contento con la reunión con el intendente Daniel Martínez, al ver que existe una preocupación y una política de incidir localmente, de trabajar las dinámicas locales. Estoy buscando a las comunidades que son más frágiles, y solamente una política local me permite manejar ese tipo de dinámicas.

¿Como ve a las organizaciones? En 2014 usted declaró al El Mundo, de España, que veía a las organizaciones más preocupadas por el matrimonio gay que por trabajar con problemáticas como la del VIH, ¿cómo lo ve ahora?

-Me parece que en relación a la población LGBTI tenemos mucho que avanzar desde el punto de vista de metas amplias de inclusión social; también en el matrimonio igualitario, pero no podemos bajar la guardia en relación al sida. Cuando hablo del liderazgo de la población LGBTI, siempre me quedo un poco preocupado con esta tendencia a separar las agendas. No se puede separar. Existe en algunos momentos una tendencia, principalmente en el movimiento gay, que tanto avanzó en relación a la epidemia del sida, y ahora está buscando otras agendas, y al mismo tiempo está bajando la guardia en relación al sida. Me parece que esa dicotomía no puede existir, tiene que ser sinérgico, nos tenemos que mover en una misma dirección por una vida más saludable. Ese sigue siendo un desafío.