Los datos son del informe Logro y nivel educativo alcanzado por la población en 2015, elaborado por la División de Investigación y Estadística de la Dirección de Educación del Ministerio de Educación y Cultura, que fue presentado el viernes. El documento estudia los logros educativos de la población uruguaya a partir de los datos de la Encuesta Continua de Hogares de 2015 y la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud de 2013, ambas realizadas por el Instituto Nacional de Estadística.

Educación inicial

El estudio mide la cobertura del sistema educativo a partir del nacimiento, aunque la escolarización es obligatoria a partir de los cuatro años. Entre los niños de hasta dos años, 31,3% asiste a un centro educativo: 51% a un CAIF (Centro de Atención a la Infancia y la Familia), 41% a un establecimiento privado y 8% a uno público. Las cifras cambian significativamente entre Montevideo y el interior: en la capital, 64% va a un jardín privado, 9,5% a uno público y 26,5% a un CAIF, mientras que en el interior es a la inversa: 66,4% concurre a un CAIF y 26,2% a un jardín privado.

Al consultar a los padres de niños menores de dos años por qué no los envían a un centro educativo, los principales motivos son que es “muy chiquito” (dan esta respuesta 47% de los padres de niños menores de un año y 32% de los menores de dos) y “no necesito, yo cuido de mis hijos” (35% de los padres de hijos menores de un año y 36% de los menores de dos años).

De ese 31,5% que asiste a un centro educativo a los dos años, la escolarización salta a los tres: en 2015 casi siete de cada diez niños concurrían a un centro educativo (68,1%) a los tres años de edad, 90,9% de los niños de cuatro años y 98,6% de los niños de cinco años. La directora nacional de Educación, Rosita Angelo, destacó el incremento del número de niños de cuatro y cinco años que concurren a un centro educativo: en 2006 la tasa de asistencia era de 85,8% y en 2015 creció a 94,7%.

Cobertura, rezago y analfabetismo

No es novedad que los niveles de analfabetismo son bajos y siguen disminuyendo, desde hace décadas: actualmente, 1,5% de la población no sabe leer ni escribir, porcentaje que en las áreas rurales aumenta a 2,3%.

El informe analiza la cobertura del sistema educativo por tramos etarios y el rezago de nivel educativo. No lo hace respecto del año que debería estar cursando el niño si siguiera una trayectoria educativa sin interrupciones ni repeticiones, sino en términos globales respecto del nivel educativo que debería estar cursando en función de su edad: primaria, educación media básica, educación media superior y terciaria. En ese sentido, entre los niños de seis a 11 años de edad el informe destaca que 99,5% asistía a un centro educativo en 2015 y que 95,8% estaba en el nivel correspondiente.

Entre los adolescentes de entre 12 y 14 años, 96,2% asistía a un centro educativo y 78% estaba en el nivel de educación media básica, lo que significa que 18,2% seguía en primaria. El informe destaca, sin embargo, que esta cifra de rezago disminuyó en los últimos años: en 2006 la tasa de asistencia era de 94,7% entre adolescentes de 12 a 14 años y sólo 68,8% estaba en el nivel educativo correspondiente.

Entre los jóvenes que tienen entre 15 y 17 años la tasa de asistencia fue de 82,1% en 2015 (subió constantemente desde 2010, cuando estaba en 75,5%), pero sólo 51,2% concurría a las instituciones de educación media superior. En esta edad aparecen claras diferencias entre los jóvenes según su nivel socioeconómico: 57,7% de los jóvenes de 17 años que provienen del 20% de hogares más pobres asiste a algún centro educativo, porcentaje que asciende a 75,9% entre los jóvenes del 20% de hogares más ricos.

Entre los jóvenes de 18 a 24 años sólo 40,3% asistía a un centro educativo, mientras que 59,7% no lo hacía; 23,4% cursaba educación terciaria en 2015 (en este tramo la asistencia viene en aumento: en 2010 asistía al sistema educativo 37,5% de los jóvenes y 20,1% cursaba un nivel terciario).

A los 22 años de edad concurren a un centro educativo tres de cada diez personas (33,5%), y en función del nivel socioeconómico las diferencias también son notorias: mientras que 63,4% del quintil más rico de la población asiste, sólo lo hace 8,7% del quintil más pobre. El informe presenta datos sobre el máximo nivel educativo alcanzado (aunque no necesariamente terminado) por los adultos de entre 25 y 59 años de edad, y menciona que “sigue habiendo diferencias” en función del nivel socioeconómico (ver gráfica 1): “La probabilidad de no superar primaria, proviniendo de hogares del primer quintil de ingresos, se encuentra igualada a la de acceder al nivel terciario proviniendo de hogares del quintil mayor (52,2% y 54%, respectivamente)”, lo que, explica, puede describirse como “simetría de la desigualdad”. Sólo 2,2% de quienes integran el quintil de menores ingresos llega a realizar estudios terciarios.

Estudios terminados

Otro indicador es el porcentaje de personas que, según el tramo etario, terminó distintos ciclos educativos. En 2015, 96,6% de los jóvenes de 14 y 15 años de edad había terminado primaria, 68,1% de los de 17 y 18 años había culminado ciclo básico y 37,5% de los de 21 a 22 años de edad había completado el bachillerato. El informe destaca que en los últimos años aumentó el porcentaje de culminación de primaria y educación media básica, y estima que eso debería suponer una mejora de los porcentajes de culminación de enseñanza media superior “en el mediano plazo”. Si bien no hay casi diferencias entre hombres y mujeres en la finalización de la escuela, sí aparecen al momento de terminar los niveles educativos superiores: mientras que 75,1% de las mujeres termina educación media básica y 44,4% educación media superior, 61,5% de los hombres termina educación media básica y 30,5% media superior.

Desvinculación: falta de interés y trabajo

Según el informe, 34,5% de los jóvenes de entre 15 y 20 años no estudia (ver gráfica 2). Al profundizar en los motivos de esa desvinculación, las principales razones parecen ser: “No tenía interés o le interesaban otras cosas”, respuesta de 68% de los adolescentes de entre 12 y 17 años que se desvincularon del sistema educativo y de 49% de los de 18 a 29 años; y “Comenzó a trabajar”, argumento por el que explicaron su salida del sistema educativo 29% de los jóvenes de entre 18 y 29 años y 4,3% de los de 12 a 17 años.

Al analizar los datos en función del nivel de ingresos, el informe señala que se puede reflexionar “sobre la desigualdad en términos del efecto estructural de estos factores explicativos. En el quintil de mayores ingresos, además del desinterés que predomina independientemente del corte que se realice, talla como explicación de segundo nivel la actividad laboral (50,4% y 34,0%, respectivamente). Para el primer quintil esta relación es de 49,9% y 19,6%, respectivamente, seguido por motivos de embarazo (11,5%), dificultades económicas (6,3%) y atender asuntos familiares (6%)”.

El informe confirma algunas características sociodemográficas de los jóvenes que no estudian, no trabajan ni buscan trabajo: 64% son mujeres, 70% vive en el interior y 78% integra los dos quintiles de hogares de menos ingresos.

Angelo considera que los motivos de desvinculación del sistema educativo de los adolescentes marcan la necesidad de “continuar los procesos de transformación que se vienen llevando adelante en la oferta de enseñanza media” y de “*aggiornar *y transformar las currículas”, a la vez que plantean el desafío de articular el mundo del trabajo con el del estudio: “Es muy bajo el nivel de jóvenes que logra articularlos”, señaló. Opinó que para eso es necesario trabajar en la acreditación de saberes y en el reconocimiento de “trayectorias que no siempre se dan en la educación formal”, de forma que “no obture el seguimiento de carreras de nivel terciario”. Sobre las dificultades de acceso a la educación terciaria, Angelo mencionó que los niveles de culminación de educación media superior inciden, pero añadió que también afecta la falta de oferta de educación terciaria en el interior.

Más optimista, la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, dijo tras la presentación del informe que “vamos en una senda de buen camino”, y consideró que se está dando una “revolución silenciosa”: “Poco a poco se ha puesto la mira en sectores de la educación y cambios que son muy importantes”. Consideró clave “ver al niño en su trayectoria educativa, más que en consejos separados”.