En el Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, se desarrolló ayer una actividad en el anexo del Palacio Legislativo, en la que participaron parlamentarios y activistas. Una de las mesas reunió a mujeres afrolatinas y afrodescendientes para contar cómo sufren el racismo y el sexismo.

“¿Qué faltaría para lograr la equidad?”, se preguntó Ángela Ramírez, estudiante de investigación en ciencias históricas y bailarina. Entre otras cosas, enumeró: cambios personales, que haya menos ego, “abundante trabajo de campo”, “que los beneficiarios [de las políticas públicas] sean todos y no algunos”, aceptar “pensamientos y generaciones diferentes” e incorporar a los programas de formación docente capacitación específica sobre la temática.

Aura Mercado es dominicana, promotora de salud comunitaria y vive en Uruguay desde hace dos años. Habló en nombre de sus coterráneas que llegaron a estas tierras impulsadas “por la búsqueda de una mejor calidad de vida”, aunque pronto se dieron cuenta de que “no era el sueño esperado”. Denunció que han sufrido discriminación, explotación laboral y que han sido víctimas de medios de comunicación “que difundieron hechos puntuales en los que incluyeron a todo el colectivo de dominicanos”. Agregó que las mujeres dominicanas sufren “por ser negras, por ser pobres, por ser migrantes” y que hay quienes no tienen otra opción que prostituirse para alimentar a sus hijos. Pidió que la Universidad de la República (Udelar) flexibilice los requisitos para revalidar materias, puesto que se exigen tres años de residencia. Si bien el Estado uruguayo debe garantizar la reunificación familiar (tal como lo establece la Ley 18.250 de Migración), Mercado comentó que se está obstruyendo la posibilidad de que las mujeres puedan traer a sus hijos a causa del requisito de tener visa. Mencionó los problemas de vivienda, puesto que en muchos casos viven en pensiones de altos costos y en condiciones “infrahumanas”.

Delfina Martínez, mujer afro trans, habló de la doble discriminación que sufre. Contó que muchas mujeres trans están en situación de prostitución y valoró que “no se puede hablar de trabajo sexual cuando este es impuesto por la sociedad”; criticó que la amplia mayoría de las empresas no cumple con el porcentaje de cupos para personas afrodescendientes y que la oferta de Uruguay Trabaja es una salida laboral “muy precaria”.

Algunos ladrillos

Ana Laura Pereira, integrante de la comisión del programa de vivienda de Mundo Afro, dio cuenta de los avances por recuperar espacios de la ciudad. Pereira integra el grupo Unidades Familiares de Mundo Afro, que consiguió edificar la primera cooperativa de vivienda por ayuda mutua para personas afrodescendientes, habitada desde 2010, en Barrio Sur. Mencionó los proyectos encaminados en Palermo, Cordón y Ansina, y saludó la posibilidad de estar cumpliendo con la reivindicación de “la vuelta a nuestros barrios tradicionales”. Acusó que la dictadura cívico militar “fue caldo de cultivo para la expresión más inhumana del racismo” y, dirigiéndose a un público que conocía, señaló: “Todos pertenecemos a alguna familia que la dictadura cobardemente desterró a galpones de fábricas como Martínez Reina o fueron obligadas a trasladarse a barrios de la periferia de Montevideo. El desalojo de los barrios Sur, Ansina, Palermo y Cordón es una de las páginas más oscuras de la historia contemporánea relacionada con la colectividad afrouruguaya”, y denunció la violación de derechos económicos, sociales y culturales que significó. Lejos de ser un fenómeno de pocos, afirmó que “el racismo en Uruguay y en la región es estructural y por lo tanto atraviesa a todos los sectores sociales, políticos y culturales”.

En la sala había una exposición de artesanías en cuero. Mónica Castellanos habló en nombre del colectivo de artesanas afrouruguayas, integrado por 11 mujeres. El grupo se formó en marzo y viene ganando espacios. Además del desarrollo comercial del emprendimiento, la artesana destacó la contribución a “frenar el olvido del arte popular”.

Asuntos de educación

Chabela Ramírez, activista e integrante del grupo Afrogama, señaló la necesidad de que exista “un vínculo más estrecho entre la educación formal y la educación no formal”, porque la educación formal “muchas veces desde su eurocentrismo no deja ver que toda la africanidad y todo el acervo cultural que hemos conseguido desde hace 500 años en esta América también contribuye, también nos ha dado valores y también nos ha enriquecido”.

Pilar Uriarte, antropóloga, recogió más tarde parte de lo expresado en la mesa que compartieron las otras mujeres. Docente del Departamento de Antropología de la Facultad de Humanidades de la Udelar, Uriarte dijo que los estudios sobre racismo y xenofobia son recientes. “Si hay algo que todavía está pendiente de nuestra academia con la población afro, con las poblaciones migrantes y con las mujeres es la posibilidad de tejer, de sacar a la luz las relaciones que hay entre todos esos fenómenos”, reconoció. “Mostrar que el racismo, la xenofobia, el machismo, el sexismo son fenómenos que deben ser estudiados desde las ciencias sociales, desde la historia, desde la economía es una lucha que todavía estamos dando. Tenemos muchos avances en el campo jurídico, también en el campo político, pero todavía tenemos un gran rezago en temáticas sociales, en nuestra academia, en la necesidad de ver por qué se producen, se reproducen y se actualizan en estas situaciones”, detalló. Uriarte no dudó al hablar de una “red de dominación que está estructurada de forma tal que algunas poblaciones son destinadas a ocupar los sectores más bajos de la sociedad, a cubrir determinado tipo de trabajo, a cumplir determinadas funciones sociales y no otras”, y en ese sentido colocó en un mismo plano el racismo, la xenofobia y el nacionalismo.