La última semana de setiembre se conmemora la Semana Internacional de las Personas Sordas. Para celebrarla, la Asociación de Sordos del Uruguay (Asur) realizó ayer el tercer encuentro de escuelas de sordos. Asistieron alrededor de 100 niños, de nueve escuelas: de Montevideo, Solymar, Pando, San José y Florida. El paro de maestros les jugó en contra y eso disminuyó la asistencia esperada. La jornada se extendió desde las 10.00 hasta las 15.00. Incluyó espacios de recreación, con cama elástica, castillo inflable, payasos e instrumentos musicales. Los niños corretearon y saltaron, jugaron con globos, vieron videos, una obra de teatro, se presentaron y atendieron la presentación de otros compañeros. Almorzaron panchos y hamburguesas.
Maximiliano Amaral, secretario de Asur, contó a la diaria que los encuentros se hacen desde 2014, a partir de una propuesta de instructores sordos. El objetivo es potenciar el intercambio entre las escuelas y que los niños “puedan conocer y saber que hay otro igual a ellos, que puedan conocer a adultos y tomarlos como referentes”. Según Amaral, “en el interior los niños no conocen muchos sordos adultos, no saben cómo va a ser su futuro cuando crezcan. Cuando vienen, ven a otros adultos sordos y dicen ‘¿son sordos igual que yo?’. A veces no pueden creer que el mundo no es solamente el de ellos, como niños, sino que también hay adultos”.
Amaral conoce del tema. Tiene 22 años, es sordo, de niño concurrió a la escuela Nº 197 de Montevideo (la primera escuela de sordos de nuestro país, fundada en 1910) y ahora estudia Magisterio, cursa el último año de la carrera.
En su propia lengua
En Uruguay hay cuatro escuelas específicas para niños sordos: además de la de Montevideo, hay en Maldonado, Salto y Rivera. En el resto del país los niños asisten a escuelas comunes. Stella Vallarino, inspectora de Educación Especial, del Subárea para Personas Sordas y con Alteraciones del Lenguaje, explicó a la diaria que en todos los departamentos funcionan clases para sordos, generalmente en escuelas de práctica, donde el maestro trabaja con grupos de hasta ocho niños sordos que cursan diferentes grados. Tanto en estas escuelas como en las clases hay una figura clave: la del instructor. “Son las personas sordas que transmiten la lengua de señas uruguaya (LSU) en forma natural, son los referentes más importantes para los chicos. El docente es el que utiliza el currículum, tenemos el programa único [de Educación Primaria], y el maestro hace las adaptaciones curriculares, trata de seleccionar los contenidos que considera más significativos”, dijo la inspectora. Los cargos de instructores son pagos, la figura es similar a la de otros profesores de primaria.
La enseñanza de la LSU es clave. “Queremos fomentar la LSU”, insistió Amaral. Vallarino indicó que “el niño sordo necesita estar en su comunidad, con personas sordas, con sus compañeros sordos y con maestros que sepan lengua de señas”. Detalló que en los años 90 se cambió el paradigma y dejaron de seguirse los lineamientos que prohibían a los niños hablar LSU entre ellos en la escuela, en el entendido de que debían aprender el español. La inspectora rememoró que décadas atrás incluso se castigaba a los niños si se los veía hablando con LSU: “Pasamos por distintos períodos. Vimos que aprendían por la LSU, entonces lo que se hizo fue poner énfasis en la LSU. En segunda instancia, creemos que tienen que adquirir la lectura y la escritura, que les permite una inclusión social y cultural del mundo oyente, pero para ellos es muy difícil la adquisición”. Indicó que el niño puede tener perfectamente actividades de integración con niños oyentes, pero apuntó que “cuando queremos que aprenda realmente y que incorpore sus conocimientos necesita su lengua, porque es la forma de expresar lo que piensa; va profundizando sus experiencias en diálogo con compañeros y se enriquecen”.
Las facilidades para estudiar no abundan. Las escuelas especiales tienen hasta 7º grado. En Montevideo pueden cursar Ciclo Básico en el liceo Nº 32 y continuar segundo ciclo en el IAVA, donde hay intérprete. Amaral agregó que también pueden cursar en UTU con un intérprete y que pueden asistir a la Universidad de la República, donde también pueden acceder a un intérprete.
“Todos los maestros del área tienen formación”, aseguró Vallarino, pero el problema es que muchas maestras se han jubilado y actualmente no hay especializaciones.
Adriana de León es instructora. “Nací oyente; a los cuatro años quedé sin audición. No manejaba la LSU. Empecé a ir a la escuela Nº 197 y a manejar la LSU. Quería estudiar como instructora”, contó. Lo concretó y se recibió en 1990. Pudo comenzar a trabajar como tal recién ocho años después, cuando se jubiló una instructora de la escuela a la que asistió. “Me encanta este trabajo, me gusta transmitir la cultura sorda. Yo les enseño o les digo la lengua de señas y ellos captan enseguida. En una clase puedo hacer un cuento, darles noticias si un maestro precisa trabajar en un área; yo se lo transmito y ellos adquieren el concepto enseguida, porque es en su propia lengua. Después se transfiere al español”, agregó.
La integración de los instructores es otro desafío. Los de Montevideo están más en contacto unos con otros, pero los del interior del país “están muy solos”; por eso, en 2015 comenzaron a contactarse por videoconferencias y, de esa forma, a mejorar “la calidad y el aprendizaje de los instructores del interior”, comentó De León.