Una comisión especial del Parlamento discute en estos días el financiamiento de los partidos políticos y la publicidad electoral. Hablar de transparencia en política se ha vuelto un sentido común en tiempos de escándalos de corrupción reales y construcciones de imaginarios sobre la corrupción como un tema central de la política. Los medios de comunicación no son ni deberían ser ajenos a este debate. Ya sea que consideremos a los medios como un cuarto poder que controla a los demás, o en sentido contrario, como los “escribanos oficiales” del poder, como los define Omar Rincón, como representantes fieles o constructores interesados, hay dos cosas ciertas: los medios tienen un papel central en la definición de la agenda política y en la construcción de las figuras políticas. No quedan entonces por fuera de las exigencias de transparencia.

Las lógicas de construcción de la información son de por sí opacas. Nadie exige a los medios que expliciten por qué consultan a determinada fuente y no a otra, por qué incluyen en su temario algunas informaciones y omiten otras. Por suerte, porque no nos daría el tiempo para dar ese tipo de explicaciones en forma constante, porque a veces no tenemos razones que podamos defender, y porque una exigencia de este tipo podría interpretarse como una forma de censura. Sin embargo, como usuarios de los medios sí tenemos derecho a poder distinguir entre información y publicidad, por ejemplo. Y eso está bastante aceptado. Si bien puede ser censurable la práctica, en general los medios utilizan distinta tipografía para diferenciar las notas que son fruto de acuerdos comerciales, y en los publicities de radio y televisión al oyente o televidente le queda más que claro que el conductor del programa está recomendando utilizar un enjuague bucal o contratar un seguro de vida porque hay dinero de por medio. Si es cuestionable o no desde el punto de vista ético utilizar el prestigio personal o la confianza del público para vender algo, es otra discusión.

Es distinto, sin embargo, cuando estas lógicas empresariales se trasladan a la política. En otros países esta modalidad es común, y en Uruguay se está instalando, de la mano del dirigente político y empresario Edgardo Novick. Muchos recordarán las curiosas “entrevistas” que realizaron los tres canales privados a Novick durante la campaña electoral departamental de mayo de 2015, en las que el candidato hablaba ante la cámara de lo que quería y el periodista brillaba por su ausencia. Esta práctica motivó incluso un comunicado de la Asociación de la Prensa Uruguaya, que advirtió que algunos medios estaban mostrando “material promocional de candidatos políticos ‘encubierto’ como noticia”. “Esta práctica se conoce en la jerga periodística como ‘tráfico’: los sectores políticos envían material de sus candidatos, enunciando una propuesta a cámara, o hablando mientras recorren un barrio o haciendo una denuncia. Ese material es presentado en diversos medios como una ‘noticia’ propia, sin advertir explícitamente que se trata de material propagandístico”, señaló la Asociación de la Prensa Uruguaya en aquel momento.

Esta lógica, presente en el “fragor” de la campaña departamental y que motivó discusiones internas en los canales de televisión sobre los límites de estas prácticas, continúa, con el mismo protagonista. Sobre mediados de julio asistimos a comentarios inusitadamente amplificados de Novick sobre el ex presidente José Mujica. El 11 de julio, el portal de El País publicó, con la misma tipografía que sus noticias, el titular: “Novick: ‘Cada vez se gasta más en educación y cada vez está peor”’. Y la bajada: “En un video de su fanpage en Facebook, Edgardo Novick critica duramente al gobierno porque el gasto en educación no se acompasa con los resultados”. A continuación, el video de Novick, mirando a la cámara, en la misma modalidad de queja respecto de un asunto de relevancia nacional y de crítica al gobierno. Debajo, en cursiva, el medio aclaró: “Este video no es producido por la redacción del diario El País y los datos contenidos en él son de entera responsabilidad del productor del mismo”. La publicación se realizó bajo una modalidad denominada por el medio “Inn content”, que aplica también a informaciones sobre empresas.

Sin embargo, dar espacio a Novick para que cuestione a la educación y al gobierno no es lo mismo que vender un enjuague bucal. No es lo mismo para la credibilidad del medio y del periodismo. No es lo mismo para la democracia, para la transparencia. Todos los medios tienen el derecho -y todos hacen uso de él- de dar mayor o menor espacio a un dirigente político. Todos saben que los medios ayudan a construir figuras políticas, y que hay figuras políticas que tienen un perfil mediático que rinde a los medios. Todos sabemos también que desde hace ya mucho tiempo hay políticos que ponen dinero en los medios, porque estos son una fuente de influencia y de visibilidad.

Sería deseable, simplemente, en aras de la transparencia y para proteger a los periodistas de esos medios, conocer los acuerdos comerciales que existen entre los medios y determinadas figuras políticas. Sería un buen complemento de la exigencia que hoy tienen los partidos políticos, y que se está buscando reforzar, de detallar a cada uno de sus amables donantes.