*-El sistema penitenciario uruguayo viola los derechos humanos de las personas presas. La Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH), el Comisionado Parlamentario, el Servicio Paz y Justicia, el Alto Comisionado de la ONU, todos exigen cambios urgentes en temas básicos e inadmisibles, como las condiciones de reclusión, el hacinamiento, aislamiento y muertes. *
-Coincidimos en un montón de cosas, el tema es que a veces no se logra conjugar los tiempos. Estamos en un proceso de transición, cambiando estamentos que son paradigmas de muchísimo tiempo atrás. Tenés que contar con un personal comprometido, que entienda por qué el cambio. No quiero que las muertes hayan sido en vano, en el buen sentido; espero que impliquen transformaciones y cambios en los procesos. El tema es que los procesos traen posturas y modificaciones de lo que vos estás acostumbrado a hacer todos los días. Apunto a humanizar el sistema, pero primero tengo que humanizar al personal, ya que están deshumanizados hasta entre ellos. Se creó una oficina en el INR para el bienestar del personal, que es nuestro capital. El sistema es perverso: la mayoría de los que trabajan en la zona metropolitana viven en Rivera y trabajan una semana y tienen libre otra. Hacen 12 horas de servicio y se quedan en la unidad, es un personal muy sacrificado. Tengo que arrancar humanizando eso, que no quiere decir la pérdida de disciplina. Se puede tener una disciplina muy rígida pero adecuada a las condiciones humanas.
-Las cárceles deben cumplir con el mandato constitucional que establece que no servirán para mortificar, y sí para “reeducar” y desarrollar herramientas para trabajar y abandonar la vida delictiva.
-Sí. El objetivo primordial es la persona privada de libertad, pero si vos no tenés el personal preparado y capacitado para trabajar con las personas privadas de libertad, va a ser difícil que puedas cumplir cualquier meta o proyecto. A eso le tenés que agregar las condiciones edilicias y laborales. Además, en el proceso de transformación del INR falta una cuarta etapa, que se va a empezar a cumplir ahora, que tiene que ver con cuando la persona sale de la cárcel, de la que se va a encargar la Dirección Nacional del Liberado. Lo que vos hagas acá dentro va a marcar su incidencia a posteriori en la sociedad, en su vida en libertad.
*-Entonces se puede decir que el INR actualmente no está cumpliendo con su objetivo. *
-Lo que yo digo es que estamos en el proceso de transición. No es de un día para otro que ponés en práctica una política, pero el ciudadano que es víctima de un delito quiere soluciones hoy. ¿De qué sirve la proyección, entonces? Entiendo, hasta ahora los resultados son desiguales. Hemos tenido muy buenas prácticas, se ha mejorado mucho, mientras que en otros lugares, por la complejidad, se ha dificultado. Pasa desde lo edilicio, lo personal, hasta la intervención socioeducativa.
-Se ven de forma explícita esas falencias en algunos módulos del Comcar, por ejemplo.
-Si vos sacás una foto del país ves la realidad del interior y la de la zona metropolitana; eso también se ve reflejado en la cárcel: la mayor complejidad delictiva está en la zona metropolitana, está en los módulos 8, 10, 11 y 12 . Quien cae preso no es ajeno a lo que está pasando en su barrio. Imaginate la situación de violencia que se tiene que dar para que esa persona que está en libertad llegue a la cárcel. La cárcel no deja de ser un símil de lo que pasa en el barrio, con la diferencia de que, presos, están todos juntos. Eso genera un combo, por más que nosotros tratamos de generar intervenciones, porque los niveles de violencia que trae el que cae detenido implican que los va a replicar. Ahí está el desafío, tenemos casos de gente que no se quiere ir.
-¿Eso no es reflejo del fracaso del sistema?
-Sí, pero no del penitenciario. La cárcel llega hasta cierto punto. Hay que entender esto como una política pública, y cuesta muchísimo. Si vas a un barrio y preguntás cómo está la seguridad del barrio y te dicen que no hay luz, que no se puede andar de noche, ¿es responsabilidad de la Policía? No, es de la Intendencia. ¿Incide en la seguridad pública la luz? Sí.
*-El Estado debe ser garante de los derechos de la persona presa, excepto el ambulatorio y el voto de los condenados. ¿La cárcel cumple con eso? *
-¿Y el día después, qué? Yo te puedo enseñar todo, nosotros te sacamos con un diploma, ¿vos que hacés después si no te abren la puerta? Las cárceles tienen que ser parte de la seguridad pública. El abordaje debe ser interdisciplinario e interinstitucional. Primero tenés que prevenir los delitos, después detener y enjuiciar. No tenemos pena de muerte ni cadena perpetua, así que hay que cumplir con lo que establece la Constitución, porque en algún momento la persona va a salir.
*-Hay 60% de reincidencia, seis muertes en lo que va del año, incontables episodios violentos, autoagresiones y agresiones sexuales. El Estado falla afuera, sí, pero también adentro. *
-Te preguntaría si mirás el vaso medio lleno o el medio vacío. Si comparás los números con lo que ha pasado otros años... no está bien compararlos porque son vidas, pero ha habido muchas más muertes antes. En una cárcel hay incidentes; si me preguntás cuáles son las mejores, te diría que ojalá no hubiera. No nos podemos olvidar del artículo de la Constitución, si no, estamos en el horno. Sí, el Estado debe garantizar los derechos en la privación de libertad. Para eso tenés que generar los mecanismos. Hasta ahí estamos impecable; ahora, en el proceso es donde podemos llegar a tener una discusión sobre los tiempos. Partimos de la base de que salimos de una crisis carcelaria, y que el INR está hace casi seis años. Hoy podemos decir que todas las cárceles están bajo el mismo régimen, que hay intervención socioeducativa; antes era menor y meramente custodial.