En 1885 se creaba en nuestro país, y en el seno de la Universidad de la República, la Facultad de Matemáticas y Ramas Anexas. Albergaba varias disciplinas que luego, con el correr del tiempo, se desarrollarían en facultades independientes dentro de la propia Universidad de la República, como las actuales facultades de Ingeniería, Arquitectura y Ciencias.

En 2015 se cumplieron 100 años de la creación de la “Facultad de Arquitectura” así como de la denominación de “Facultad de Ingeniería y Ramas Anexas” correspondiente a nuestra actual Facultad de Ingeniería. Este centenario es lo que hoy conmemoramos.

Hay que señalar que, hasta la creación en 1987 de la Facultad de Ciencias, dos disciplinas básicas como la Física y las Matemáticas se cultivaron fundamentalmente dentro de la Facultad de Ingeniería. También hoy se desarrollan aquí, pero coordinando sus actividades con los respectivos institutos de la Facultad de Ciencias.

Agente de cambio económico

Para apreciar el fuerte impacto que ha tenido en el desarrollo del país la existencia de nuestra “centenaria” Facultad, basta repasar el excelente material editado en 2005 por la Asociación de Ingenieros, titulado 100 años de Ingeniería construyendo el Uruguay. Allí se presentan las 100 realizaciones más significativas de los ingenieros uruguayos en el último siglo; el resultado, sin duda, impresiona al lector.

Sin embargo, estos logros no deben hacernos perder la perspectiva: nuestra economía, en todo el siglo considerado, ha estado vinculada al comercio mundial por medio de la exportación de materias primas con reducido valor agregado. Esto, como es sabido, le fija un techo al desarrollo del país. Ese techo sólo podrá ser superado mediante una transformación sustantiva en la naturaleza de la producción local exportable. De la actual situación, en la que el intercambio comercial con el mundo se establece sobre la base de productos de bajo valor agregado y cuyo precio se fija por la competencia entre quienes ofrecen bienes semejantes, deberemos transitar hacia un intercambio comercial de naturaleza progresivamente diferente. Deberá incluir, por cierto, lo que hoy producimos, pero deberá incorporársele, y con peso creciente en el tiempo, una componente de bienes tangibles e intangibles que incluyan “creación tecnológica” como elemento de valorización y de diferenciación de estas nuevas exportaciones.

El objetivo de avanzar en un cambio progresivo de la naturaleza de nuestras exportaciones, objetivo sin duda ampliamente compartido, supone grandes transformaciones dentro de lo que denominamos “el país productivo”. En estas transformaciones, nuestra Facultad deberá jugar un papel muy significativo.

Hoy el país tiene cerca de 200 egresados anuales en ingeniería por millón de habitantes, en su gran mayoría provenientes de la Facultad de Ingeniería. Sin embargo, en aquellos países cuya vinculación económica con el mundo tiene las características a las que aspiramos, dicho índice trepa a valores varias veces mayores: en Estados Unidos era de 631 y en Finlandia, de 1.575, según valores de la UNESCO para 2010. Se trata, respectivamente, de una potencia mundial y de un pequeño país cuyo intercambio comercial con el mundo, 50 años atrás, se basaba también en productos de bajo valor agregado.

Por lo tanto, es claro que una gran tarea para nuestra Facultad es tomar la iniciativa en un esfuerzo nacional -que compromete también a la Administración Nacional de Educación Pública- para que, en un plazo corto, se duplique el número actual de egresados en ingeniería. Por sí sólo, ello no causará un cambio en la economía del país, pero se acompasará con una transformación posible y necesaria.

Por otra parte, si se examina la realidad productiva del país desde el punto de vista de la capacidad de “creación tecnológica” medida, por ejemplo, por el número de patentes que registramos los residentes en Uruguay, nos encontramos con cifras sorprendentes (por lo reducidas): una patente por año por cada millón de habitantes. En Estados Unidos eran 244 y en Finlandia, 214 (según el informe 2009 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).

¿Qué hacer?

Decía José Pedro Varela, 30 años antes de que se crease la Facultad de Matemáticas y Ramas Anexas: “Las generaciones que ahora se eduquen, si no quieren quedar rezagadas, ser instrumentos inútiles en la economía nacional, necesitan prepararse para hacer frente a las exigencias, no de la época actual, sino de la época futura”. Tenía razón entonces y también la tiene hoy. Si las exigencias del futuro inmediato son las que antes formulamos, y una amplia mayoría acuerda con ellas, la pregunta es cómo estamos preparando a las generaciones de hoy para que el país pueda transitar hacia esa “época futura”.

¿Qué estamos haciendo como sistema educativo nacional para que el índice de ingenieros que egresan de nuestra Facultad tenga un ascenso significativo en la próxima década? Es sabido que la mitad de los estudiantes no continúan sus estudios luego de transcurridos dos años de su ingreso. Si esto pudiera atenderse con la urgencia que la realidad demanda, podría obtenerse un avance todavía insuficiente pero significativo.

¿Qué estamos haciendo hoy para que los notablemente bajos índices de “creación tecnológica” crezcan aceleradamente respecto de las cifras mínimas que hoy presenta Uruguay?

Es sabido que el mercado interno tiene una conducta conservadora en materia tecnológica. Sin embargo, a la escala del mundo, la “creación tecnológica” uruguaya, si es buena, puede encontrar mercados muy amplios que permitan desarrollos imposibles de imaginar si nuestro horizonte es la escala local. Para que esto sea posible se requieren, entre otras, acciones de apoyo por parte del Estado que vayan más allá de las clásicas ayudas puntuales a proyectos individuales.

Naturalmente, estos cambios tan significativos no dependen exclusivamente de la Facultad de Ingeniería o de la Universidad de la República, pero no menos cierto es que sin decisiones oportunas a tomar en estas instituciones, los avances se enlentecerán y los procesos a impulsar se verán como quimeras.

El aniversario de los 100 años de nuestra Facultad de Ingeniería es un buen momento para examinar críticamente un pasado que otros construyeron y para reflexionar sobre un futuro en el que actuarán quienes hoy se están formando o se habrán de formar como ingenieros.

Sobre ese futuro a construir queremos afirmar que, desde la Facultad de Ingeniería y la Universidad de la República mucho se puede hacer para que se concreten los sueños más ambiciosos que hoy podamos tener.