En 2015 se puso en marcha el proyecto “Primera infancia: Arte y derechos humanos y convivencia ciudadana” en Ciudad Juárez (estado de Chihuahua, México) y en Montevideo. El objetivo: disminuir las múltiples formas de discriminación, prevenir el desarrollo de conductas violentas y discriminatorias (haciendo énfasis en la discriminación de género) mediante el fortalecimiento de los derechos humanos por medio de la formación en artes escénicas (títeres y teatro) de las comunidades educativas de ambos países. El viernes se presentaron los primeros resultados del proyecto; la conclusión: seguir apostando a este tipo de prácticas.

La Oficina Regional Suramérica del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, el Teatro Solís de la Intendencia de Montevideo, la organización Superarte de México y la Comisión Estatal de los Derechos Humanos del Estado de Chihuahua financiaron y llevaron a cabo este proyecto, que busca generar condiciones de “buena convivencia ciudadana desde la temprana infancia”: que los niños fortalezcan “su ciudadanía y así sus derechos humanos”, para reproducirlo en su comunidad. Para ello se trabajó con docentes, padres y niños de tres escuelas de Montevideo (Nº 97, Nº 33 y Nº 21), y cuatro escuelas de educación inicial y una de primaria de Ciudad Juárez.

Uruguay

La directora del teatro Solís, Daniela Bouret, aseguró que “estos proyectos son los que van a permitir cambiar el país”. El coordinador de Desarrollo de Audiencias, Gustavo Robaina, explicó que este proyecto piloto “intenta ensayar una propuesta de acciones de prevención de situaciones de violencia, bullying y discriminación” apostando a la “base de esos fenómenos”: el niño, la familia y el entorno educativo. “Partimos de la hipótesis de que las situaciones de violencia están fuertemente arraigadas en la relación entre las personas”, planteó. En ese sentido, explicó que se creó un espacio de capacitación en derechos humanos y artes escénicas para los 54 maestros participantes en Montevideo y, por otro lado, se les preguntó cuál era su percepción sobre el tema. La encuesta indicó que casi 60% consideraba que las relaciones entre los niños eran de “carácter regular o malo”, que principalmente se hace explícito en las agresiones físicas, verbales, en el bullying y la discriminación (por género y por color de piel-raza). Además, los maestros consideran que “los estereotipos culturales”, los “conflictos en el hogar” y la “falta de herramientas” para resolver conflictos son las principales causas de la violencia en sus diversas formas. 35% consideró que “frecuentemente” hay violencia en los centros educativos, y que la violencia verbal es una de sus principales manifestaciones. Alrededor de 90% de los maestros entendía que las artes escénicas podían ser una herramienta para trabajar en la prevención. Se sistematizaron materiales teóricos y se ideó una malla curricular para “formar a los formadores”, y se plantearon prácticas “horizontales” para cambiar la cultura institucional de la dicotomía “alumno-maestro”, para crear desde el “nosotros”, explicó Anna Pignataro, directora de Educación del teatro Solís. Para ello se realizaron juegos “con el otro, no contra el otro”, y se diseñaron títeres y guiones para que los maestros los usaran.

México

La experiencia mexicana es diferente: no existe una ley de educación, como aquí, que coloque a los derechos humanos como eje transversal. Yahir Hernández, de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos del Estado de Chihuahua, sostuvo que el mayor desafío fue enseñar derechos humanos a personas que no viven en “condiciones dignas”. Aseguró que 94% de la comunidad carece de acceso a la biblioteca y a parques, llegando “al extremo de que no hay agua potable ni sanidades”: eligieron para trabajar una zona “poco urbanizada” de Ciudad Juárez que, además, atravesó una “ola” de violencia que llevó a “situaciones muy complejas”. Hernández lo explicó así: “Cuando dices ‘vengo de Ciudad Juárez’ te preguntan: ‘¿Y cómo vives en Ciudad Juárez? ¿Cómo no tienes hoyos en el cuerpo?' […] Tal fue el grado de la violencia, que como juarences llegó un momento que ya no nos sensibilizábamos: mataban a alguien al lado y yo seguía caminando”. Esa ola de violencia comenzó en 2007 y recién en 2013 empezó a disminuir. “Hoy es muy diferente”, aseguró, pero los “efectos de la violencia” dejaron secuelas en los niños que se criaron entre el fuego cruzado y las familias. “Creemos muy importante trabajar en el tema, porque el hablar de derechos humanos fortalece la cultura de la legalidad”, sostuvo Hernández. Además de la violencia, otra de las características que señaló fue que los padres suelen trabajar doble jornada porque los sueldos son bajos, lo que “implica que no ven al niño en todo el día y que el niño va generando condiciones negativas en su desarrollo integral”. Junto a la asociación Superarte, intervinieron en cinco escuelas; en total, trabajaron con 90 padres de familia, 64 docentes y alrededor de 500 niños, en un “proyecto sustentable”. “Se acostumbra a que el gobierno va y los ayuda […] pero este proyecto tiene la intención de que ellos sigan construyendo mecanismos que tuvieran que ver con el aporte del arte y los reproduzcan”. “El resultado fue impresionante: cómo puedes generar en las personas la conciencia de empoderamiento de derechos humanos para exigir. Si no exiges, poco pasa”, concluyó.