La enorme mayoría de las ciudades modernas son gobernadas por los autos. Obviamente, es el caso también de Montevideo. Las calles, que se corresponden con la gran mayoría del espacio público urbano, son diseñadas para los autos. Los peatones y ciclistas son relegados a utilizar un espacio mucho menor y, más importante, un espacio subordinado. En el diseño y ordenamiento de la mayoría de las ciudades la prioridad es facilitar la circulación de los automóviles. Los espacios para vivir y disfrutar la ciudad se limitan a unas pocas plazas o parques.
Este hecho resulta negativo por varios motivos. En primer lugar, implica un uso muy inequitativo del espacio público. Las personas que más recursos tienen son quienes tienen más autos y más los usan. Por lo tanto, el espacio urbano que se financia con recursos públicos luego es aprovechado en mayor medida por las personas más ricas. En segundo lugar, salvo que la ciudad cuente con enormes recursos (ese seguro no es el caso de Montevideo) generar infraestructura urbana al ritmo de un parque automotor que crece rápidamente puede ser económicamente inviable. El resultado puede ser que, luego de haber gastado millones de dólares, la circulación en la ciudad sea más lenta que diez o 20 años antes. Además, aun si se tuviera éxito en crear toda la infraestructura que requiere ese parque automotor aumentado, posiblemente la ciudad se habría visto totalmente transformada. Transformada en un lugar más desagradable para vivir y con sus habitantes haciendo lo posible para mudarse a otro lado (a su periferia, por ejemplo).
El empeoramiento del tráfico y el deterioro consiguiente del espacio público se debe en gran medida a un problema de coordinación colectiva. Cada ciudadano, persiguiendo su interés individual, se la juega (en la medida de sus posibilidades) por la opción de viajar en auto. El resultado es que, con todos los habitantes de la ciudad tratando de hacer la misma jugada, la situación final es peor para todos que en el caso en que todos se hubieran jugado por otra forma de transporte. En estos casos, el deber de la Intendencia de Montevideo (IM) sería resolver ese problema de coordinación. Para este caso concreto, implicaría tomar medidas que desincentiven el uso del automóvil y fomenten el uso de otros medios de transporte (mejorar el funcionamiento de los ómnibus, muchas más ciclovías, por qué no un metro). Sin embargo, este no es el camino elegido por los últimos gobiernos departamentales. Se ha tratado, de manera poco efectiva, de que mejore el transporte público (ómnibus) y poco más. La presencia de ciclovías es casi simbólica y no se ha hecho nada para desincentivar el uso del automóvil. Por el contrario, las últimas medidas buscan incentivarlo, según una nota que publicó El Observador el 26/12/2015, en la que se anunciaban exoneraciones tributarias de la IM a a quienes construyan estacionamientos.
Pero asumamos que, a pesar de esto, el gobierno de Montevideo efectivamente está comprometido con la idea de que la ciudad sea para vivirla y no para pasar a través de ella. Que sea antes un lugar agradable en el cual vivir que un lugar cómodo por el cual circular. En este caso, la experiencia internacional nos ha mostrado recientemente una interesante medida que se puede tomar. Se trata de las llamadas supermanzanas. La idea surgió al preguntarse qué hacer cuando ya se tiene una ciudad diseñada para los autos. ¿Cómo deshacerlo?
La idea de las supermanzanas (ver la figura adjunta) es muy sencilla. Consiste en tomar varias manzanas de una ciudad (idealmente, nueve) y modificar el flechamiento de las calles de modo que los autos que ingresan a la supermanzana no puedan atravesarla. Adicionalmente, dentro de la supermanzana no circularían ómnibus y la velocidad máxima sería de 20 kilómetros por hora. Esta medida se ha estado discutiendo en la ciudad de Barcelona, donde se prevé que el sistema de las supermanzanas abarque a 70% de la ciudad. Recientemente se anunció que la primera supermanzana se implementará el 5 de setiembre.
La versión mínima de esta medida implica sólo el cambio en el flechamiento de las calles y es, por lo tanto, muy poco costosa. Sin embargo, con el tiempo y un poco más de recursos, dentro de las supermanzanas se podrá crear espacios públicos destinados a diversas actividades sociales.
Por supuesto, esta medida implicaría que el tránsito se concentrara el las calles exteriores de la supermanzana. Es por ello que esta iniciativa puede tener pocas probabilidades de ser implementada en Montevideo, donde parecería que siempre se ha temido mucho el voto castigo de los automovilistas. A veces, el gobierno departamental parecería olvidar que en algún momento ese automovilista llega a su hogar, se baja del auto y seguramente le gustaría encontrarse en un lugar agradable para vivir.
Una versión previa de esta nota fue publicada en Razones y personas.